miércoles, 30 de noviembre de 2011

PUEBLOS QUE SE LLEVAN EN EL ALMA


PUEBLOS QUE SE LLEVAN EN EL ALMA
“A mis amigos que nunca olvidaré”
Autor: Tito Mejía Sarmiento

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos
como --el de Ramón Molinares Sarmiento--
donde “un hombre destinado a mentir”
desfila libremente por sus calles bajo
las sombras de los árboles de mango,
y en donde la mujer que ama,
no apaga la luz para demostrar que
lo entrega todo absolutamente por amor
a los acordes de “el saxofón del cautivo”.

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos como
-- el de Pedro Conrado Cúdriz--
donde el ser arrojó su esperma en la vulva
de una “ emboscada de silogismos”
para ver “si el olvido tenía sus huesos”
o “en que instantes se crecían las rosas”

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos como
--el de Julio César Lara--
donde el temor no usa pasamontañas
y el pasado se niega a morir,
y en donde aquel que “ama, ama tanto,
regala sus ojos por amor
en la oscuridad rasgada de los viernes”.

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos donde
se le saca el paso al hambre
y en donde además, “solitarias almas
se descubren y se desnudan”
con los versos y pinceles
de Tatiana Guardiola Sarmiento
para que “no las esperen mañana”.

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos donde
el adiós no es infinito a pesar de la distancia
como le pasa a Aurelio Pizarro Charris,
fabulista que se dejó arrastrar
por un canto triste de fantasmas madrileños,
y “ahora vive hiriendo sus carnes
en una actitud de obligante indagación”
mientras el tiempo apacigua las auroras,
y yo contemplo embelesado
el sexo de la luna por la ventana de mi cuarto,
“sumando noches” como si se tratara
de una “crónica de los días”
en “el ojo ciego del planeta”.

Hay pueblos que definitivamente
se llevan en el alma,
profundamente en el alma: Santo Tomás.



SANTO TOMAS dentro de mí

Por Tito Mejía Sarmiento

Nací en SANTO TOMAS. Soy de los tantos nativos que aman a este terruño por distintas razones, casi siempre razones definitivas como las que tuvieron a lo mejor, Los Hermanos Becerra para fundarlo hace más de 300 años, pero ya pocos recuerdan también es cierto, la suma de anécdotas o los referentes pasados con sus respectivas transparencias de estilos.
SANTO TOMAS como casi todos los pueblos del Atlántico nace y se desarrolla gracias a la tenacidad de sus gentes, muy a pesar de quienes lo planifican, lo gobiernan, con muy raras excepciones, bajo los más grandes impulsos políticos descarados y egoístas, dicen amarlo con cierto desparpajo.
Yo crecí con la triste sensación de que lo único que sucedía en mi pueblo eran los flagelantes del viernes santo, hasta cuando una gama de escritores e historiadores oriundos de aquí, como Ricardo Guardiola (D.E.P.D.), Ramón y Mario Molinares, Pedro Conrado, Pedro Badillo, Aurelio Pizarro, Adalberto Charris (Q.E.P.D.), Tatiana Guardiola entre otros, con una precisión matemática, argumentaron lo contrario. Hoy se siguen viendo los flagelantes pero hay otro color bajo el cielo tomasino. Es decir, ya no nos cuesta agacharnos para recoger el equipaje.
En SANTO TOMAS, uno puede maravillarse o estremecerse a diario porque converge UN TODO con errores y aciertos. Las diversas equivalencias culturales que han inmigrado, han soportado además procesos de cambios que forjan identidades inyectadas de lo local, lo forastero que, entre otras cosas, han producido como es lógico, UNA PLURALIDAD SOCIO CULTURAL que comparte el mismo escenario cercano al Río Magdalena. De este modo, los habitantes de este pedazo de tierra, nos reinventamos la cultura y cada rama del arte en sus distintas expresiones como un desafío esencial. Basta con visitar las entrañas de una casa cualquiera para comprobar la inmensa hospitalidad consensuada que se le viene encima.
De una calle a otra se cambia de paisaje. Junto a una casa de estilo moderno adornada con árboles de mango en su frente, puede haber otra con un estilo semi-colonial o neo clásico convocando a la memoria. Es como si la historia de nuestro pueblo se edificara cada día.
SANTO TOMAS ha venido creciendo como un adagio, como un movimiento de generación en generación a lo largo de los años. El más rico y el más pobre, la más mundana y la más pura reflejan su protagonismo por unas calles que conducen a un mundo de realismo mágico sin final que está dentro de mí, como una honda reflexión de la existencia humana, nunca abstracta, sino personificada que emociona a todos los aquí nacimos, crecimos y vivimos con una inmensa capacidad de aguante.

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