martes, 18 de julio de 2017

Contra toda evidencia, el cuento

Por Tito Mejía Sarmiento*

Diez años estuvo asomado a la vida sin detenerse un solo día, largas noches e incluso madrugadas,  el buen narrador cartagenero, Juan Carlos Céspedes Acosta para regalarnos 24 relatos compilados en su nueva obra titulada “Contra toda evidencia, el cuento”.

Sea el momento para hablar  de los  ordenamientos atrayentes  que
se hallan en el texto, de la magnífica prosa que irrumpe en algunos relatos con una fuerza poética, iconografías que el autor le ha pedido prestadas a su propia poesía, advirtiéndonos que el cuento nace precisamente para ser contado desde todo punto de vista sin importar su placenta. De capital importancia, el estilo dialogado y sencillo que emerge de hechos trágicos en muchos de estos cuentos con una leve influencia  de Edgar Allan Poe, Juan Rulfo, Franz Kafka y Ernest Hemingway, sin caer en la imitación sino en  la señalada teoría del Iceberg organizacional de sus elementos, donde la parte consciente de los personajes de Céspedes, despierta a la inconsciente a simple vista, más allá de los cánones dictados por la propia secuencia gradual elegida y, la imperativa brevedad de los relatos que entre otras cosas,  generan una profunda reflexión en el lector que se enfrenta de paso a una lucha existencial con el  amor, la traición, la muerte, el caos social, como si él fuese otro personaje más y cuya vida puede transitar transparentemente alrededor de la órbita sideral de la misma narración, es decir el reflejo de una identidad siempre en búsqueda de la cual nos habla Cortázar.

Acercarnos a estos cuentos de Céspedes, es de algún modo un acto placentero, un catálogo de experiencias propias a favor del género literario que nos lleva a una realidad llamada ficción, la misma  donde solo se construye un mundo sobre otro ya demolido de común acuerdo con la propia esencia liberadora de los condicionamientos sociales.

No dudo un segundo en recomendar este texto “Contra toda evidencia, el cuento” de Juan Carlos Céspedes Acosta, quien con seductora franqueza nos revela una narración prácticamente omnisciente  a través de 136 páginas que ocasionan la magia que se conoce con el nombre de literaturización de la realidad.

Arresto, calidad, misterio, intimismo  en su escritura, es lo que hallará quien desde ya desee penetrar en esta estancia de narraciones que a continuación relaciono en un orden de prioridad con todo respeto del autor, lo cual equivale a una aproximación subjetiva de los temas en cuanto a gustos: Éxodo, Anábasis, Fiona, El ruido, La dialéctica de la bala, Solo vine a morir a este pueblo, El último jacobino, El cerezo siempre florece, Los ojos de otros, mis ojos, Café para dos, El secreto de las puertas, Señales, El sexto elemento, ¿Alguien más quiere leer?, Por aquí es peligroso, Un crimen perfecto… 

Buena por Juan Carlos quien logró establecer  un adecuado contexto a través de las distintas historias que conforman este libro, allende de la deducción de la fábula y de  sus representaciones dionisíacas.

Tito Mejía Sarmiento*
Filólogo de Universidad del Atlántico, poeta y locutor profesional.