lunes, 7 de diciembre de 2020

De mi diario.

 






Tomado del libro “A veces llegan cartas” de Tito Mejía Sarmiento 
DE MI DIARIO 
Me llamo NELSON RICARDO MEJÍA SARMIENTO. Soy médico de profesión con énfasis en pediatría y un loco enamorado de la vida y, por eso creo que nunca me han asesinado. Tampoco quiero que la soledad me consuma sin sentido. Necesito que me escuchen o mejor que me lean. No sólo para comunicarme con ustedes sino para prescribir señales de vida, aunque sea como un eco lejano, un grácil sabor de mi yo detenido en estas calientes tierras de Yaure, donde a decir verdad, me han tratado muy bien en muchos sentidos y en donde entre otras cosas las mujeres sin proponérselo, instalan proa cuando miran por las ventanas que convierten en punto de estiba mágico y, desde donde se hacen etéreas para fugarse con el amor deseado, queriendo significar con ello, que nadie puede enjaular los ojos de una mujer enamorada que se arrima a una ventana. Tengo una grande, diría asombrosa impresión de que alguien responderá estas misivas, (un buscador infatigable de mis acciones con una precisión tal, como si conociese el don de mi ubicuidad), que expresará además, el mundo en el cual quiero moverme con un lenguaje de portentosa imaginación para que no se difumine el eco sonoro de mi espacio. ¿Quién soy yo entonces se preguntarán ustedes? Pues, un ser que flotará en torno a unas cartas, a unos escritores que perseguirán mi eternidad legada, a unos padres que nacieron, crecieron y lo dieron todo por amor, y que se morirán por amor, a unos hijos(as) sin el olor a padre en sus prendas de vestir, a unos hermanos(as) portadores de sueños, a unos pacientes que son la prelación en el rutilante apostolado de mi vida, a unos amigos (as) de verdad- verdad, de esos que te tienden la mano hasta en el vago cofre de los astros perdidos, a unos pueblos de habitantes díscolos y afectuosos que a veces ignoran el quehacer más importante de sus vidas por un carnaval de indiscernibles emociones durante cuatro días, a unos amores ajenos, a unos sentimientos encontrados, a unos gallos finos que anuncian profecías, a un hecho concreto y lógicamente a una esposa, quien a propósito le exteriorizaría fervorosamente que cuide a la familia, que me espere, que incluso no se case ni se comprometa con nadie porque la amo todavía y, si lo hiciere, tengo la plena seguridad que los hijos le nacerían con los mismos rasgos míos debido a que la fuerza de mi amor hacia ella es y será de muerte y de memoria. Para ser franco, no quiero que me pase como “el alfiler con óxido del saxo tenor del gran poeta español Felipe Benítez Reyes, hundido como un talismán de olvido y de infortunio”


sábado, 10 de octubre de 2020


 


Con la lluvia regresan otros vez, las pandillas juveniles

Tito Mejía Sarmiento

“Un grande nubarrón se alza en el cielo,

ya se aproxima una fuerte tormenta.

Ya llega la mujer que yo más quiero,

por la que me desespero

y hasta pierdo la cabeza (¡Clara!).

Y así como en invierno un aguacero,

lloran mis ojos como las tinieblas.

Y así como crecen los arroyuelos,

se crece también la sangre en mis venas…”

Habrá que hacerle hoy con todo respeto, unos cambios en algunas de sus estrofas a esa bella melodía “La Creciente”, compuesta por Hernando Marín y grabada en 1976, por Rafael Orozco e Israel Romero (El Binomio de Oro), a raíz de los violentos enfrentamientos entre las denominadas pandillas juveniles cada vez que llueve en muchos barrios de Barranquilla, que en lo que va corrido de este 2020, han llenado de luto a varios hogares y, ante esa disyuntiva, los entes del Estado no han hecho absolutamente nada, como tampoco padres y madres de familia:

“Y así como en invierno un aguacero,

lloran mis ojos como las tinieblas.

Y así como crecen los arroyuelos,

se crece también la muerte entre pandillas en Barranquilla…”

Con el asomo de algún amago de lluvia, jóvenes de 11 hasta 15 años de edad, se conectan en el acto a través de las redes sociales, para encontrarse en determinado punto de algunos barrios localizados en los extramuros de la ciudad, no para recrearse jugando fútbol o cualquier otro deporte sino para matarse con toda clase de armas. Entretanto, muchas personas de bien pegan un estentóreo grito en el cielo para ver quién le da solución a este problema que está tomando desvíos desconcertantes:

                               

“Los ríos se desbordan por la creciente

y las aguas corren desenfrenadas

y al verte yo no puedo detenerte,

soy como un loco que duerme

y al momento despertara…”

Y como alguien tiene que despertar, me he dado a la tarea de consultar a dos especialistas en ese componente social, el sociólogo y escritor Pedro Conrado Cúdriz y la psicóloga Vanina Mejía Berdugo, directora de VM Comunicaciones, para conocer las posibles causas y efectos que llevan a esos muchachos de la nueva generación a actuar de esa forma irracional y, para ver hasta donde es factible, se puede coadyuvar a ponerle coto a esta desagradable situación que afea el bello rostro de Barranquilla ante los ojos del mundo:

Pedro Conrado Cúdriz: “Es cierto que este grupo de población es un problema para la sociedad y el Estado colombiano: en el estadio, en el barrio, en la escuela, o en cualquier otro lugar donde opera contra el mundo. Las preguntas que nos hacemos diariamente son: ¿Por qué viven desintegrados de la sociedad? ¿Cómo ocurrió este fenómeno? ¿Es nuevo? ¿Obedece al crecimiento urbano? ¿Simplemente es una fuerza caótica de la sociedad excluyente como la nuestra? Si hablamos de una sociedad de clase, entonces estamos hablando de una sociedad desintegrada, fragmentada por los que tienen más y no por los que tienen menos; mejor dicho, hablamos de una sociedad excluyente. <Por allá lejos queda el barrio La Chinita>, dicen las “personas de bien,” por ejemplo. O sea, por allá viven los más pobres, los más jodidos. ¿Qué significa esto? Pues, que somos inmezclables. Pero también que el modelo neoliberal colombiano no tiene interés en incluir, en mezclar las poblaciones con bienestar con las demás; es decir, en resolverle la vida a millones de colombianos que viven como zombis en la miseria. Este es nuestro apartheid, nuestra tragedia, tratar de construir una sociedad basada en la regulación social de clases para negar, lo que es imposible de hacer invisible, porque los pandilleros son seres humanos, que sienten y piensan, son también sentipensantes. Estoy recordando a Gustavo Petro, cuando era alcalde de Bogotá, que trató de romper esta estructura de clase intentando construir un barrio de pobres (que palabra de sufrida y fea) en un barrio de “clase”. Ese es el origen de la enfermedad social y mental de la sociedad colombiana.”

Vanina Mejía Berdugo: “ Si bien es cierto que el fenómeno social de las pandillas juveniles se ha venido presentando desde hace mucho tiempo en diferentes sectores de Barranquilla, con estilos, lenguajes, argumentos propios e inclusive con acciones únicas para poder atemorizar a los que sus miembros desean ser o consideran para ellos sus víctimas, también es muy cierto que, hoy en día, la nueva modalidad que se está imponiendo en la ciudad, es el enfrentamiento de algunos muchachos mientras llueve. Ustedes se preguntarán ¿Por qué bajo la lluvia? ¿Acaso hay algún estudio que demuestre la existencia de una estrecha relación entre el comportamiento agresivo de esos jóvenes y la lluvia? Ningún estudio ha demostrado lo anterior. Sin embargo, desde el punto de vista del enfoque social, esas denominadas “Pandillas” necesitan ser reconocidas, identificadas por algún factor, es decir ellas condicionan proyectar o manejar sus propias identidades o imágenes. Para los jóvenes que conforman dichas pandillas, es muy fundamental, que la comunidad en general e incluso sus propios enemigos de turno, puedan avistar en ellos un estilo de vida, marca o quizás modalidad que los reconozca para ser “ultra famosos”. De tal forma, que enfrentarse bajo la lluvia, es como invadir el lado más expresivo (catarsis) que un ser humano puede tener al momento de mojarse y/o bañarse libremente. Para nadie es un secreto que en una ciudad como Barranquilla, por costumbre o idiosincrasia, el agua caída del cielo representa alegría, gusto, nostalgia… Y es ahí, en ese instante, donde los jóvenes, precisamente, se liberan de todo. Así que, para esos grupos tratar de invadir la tranquilidad de una comunidad, los ayuda a sentirse como los verdaderos protagonistas o héroes del fenómeno social bajo la lluvia. La identidad y el vínculo en esos grupos, son los dos grandes factores que desencadenan el desarrollo de habilidades específicas en los mismos, para luego tomar acciones de enfrentamientos, riñas y por supuesto, muertes… El proceso de poder reinventarse (tomarse a la fuerza) viene a ser el principal mecanismo que lleva a manejar esas nuevas modalidades en la urbe: grupos reconocidos que necesitan crear espacios, para que sus víctimas y la comunidad en general “respeten sus leyes”, durante la caída de un fuerte aguacero. 

El foco de atención para intervenir oportunamente a esos jóvenes, es crearles espacios diferentes, donde ellos pueden expresar sus propias conjeturas, para proyectarlos como gente de bien. Sumado a eso, se necesita plantear un proyecto de vida donde se sustente en cada uno: ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero? ¿Cómo me veo en algunos años? Y además, enseñarles la importancia de los grupos. Concientizarlos del valor que recobran, crear nuevas habilidades en los mismos para un estilo de vida diferente desde el punto de vida personal y social”.


Ojalá que: “Con el repiquetear de una campana 

se haga la luz en el pensamiento de esos jóvenes, 

hoy con sombras de luces declinadas para que entonces, 

brille la alegría y la lluvia caiga como una bendición de amor y paz”.





martes, 11 de agosto de 2020

 

Petición paternal

Tito Mejía Sarmiento

Dos días antes de morir, mi padre César Eurípides, me dijo en medio del dolor que lo habitaba y carcomía que, no dejara para nada que el legado de Nelson, su hijo menor asesinado por fuerzas oscuras el 29 de abril de 2004, frente a las instalaciones del D.A.S., en Barranquilla, se esfumara veloz como el beso que se le da a la mujer que no se ama, y 16 años después, creo que no le he fallado en su afanosa y justa petición

Muchos saben que el médico Nelson Ricardo Mejía Sarmiento fue un fenómeno político en su natal Santo Tomás, por algo fue elegido alcalde popular en tres ocasiones con altísimas votaciones, (la última en una especie de cuerpo ajeno con la representación de su esposa Onésima Beyeh).

Es que Nelson con su carisma sabía llegarles a las gentes, era un hombre como dijera el escritor Ramón Molinares Sarmiento, con un corazón de puertas abiertas por donde entraba todo el que quería, a cualquier hora del día, noche, sin pedir permiso y sin pagar cinco centavos.

Hoy, mi hermano Nelson navega en la memoria colectiva de los Tomasinos, Palmarinos, Sabanagranderos, Malamberos…

A Nelson lo asesinaron de tres disparos en su cabeza cuando menos lo esperaba, pero dejó en muchas casas colgado en sus paredes un retrato o un afiche de sus campañas, donde las personas se miran como en un espejo. Hay una veneración tan propia hacia Nelson todavía como si fuera la piel con que se sale a las avenidas para fijar el paso de los instantes.

Nelson es el hermano que nunca se ha ido, ni se irá, porque siempre extiende su mirada bondadosa al que lo necesita, es una especie de hombre en la bruma que vacía su presencia por completo cuando se le invoca. Lo digo con sinceridad porque a mí me ha pasado cuando acumulo quebrantos en mi cuerpo.

A veces da la impresión en Santo Tomás de que Nelson se convierte en los momentos adversos, es decir cuando las sombras se sostienen perezosas, en el pájaro sanador en cuyas alas todos, absolutamente todos volamos.

Entonces, podrán matar a Nelson las veces que quieran, pero nunca podrán acabar con su legado, mi amado padre César Eurípides. Hace 16 años, quedó imbricado para siempre en el corazón de las gentes que lo conocieron y eso es exclusividad de los afectos.

Y algún día no muy lejano, papá, las palabras descubrirán el silencio de los autores determinadores del crimen de Nelson, para olvidarnos, viejo mío, de este maldito tiempo imperfecto que ha destrozado el alma de la familia sobre todo cuando la noche envuelve más el dolor como realidad inagotable.

 

 

 


jueves, 9 de julio de 2020









Imaginaria vejez de mis cómplices amigos de palabras

Tito Mejía Sarmiento*

El tiempo abre sus puertas de par en par, entonces, como expulsadas por un descomunal embate, van apareciendo una por una las personas que lleva adentro: El primero que aparece es Ramón Molinares con sus 95 años a cuestas. Él ahora ve la vida a bordo de sus lentes de contacto como tratando de limpiar la afectación de sus pupilas, él además, sabe por experiencia, porque fue uno de los “Exiliados en Lille”, que el cuerpo es como una página encubridora de las miradas. Se le da por tocar casi todas las tardes, (de 2 a 3, por recomendación de su hijo músico, Felipe), sentado en un taburete al final de la calle Grande
de su pueblo natal, Santo Tomás, Colombia, “El saxofón del cautivo” que halló en un viejo baúl de la casa de sus padres, y como si fuera poco, no ha dejado de ser “Un hombre destinado a mentir” que trata con afán de hallar una mujer que lo ame, y que no apague la luz para demostrar que lo entrega todo con una habilidad asombrosa y sin “Vergonzoso amor” .



Ramón Molinares sigue haciendo sus siestas religiosamente, 15 minutos después del almuerzo
hasta cuando un niño vecino lo despierta con la mano. Luego a las 5 de la tarde, se fuma un habano, mientras espera a su hermano mimado Mario Modesto, quien con voz baritonal repite varias veces, entreabriendo sus brazos como si estuviese en las “Intimidades de un proceso”: Santo Tomás, definitivamente, es “Un pueblo sin memoria,”
y por eso, sus habitantes no alcanzan a oír “La última pitada del tren de la felicidad”.



Pedro Conrado aún con sus 92 meses de diciembre encima, no sabe cómo salir de una “Emboscada de silogismos” que lo tiene atrapado como “El gato sin botas” desde hace más de 30 años, mientras intenta recobrar en “Contravía” la triste “Memoria diaria de un condenado”, en medio del estribillo insurrecto como si fuese ya “El Concierto de lo pequeño”, que Dios hubiese sulfurado con ángeles incluidos en territorio prohibido.



Aurelio Pizarro se ve todos los días bien temprano a las seis de la mañana, en el “Espejo infinito”, tratando de ser el mismo soberbio de antes, pero ya con otras facciones, otras miradas, corazón distinto, menos cortejador, 77 años entre pecho y espalda (“El laberinto todavía”); y como si fuese uno más de los “Fantasmas de este mundo”. Él todavía se unta crema rejuvenecedora como en la canción del regresado, esquivando quizás “La muerte previa”.



Tatiana Guardiola, a pesar de sus 73 años, no da trabajo mirarla, sigue siendo una bella y agraciada mujer que le apuesta a los “Antiguos placeres” en la obediencia de las cosas como queriendo decir: “¡No me esperen mañana!” en el jardín de las trinitarias bajo la luz de la luna de Acuario porque saldré a buscar “Tinta y pinceles para mi amante”.



Julio Lara con una alopecia abismal y con pasos cansinos a sus 82 años, ruega todos los días como “Los Visionarios” que Hime, la gaviota azul que conoció en 1986, lo transporte una vez más en sus alas vencidas, en una especie de fuga sin tregua, para que los besos renovados no cambien de sabor, y así, seguir regalándole los ojos con todo lo que han mirado, como buen “Carpintero de palabras” que es.



Iván Fontalvo con su fina figura, sintiéndose todavía a los 70 años, con la posibilidad invaluable de ganarse como siempre, otro de los tantos premios literarios después de “Un largo viaje”, en medio de la oscuridad por “El apagón” y haciendo jaculatorias al cielo
para que “Ojalá la guerra” no regrese jamás por nuestros lares sino la calma como “Una obra de arte”.



Y yo, desde luego el mismo Tito Mejía, intentando a los 87 años, aquietar con los arrestos primarios de un joven fisgón, la ansiedad de la mujer amada a través de “La suma de las noches”, para dejarla plena en el capullo espeso de las estrellas "De la ciudad y sus amores ajenos", y más allá si es el caso de “El ojo ciego del planeta”. Dicho de otra manera, como si el dedo índice peleara con el anular para tratar de facilitar la doble función de señalar o descalificar lo visceral de la existencia humana como en una “Crónica de los días”.



A pesar del correr de tantos años, nosotros no perdemos la costumbre de ser unos perturbados compradores de libros, amén de citarnos dominicalmente e invitar a nuestros también viejos amigos y buenos escritores: Guillermo Tedio, Paul Brito, John Better, Julio Olaciregui, Federico Santodomingo en nuestro terruño, para tertuliar y tomarnos una copa de vino bajo la frondosa sombra de un árbol de mango aunque la nostalgia nos sacuda y, nuestras memorias de vez en cuando, se fragmenten en medio de un temor supremamente hermoso, mientras nos llega el largo viaje sin retorno y que por supuesto, nos permita festejar en la otra vida, para recobrar como es lógico, nuestros cuerpos iniciales.

Tito Mejía Sarmiento, (Santo Tomás). Filólogo, poeta y locutor de Colombia. Ganador del Quinto Concurso Nacional Metropolitano de poesía, en agosto de 2001.


Principio del formulario


Final del formulario


sábado, 13 de junio de 2020









Diario de emociones, Confinamiento y Coronavirus



“Solo son flujos en el acontecimiento de la palabra” (Andrea Crespo Granda)





Tito Mejía Sarmiento

El sociólogo, escritor y poeta amigo Pedro Conrado Cúdriz, desde hace más de 49 días ininterrumpidos se ha venido convirtiendo en una máquina impresionantemente admirable en cuanto a lo emocional, para fabricar palabras que plasma en su muy apetecido blog “Piel de hierro”, el acontecer no solo nacional sino internacional a raíz del Covid 19, fenómeno que nadie tenía previsto.



Y eso como él mismo me lo manifestara por teléfono, lo hace demasiado feliz en la ciudad interior de su imaginación, y que además, como dato curioso, la lectura y la escritura lo han salvado de la locura pandémica, ya que son sus hábitos favoritos, que lo transportan a nuevos y viejos territorios, amén de transformarlo en un ser abstracto – no invisible, es decir, en un ser socialmente liberado.



Yo que he tenido el placer de andar junto a él en tantas actividades culturales y de ver crecer de cerca su talante como escritor, crítico literario y sociólogo, invito ( y no es por sobar chaqueta) muy respetuosamente, no importa que cualquier día parezca en estas etapas lunes, no importa que nos miremos más en el espejo o que el sueño nos sacuda la última canción de la noche en medio de una vela encendida, a que sirvan de multiplicadores de este proverbial proyecto, de las sugerencias emocionales diarias de Pedro, en “Piel de hierro” (Facebook), ahora precisamente cuando el relevo generacional asido a la esperanza, parece abrir bien los ojos como una acertada respuesta ante las vicisitudes de los movimientos de la sociedad mundial. Al respecto, Conrado argumenta con atenuante dolor en uno de sus diarios:

-“Hoy el color del aire que respiramos es negro.

-Amo el color negro, lo respeto, lo admiro, lo quiero por diferente, por raro.

-Si quiere ser como el hombre araña no se deje picar de la Viuda negra como lo hicieron tres hermanos en Bolivia. Se salvaron porque fueron llevados de urgencia a un hospital de la zona.

-La operación de la resta beneficia al capital. En Brasil murieron en un solo día pandémico más de 1300 personas.

-En Chile hace años un niño de cuatro años disfrazado de Superman se lanzó de un quinto piso pretendiendo volar como el héroe de las películas. No se pudo salvar.

-La vida siempre ha estado cargada de problemas. Y el nombre de esta complejidad es la Crisis. La piedra nunca ha tenido una crisis, nunca, aunque la partas o tritures”.





Entonces, ahí está la pluma de Pedro que sugiere, sentencia y recapitula todo lo humano de una realidad que nos consume el alma hasta los tuétanos, con un lenguaje coloquial, a veces retórico-anecdótico, claro está, con la obstinación en lo habitual para que se estacionen en ella o huyan como el ave en busca de otro viento que perfile mejor su aleteo. Ahí está



¡Ahí está el detalle, manitos!, decía el genial humorista mexicano, Cantinflas.

viernes, 15 de mayo de 2020




Muerte a la bestia humana*
Me detengo ante  la muestra pictórica
del maestro Obregón
y empiezo a reconocerme
con irresistible límite de asombro,
al ver tanta sangre, crudeza salvaje
de cielo gris cargado de plomo,
metralla que no cesa de reventar  venas
entre  tanto rojo acentuado
para la eternidad de la ceniza
en un país donde he vivido siempre.
El aflictivo modelo del lienzo,
que entre otras cosas soy yo,
(efecto liberador para los ojos),
cuestiona mi historia que carece de equilibrios
cuando aún los silencios sobrepasan las palabras
que se mueren en la boca,
y  la memoria se estanca en su andar
de tanto miedo, horror,  llanto…,
y que en ese   afán de  protegerme
porque el estado  se hace ciego, sordo y mudo,
me vuelve más bestia humana,
la cual hay que  matar de cualquiera forma
cada vez que se quiera para no seguir condenado
en el pausado corazón de las sombras
donde la visión no alcanza.
Al cabo de todo, salgo de la Pinacoteca
ante el embeleso de los que me miran
como si fuese un ateo que corre alrededor de las iglesias
con los diezmos en las manos.
Ya en casa al verme frente al espejo,
permanece en mí, lo que el lienzo revelaba.
Ahora entiendo la paciencia
que tanto se me escapa
debajo de mi propio rostro.
Entonces, mis ojos, tan solos, tan íntimos,
tan repentinos como saltos de venado
ensombrecen más mis pupilas
que por sí solas emanan soberbias por la impunidad reinante.

Tito Mejía Sarmiento
*Título de un cuadro del maestro Alejandro Obregón, a la memoria de Gloria Lara,  directora Nacional de Acción Comunal y asuntos indígenas, durante el gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala, asesinada por el grupo armado Organización Revolucionaria del Pueblo.

miércoles, 1 de abril de 2020

Otra carta para mi hermano, el médico NELSON RICARDO MEJÍA SARMIENTO, en Yaure(ÁFRICA)




Otra carta para mi hermano, el médico Nelson Ricardo Mejía Sarmiento, en Yaure (África)
                                                                   “Las distancias se acortan cuando se agiganta el amor” (T.M.S.)

Amado hermano:
Espero que al recibo de esta, estés bien allá en la tierra de nuestros ancestros y que todos tus anhelos se cumplan de acuerdo a las posibilidades espirituales.
Otro abril que se nos vino en encima sin ti, ahora con una Barranquilla  sin rostros en sus calles, por temor al Coronavirus. El gobierno decretó aislamiento total. A pesar de todo, cabalgamos y seguimos soñando mientras pasa la vida bajo el prosaico espejo de la incertidumbre.
Desde el 29 de abril de 2004, fecha en que te fuiste no por determinación propia sino acosado por oscuras fuerzas del mal, nosotros no hemos dejado de pensar en ti. En nuestras casas sigue impregnada después de 16 años, la bondad de tu alma, tu sonrisa enamoradora acompañada del categórico guiño de ojo  y los aromas de tus perfumes favoritos: “Montana y Solo”. En tu finca La juntera, mi amado hermano, algunas noches se alcanzan  a ver unos que otros fantasmas con sentimientos encontrados, y ya pocos gallos finos anuncian profecías y cuando Onésima, tu fiel esposa la visita con cualquiera de tus hijos,  ella fervorosamente se acuerda de aquella sentencia que en una ocasión le exteriorizaste casi llorando , que, cuidara a la familia, que te esperara, que incluso no se casara ni se comprometiera con nadie porque aún tú, mi amado Nelson, la ibas a seguir amando desde Yaure, África, porque las distancias se acortan cuando se agiganta el amor de muerte y de memoria.
Me imagino que todavía sigues curando allá en Yaure, niños y niñas con la misma devoción como lo hacías acá en Colombia, mañana, tarde, noche e incluso hasta cuando la madrugada amenaza la otredad del silencio y sin cobrar a lo mejor  un solo peso a sus padres que entre otras cosas, no tendrán  de donde, es más, seguirás regalando los medicamentos. Definitivamente sigues siendo un gran humanista, hermano mío.
No puedo negarlo, hermano mío, porque me conoces demasiado, así que te lo revelo abiertamente: aquel 29 de abril de 2004, ha sido el peor día de mi vida y por supuesto, el de nuestra familia. Fue terrible verte tirado en el piso envuelto entre sábanas blancas que se volvieron rojas por la sangre que de tu cabeza emanaba, producto de dos disparos que hiciera un sicario pagado por encargo, que a lo mejor creyó haberte aniquilado cuando lo que consiguió fue inmortalizarte.
Por ahí vi en una de las tantas  fotos que me mandaste, un pendón que cuelga en la pared de tu consultorio, con la escritura de un  poema que te dediqué:
TU VOZ, NELSON, TU VOZ
Tu voz, la que no cesa en el camino,
en el camino de los sin tierra,
en el camino inclusive de los que la tienen.
Tu voz en el gorjeo de un turpial perdido de su árbol
y en otras aves que construyen la noche.
Tu voz en el sueño de un amor no nacido,
esa misma voz que vibra en las alcobas sepultando madrugadas.
 Tu voz en las piedras de los ríos,
 en el llanto de una madre que amamanta a su hijo,
 en el corazón imaginario del padre.
La voz que brota en el campo de semillas secas
y golpea con su fusta la oscura espalda.
Tu voz, hermano mío,
que aún puedo acariciar con mis dos manos
para matar el miedo que se hace humo en el aire lento del mañana.
Tu voz, la misma voz de tupida presencia en el murmullo de la memoria.

Quiero decirte a manera de colofón, “cuñao”, que muchas personas entre otras: Marlene Salas, Elodia Fontalvo, Sucelly Ariza, Rita Jaraba, conocida en todo el pueblo como “La Patona”, Edwin Navarro, Moisés Fontalvo, Frensis Salcedo, Aquileo Pérez, Juan Ramón “El Yoyi” Fontalvo, Ramón Molinares, Pedro Conrado, Julio Lara, Aurelio Pizarro, Iván Fontalvo, José Alfredo Fruto, Carlos Taibel, Pedro Badillo, Freddy Quant, Felix Pizarro, “EL Capi” Muriel preguntan por ti cuando me ven, les muestro unas fotos que mandas y, me piden que les de tu dirección en Yaure, para cruzar cartas también contigo, dizque para encender las luces del ático de la juventud entre las azoteas de las noches venideras, porque tú te ves cada día  más  joven a pesar de que el tiempo vuela y vuela alrededor  de los momentos vacíos, allí donde quizás, se esconde la añoranza del deseo.

Saludos de Cipriano, Nardy, Vilma, Celeste (está muy enferma), Libia, Mirna, quienes siempre están pendientes de las fraternales cartas que tú me remites, a pesar del empapado encierro en casa, por temor como te escribo al principio de esta misiva, del coronavirus que sigue en el mundo ablandado los días y se deja morder provocativamente como fruta fresca para atesorar  víctimas mortales.



¡Hasta la próxima!
¡Te amo, hermano!
Tito Mejía Sarmiento
Barranquilla, (2020), en otro abril de nuestras tristezas.





lunes, 2 de marzo de 2020

Entrevista a CARLOS CONSUEGRA DONADO, gran locutor.





Carlos Consuegra Donado: de la radio, el rey de las madrugadas 

· No deja ni vende su pichirilo o corcel verde (carro Willy) 

· Es amigo de los amigos, y es de pocos amigos, 



Por Tito Mejía Sarmiento 

Advertencia: La siguiente entrevista fue realizada al maestro Carlos Consuegra Donado, el 19 de marzo de 2016, e iba a ser publicada en El Dominical del periódico El Heraldo, pero me dijo rotundamente que la divulgara sin fotos porque no era amante de las mismas. El fotógrafo Jairo Buitrago le insistió en múltiples ocasiones que se dejara tomar por lo menos una sola foto, pero el hombre no dio su brazo a torcer. Hoy, 25 de febrero de 2020, al enterarme de su fallecimiento y en honor a su memoria, la doy a conocer a los lectores después de haberla conservado inédita 4 años. Lógicamente, sin fotos. 

A las tres en punto y cuando apenas la ciudad siente el deseo de desnudarse a borbotones delante de las barbas de una madrugada que trae consigo toda la idiosincrasia del Caribe colombiano, Carlos Consuegra Donado, el veterano y consagrado hombre de radio, llega con sus “ochenta y pico años a cuestas”, como él mismo dice, y con su barítona voz a los estudios de Emisora Atlántico en la calle 72 No. 48 - 37, para presentar 15 minutos más tarde como lo ha venido haciendo desde hace más de 26 años, su muy sintonizado programa “Reminiscencias Musicales”: todo un compendio de melodías que transporta a una vasta audiencia hacia el más íntimo ceremonial con el pasado. Es decir, a la época de la mujer que nace sin corazón en el pecho, pero que no tiene la culpa de ser así, o más exactamente, al amor sin nombre, hasta casi sin semblante, que vaga, como un beso ofrecido, por el recinto más umbroso de la escalera y por último, los cantos de viejas sirenas que salen de unas voces que reflejan aromas de arena recién mojada, palitos de matarratón, mares y olas de un tiempo mejor....La época que permite precisamente que, esa misma audiencia siga descubriendo nuevos bríos en los caminos del presente para poder decir sabiamente como el célebre Don Quijote, que podrán quitar la aventura pero no el esfuerzo del encantamiento. 

Sintonía asegurada en la madrugada 

Raro es el conductor de taxis, bus, busetas o cualquiera otra persona sin distingo de clase que no tenga su receptor encendido en los 1070 de la amplitud modulada de Emisora Atlántico durante la hora y cincuenta minutos que dura el programa, lo que demuestra que Carlos Consuegra Donado es el rey de las madrugadas en la radio barranquillera sin ninguna discusión y que según varias encuestas así como va, le seguirá torciendo entre el celaje Hertziano de lunes a viernes, el cuello al cisne de la competencia que hasta la presente se ha venido vistiendo de engañoso plumaje sin ningún éxito. 

Cuando el paso del tiempo no pareciera cubrir de edad los días 

La prisa del tiempo no pareciera envejecer a este hombre que nació hace más de 80 años en la histórica ciudad de Cartagena de Indias. Su vitalidad, su vocalización, su tonalidad, su voz, esa extraordinaria voz que aún se conserva en la cima estelar de las edades, se desvela irreverente en la silenciosa memoria de los sueños: “Me despierto como un relojito nuevo a las dos de la mañana, me baño, tomo un cafecito, fumo un cigarro y listo para la batalla. Durante el recorrido que hago de mi casa, ubicada en barrio Los Andes, a la emisora en mi poderoso corcel verde, así llamo a mi jeep Willy, modelo 53, que entre otras cosas, no lo cambio por ningún otro modelo y no me preguntes, Tito, el porqué , silbo varias canciones que voy a programar con base en lo que la audiencia ha solicitado a través de las líneas telefónicas los días anteriores en pleno espacio musical, que dicho sea de paso, tiene varios clientes fijos desde hace muchos ratos, cosa que me complace y que habla de la seriedad y calidad que tiene la audición que inventé en la mitad de los años 80s”. 

Titulares, ensueños y placeres 

A las tres y cuarenta, la voz del también reconocido hombre de radio y televisión, Jorge Cura Amar, agita la rienda por cinco minutos de “Reminiscencias Musicales” con el anticipo de algunos titulares de las principales noticias que se ampliarán en la primera emisión de “Atlántico en Noticias” a las 4:55, cuando ya el sol empieza a asomarse enrojecido por el horizonte, alumbrando de las huellas los deseos. 

Pasados los titulares, el maestro Carlos Consuegra Donado, el hombre que tuvo sus inicios en Radio Barranquilla, la cual años más tarde pasó a ser Radio Reloj, y que dice admirar a Marcos Pérez Caicedo entre sus colegas, retoma el espacio dándole un toquecito de distracción y placer, lo suficiente, para que con seguridad como me lo manifestaron muchos de sus oyentes, las parejas en el feliz territorio conyugal confiesen su tiempo compartido pleno de melodías que viven y crecen en la sonora cavidad de ensueños por todos los siglos de los siglos, así se incendie la memoria en las horas peregrinas. 

Director de grandes estrellas 

Don Carlos pareciera ser un hombre de pocas palabras cuando está fuera del micrófono, demasiado hermético y esquivo para dar una respuesta, diría yo, y eso es muy respetable. Entonces, acudo a una de las tantas estrategias como aquella de hacer preguntas cortas y precisas, que él mismo nos sugería a las primíparas voces de la Comunicación Social, cuando oficiaba como director de la siempre recordada Radio Reloj de la Cadena Caracol de Colombia , cuyos estudios quedaban frente a Bellas Artes, aquella famosa emisora de la hora exacta, la de la música variada y la de los servicios de despertador, cumpleaños, complacencias, personal para el terminal, resultado de las loterías… 

“Efectivamente, fui director desde que llegué hasta cuando me pensioné de la desaparecida Radio Reloj y tuve la fortuna de contar en la primera etapa con una lujosa nómina de voces que hacía las delicias de innumerables oyentes, por ejemplo, recuerdo a verdaderos profesionales del micrófono como Álvaro Ruiz Hernández, Ventura Díaz Mejía, Jacob Guerra Camacho, Pedro Vizcaíno Oliveros, Joaquín Pertúz Romero, Mario Trillos, Miguel R. Hidalgo, Edgardo Moscarella Noguera, Humberto Restrepo Viñas, Roque Celia Coll, Elmer Araujo entre otros. Y en la segunda etapa, también conté con otra nómina valiosa de locutores como Sergio Ramírez García, Edgar Perea Arias, Roger Araujo Ensuncho, Abel González Chávez, Gustavo Donado Lascarro, Evaristo Jiménez Martínez, Mauricio Rieder Guao, tú, mi querido Tito y otros que se me escapan y me perdonan la omisión. O sea, puras estrellas que más tarde triunfaron en la narración deportiva, la farándula de nuestro país y del exterior. Muy respetuosamente, sugiero a algunos locutores actuales que no griten mucho porque así no van a llegar a la edad de trabajo que yo llevo, que no sean irreverentes e incultos.” 

Anécdota en clave muy personal 

A manera de colofón quiero contar una anécdota que me sucedió con el maestro Carlos Consuegra Donado cuando yo estaba dando mis pinitos en la radio, concretamente en Radio Reloj, allá por los años 70s, y él era precisamente mi director: “Entraba al turno de doce a seis de la mañana de lunes a viernes para pagar como decimos en radio la novatada. El sueño hábilmente me estaba arrinconando en su caverna cadenciosa cuando llevaba tres horas de labores, y entre melodías y melodías me daba cabezada tras cabezada. No lo pensé dos veces, y entonces empecé a colocar los famosos mosaicos de La Billo´s Caracas Boys y Los Corraleros de Majagual que duraban hasta 12 minutos cada uno. Por unos instantes-, dejé que mis sentidos durmieran en sus vuelos, seduciendo quizás imágenes mensajeras de arcano misterio en el mes de octubre. 

De súbito, timbró el teléfono y abrí mis ojos sobresaltado, eran a las tres y treinta de la madrugada: ¡Buenos días a sus órdenes, contesté! Del otro lado del auricular una voz inimitable me decía: ¿Tito cómo se llama esa emisora? 

- ¡Radio Reloj, don Carlos, por qué! 

- ¿Y por qué cree usted que se llama Radio reloj?- 

- Porque debe dar la hora cada tres minutos, don Carlos!- 

- ¡Bueno, usted tiene más de 24 minutos que no la da!- 

Desde ese momento comprendí que con este veterano y vigente hombre de la radiodifusión colombiana se debería izar para siempre el pabellón de la rectitud y que además con él no se podría sortear el espíritu alienante de las reglas en los días siguientes preñados de posibilidades. 

Lo que dicen sus compañeros de Emisora Atlántico: 

El locutor y periodista Jorge Cura Amar: “Admiro su disciplina, talento y amor por su trabajo. Si llego a tener más de 80 años quisiera tener esa misma vitalidad.” 

El locutor y periodista Edgardo Caballero Gutiérrez: “Es un excelente ser humano, y un locutor como pocos...por algo lleva tantos años dictando cátedra.” 

El ingeniero de sonido Reynaldo Ojeda Corro: “Parece cabrero pero cuando lo conoces es la persona más amable del mundo.” 



martes, 11 de febrero de 2020

Piel braile









Piel braille
Para Homero y Sonata, invidentes de la calle 100
Con sus voces se fueron guiando como si vivieran en sus ojos: ¿De qué lado estás, Sonata?-A un metro tuyo, Homero- Y así,  a fuerza de tacto, vaciando la timidez, se inundaron de ganas, se despojaron de sus prendas hasta quedar completamente desnudos. La  claridad de la alcoba contrastaba con la cerrazón de sus ojos. Por la dureza y el alto relieve de sus pezones, se notaba que la piel de la muchacha jamás había sido domesticada. De pie, frente a frente,  él  comenzó a besarla en derredor a su nuca lo que la llevó por momentos a lanzar unos gemidos breves y precisos de amor en la entrada de un precipicio. Luego, pensándose dentro de cada uno, se besaron en la boca sin decir una palabra, se manosearon repetidas veces la piel braille de sus cuerpos,  mientras la tarde se iba tendiéndose a sus encantos. En ese caos de caricias y de súplicas, es decir, en ese nada existe que no se olfatee, Sonata abrió inevitablemente sus piernas para que Homero hundiera toda su erecta sombra en la estrecha cordillera de ella, hasta derramarle la hirviente llamarada con todos sus poderes lácteos. Al final, sus miradas parecieron perderse a lo lejos en el alma del silencio. Ambos sonrieron momentáneamente por el deber cumplido. Ellos, dueños de sí mismos, están seguros que a lo mejor en otra ocasión, aunque no existan las miradas, sus ágiles manos imantarán nuevamente bajo la piel de Erato  como una víbora que devora y resucita, la luz de los deseos a la velocidad del minutero obediente en ojos ajenos.


domingo, 12 de enero de 2020




Señas del perseguidor


Tito Mejía Sarmiento

Confieso que nací en un pueblo ribereño (Santo Tomás), donde hubiera querido nacer cada vez que naciera. Donde fui concebido además, por una hermosa pareja que se pasaba muchas veces la vida hablando del amor y sus metáforas bajo la tela de la noche y sus luciérnagas diminutas. Una pareja de ojos toledanos que transitaba asida de las manos por los mismos caminos aunque le pareciera cerca lo que estaba tan lejos.

Confieso que mi piel se eriza hoy en llamarada, ajena a la raíz que la redime, al acercarme a la ventana de la memoria: los primeros aguaceros de octubre internados en el arenoso patio de la vieja casa de paja, entorno esencial de nuestros sueños, que espantaban a las palomas de plumaje gris y blanco que en el loco afán  por resguardarse en sus casitas de madera que papá les colocaba en la cúpula de los árboles, cruzaban los aires en medio del émbolo sonoro de su gutural monotonía. Aquella gotera en mi cuarto con su entrañable olor a humedad, que en ósmosis mutua de ruido y frialdad, al caer en el recipiente de turno, no nos dejaba dormir.

Es que nada se puede detener sin sentir felicidad: mis hermanos cabalgando sobre escobas haciendo de jinetes enmascarados, y yo persiguiéndolos por las encharcadas calles del pueblo con un revólver imaginario entre mis manos hasta darles captura al final del arco iris.

Confieso que cuando tenía diez años, casi todos los viernes bajo la luz de una luna amaestrada, jugaba con la vecinita de enfrente, que tanto me gustaba, a “los besos robados.” Abro paréntesis para decir, que esa vecinita de enfrente, es hoy la compañera inseparable de mis días con muchos episodios que contar cuando el amor se declara culpable.

Confieso que con la devoción del flagelante de un viernes santo y con el luto de marfil herido por la pérdida de algún amigo, que sin decir su nombre quedaba clavado para siempre en el alma de todos los lugareños, no faltaba ni faltaré a los funerales en mi terruño, porque se viven, se sienten al unísono aunque en el centro de los mismos, esté el errante de lo mundano,  ese que por burlarse o por escapar aún más del terco intento, inventa cosas, se ríe o mira con piedad su propio simulacro.

Y como el tiempo huye y te da señas para que registres la huella de su paso, no quiero cerrar esta evocación  no sin antes decir, que sigo buscando con ojos persistentes  la cara de la vida en todos los rincones de mi pueblo, aun cuando me cobije en la inmaculada lágrima que se forma en los bordes de la risa y de la locura.