lunes, 7 de diciembre de 2015

Electricaribe apaga el espíritu navideño 

Por Tito Mejía Sarmiento

Las personas se han abstenido de adornar con luces navideñas el frente de sus casas, este año 2015, “por temor a que los recibos se disparen aún más de lo que se han disparado”

En estos primeros días de diciembre, me he dado a la tarea de recorrer muchos barrios del norte y sur de Barranquilla en horas nocturnas. He pretendido hallar como otrora una interminable hilera de casas adornadas con sus respectivas luces navideñas, pero he tropezado con una serie inmensa de oscuridad. Solo la luna como coqueta compañera suelta su intermitente festín de luz, como para poder ver por encima, las caras de amargura temporal que muestran la gran mayoría de los habitantes con quienes me he topado en esta urbe del caribe colombiano, por el incremento en las  tarifas, amén de los constantes y prolongados cortes de energía eléctrica.
Electricaribe, una de las empresas que en Colombia ha visto caer en picada su reputación como entidad prestadora de servicios, aduce que “todo se debe al fenómeno del Niño que se está extendiendo demasiado y lógicamente al precio del kilovatio en la bolsa”.

Electricaribe, en forma cínica sostiene además en su portal de internet que “dedica sus esfuerzos a conocer y satisfacer las necesidades de sus clientes y proporcionar un servicio excelente que además de cumplir con los requisitos legales, esté acorde con los compromisos voluntariamente asumidos por nuestro grupo”. Pero otra cosa es lo que pasa a diario en los hogares y calles  de la ciudad. 

Dicho de otra manera: “Para que se nos agote la paciencia jobiana y se nos rompa el bolsillo de quien ya no insiste en el espeso eslabón del aliento, mientras los propietarios de esta entidad, la clase política…, se mueren a carcajadas”. 

Y la pregunta de los  usuarios  barranquilleros sigue ahí surcando mares de extensas acrobacias: ¿Hasta cuándo Electricaribe?

Las personas se han abstenido  de adornar con luces navideñas el frente de sus casas, este año 2015, por temor a que los recibos se disparen aún más de lo que se han disparado.


Personalmente, me tocará refugiarme amables lectores, en la medida que transcurran los días de diciembre, el mes más bello del año, en la poesía como siempre lo he hecho, para sacarle un hermoso ritmo a las vicisitudes de la vida, mientras miro otra  noche que pierdo en mi cadena inconmovible  de recuerdos :“cuando unos infantes aprovechando la brisa de diciembre, volaban sus cometas  en la cúspide de la tarde, abuelos sentados como guardianes alucinados al frente de sus casas de bahareque bien adornadas e iluminadas,  parecían nutrir sus sabias palabras en sus atalayas flotantes, una hermosa mujer de rosado vestir daba de comer a una nube de palomas, en el diario de los abandonos picoteados, mientras en derredor las mariposas amarillas fluían en la cúpula de una flor y un gato negro corría raudo sobre los aleros donde  parecía agrandarse aún más, el ocaso de una tarde que ya no era. Luego la noche como galaxia rectora de su destino, en una  adorada aureola de deseos incubaba el goce tácito de las parejas.

Posdata: ¿Quién podrá de defendernos de esta empresa que ha agotado la paciencia jobiana de las gentes?
Como van las cosas nos tocará invocar  al filósofo Diógenes de Sínope quien apareció en cierta ocasión en una plaza de Atenas, a plena luz del día, portando una lámpara de aceites mientras decía: ¡Busco un hombre honesto!
¡Amanecerá y veremos dijo el ciego!


viernes, 6 de noviembre de 2015

Mario Miranda Marañón, el boxeador más taquillero en la historia de Colombia



Mario Miranda Marañón, el boxeador más taquillero en la historia de Colombia


Por Tito Mejía Sarmiento






Por la acera de la avenida Olaya Herrera con la calle 53 de Barranquilla, Mario Miranda Marañón, el hombre de las tres emes, el mismo boxeador carismático y prolífico que por la década de los 80 se convertiría, guardando las proporciones, en el mejor pagado de Colombia, ya que se daba el lujo de llenar todos los escenarios deportivos donde se presentaba con su boxeo cambiante. Imantado por los dioses del arte de fistiana, caminaba con su aspecto sencillo y pinta de galán de cine con un libro de boxeo, como ha de ser, bajo el brazo.


Ahora, al pasar junto a un puesto de periódicos y revistas de la esquina, se quita sus gafas Ray - Ban y se detiene a hojear El Heraldo, ejemplar que compra todas las mañanas, antes de irse a monitorear de lunes a viernes a una camada de boxeadores aficionados y profesionales en el gimnasio del estadio Metropolitano: “Creo, sin temor a equivocarme, que muy pronto tendremos nuevos campeones mundiales. Hay tres muchachos, pero no te digo sus nombres porque después los enferman, los endiosan, y les pasa como a mí, que me dejé llevar por falsos amigos, por la ruta del placer prohibido...y cuando quise despertar, abrir nuevos caminos, era tarde y se me vino la noche encima”, me dice con una pena superlativa y con la culpabilidad de una parte non sancta, y sonora como el tañido de la campana entre asalto y asalto de su pasado.

Boxeador por accidente


Cuando contaba con escasos 13 años y sufría de tabardillo, (Enfermedad parecida al tifus, con fiebre alta y continua, alteraciones nerviosas y san -guíneas, y una erupción que cubre todo el cuerpo), este gran estelar boxeador barranquillero nacido el 15 de mayo de 1960, se dirigió una mañana de octubre a la Piscina Olímpica, motivado por la práctica de la natación, pero ese día no abrieron las instalaciones del escenario deportivo por reparaciones internas, y entonces, como buceando en el entorno de la fragilidad de aquel instante, notó que una de las puertas del colindante Coliseo Cubierto Humberto Perea estaba abierta de par en par y sin pensarlo dos veces entró al tinglado que años más tarde le daría la gloria y el rótulo del boxeador más taquillero en la historia de Colombia.


“Recuerdo como si fuera hoy que el desaparecido entrenador de boxeo Antonio “Cochise” Orozco me dijo: ¡Hey, cabellón, ¿quieres guantear con ese muchacho que está practicando allá? Ese otro era nada menos que Pedro El Látigo Vélez.


Me dio una paliza de padre y señor mío, que llegué a la casa empapado de miedo, con los ojos bien hinchados, la boca partida, la nariz rota. Pero me la desquité años más tarde cuando nos enfrentamos con público, jueces, en fin, todo, y lo hice retirar del boxeo para siempre.


Creo, que desde aquella ocasión nació mi amor por el deporte de las ‘narices chatas’ y luego, con la ayuda de mis mentores comencé a ascender rápidamente en los campos aficionado y profesional, derrotando por knock out fulminante y técnico o por decisión unánime de los jueces a todo el que se me atravesara en el ring.


Lógicamente, también comencé a amasar una fortuna económica que, a pesar de mis locuras, hoy todavía se ve reflejada en bienes raíces y otras propiedades que me dan para vivir bien al lado de mi esposa Jackeline de Castro, en el popularísimo Barrio Abajo y con tres de los siete hijos que tengo, de los cuales cuatro son profesionales, y, lo más importante: sin tomarme un solo trago de ron, ni fumarme un cigarrillo desde hace 20 años.


Estoy dedicado plenamente a entrenar a mis pupilos y a comentar sobre boxeo en la sección Suena la campana, en los noticieros de Lao Herrera y Roy Vergara, que se difunden por Radio Tropical y Radio Libertad, respectivamente”.

Nuevo ídolo en Colombia


Los amantes del boxeo que asistieron la noche del 9 junio de 1979 al Humberto Perea vieron nacer a un nuevo ídolo del boxeo colombiano: un muchacho enjuto, cabellón, con más pinta de cantante de rock que de púgil del peso gallo, quien derrotaba al cartagenero Edelmiro Cassiani por decisión.

“Sentí una emoción muy fuerte cuando el público coreaba: ¡Dale flaco, dale! ¡Dale, cabellón, dale! Era mi primera pelea como profesional. Al día siguiente aparecí en casi todos los periódicos del país. Recuerdo que Fabio Poveda Márquez comenzó su programa diciendo: ¡Mario Miranda Marañón, el nuevo fenómeno del boxeo en Colombia, amables oyentes!”.

Gancho para la televisión nacional

Era tanto el impacto y el carisma que este boxeador estaba generando en el peso gallo y algunas veces en el peso pluma en todas las esferas de la nación, que el 27 de mayo de 1981, el gobierno nacional, a través del Ministerio de Comunicaciones, en cabeza de Antonio Abello Roca, autorizó la descentralización de la televisión nacional con la transmisión en directo, desde el Coliseo Humberto Perea de la pelea por el título continental de las Américas en el peso pluma, entre el mexicano Guillermo El Lobo Morales y Mario Miranda, teniendo como gancho la presencia de la diva del momento, la actriz Amparo Grisales.


“Gané por decisión y después, todos los promotores solicitaban mi actuación cada dos meses. Era la maquinita de hacer plata, comentaba la gente, hecho que me perjudicó también en mi carrera, como sucedió con la pelea por el título mundial pluma con el portorriqueño Juan Laporte, donde la preparación no fue la mejor por muchos motivos”.


Una doble frustración

En la madrugada del 12 de agosto de 1982, el mundo del boxeo se enteró de la trágica muerte del campeón mundial del peso pluma, el mexicano Salvador Sánchez en un accidente automovilístico.

Al momento de su muerte, se planeaba una súper pelea entre Salvador Sánchez y Alexis Argüello, revanchas contra Juan Laporte y Wilfredo Gómez, y por supuesto una pelea por el título mundial contra el retador número uno del mundo de ese entonces Mario Miranda. A raíz de ese hecho, el promotor cubano Tuto Zabala, representante de púgiles latinos ante Don King dijo que Miranda Marañón debería pelear obligatoriamente contra Laporte por el título mundial vacante en el Madison Square Garden.

“Te soy sincero, ese día estaba nervioso de pies a cabeza, no me sentía seguro con la preparación. Además, lo digo con toda la sinceridad que me cabe en el alma, estaba afligido por la muerte de Salvador Sánchez. De pronto, enfrentándome a él, otro gallo hubiese cantado habría estudiado su estilo. Ya todos saben lo que pasó, no salí a pelear en el round once porque estaba cansadísimo, y entonces el árbitro le levantó el brazo a Laporte como el nuevo campeón mundial del peso pluma.

Pocos meses después me recuperé emocionalmente y seguí ganando combates. Llegué a ser nuevamente retador número uno, pero la oportunidad de títulos mundiales no se dio. Luego, me fui a Winnipeg (Canadá), donde trabajé 10 años en una multinacional de excavaciones y boxeando, hasta cuando hice mi última pelea como profesional, el 3 de junio de 2004, ganándole por decisión unánime en 4 asaltos a Billy Tibbs”.

Proyectos

Hoy, este hombre que sigue enamorado del boxeo, que en el campo aficionado realizó 45 peleas, perdiendo solo 5, campeón nacional junior y declarado el boxeador más técnico del torneo en Bucaramanga, que en el profesionalismo combatió en 47, ganando 42, 25 por knock out, empatando 2 y perdiendo 3, quiere ver inmortalizada su grandeza en un escenario que lleve su nombre.

Anhela que se recupere el Coliseo Cubierto Humberto Perea (para ello confía en el alcalde Alex Char y el gobernador Eduardo Verano), para cristalizar un proyecto sobre la enseñanza del boxeo, para que llegue a un sitial de preferencia, no solo a nivel nacional sino internacional.












viernes, 9 de octubre de 2015



¡Si Carreño estuviera vivo!

Crónica testimonial que suele suceder casi todos los días



Por Tito Mejía Sarmiento*



El lunes 31 de septiembre de 2015, me levanté bien temprano como todos los días. Hice jaculatorias al cielo. Salté de la cama, me lavé la boca, me bañé, me vestí, desayuné, volví a lavarme la boca y me despedí gentilmente de mi señora y de una de mis hijas, quien a esa hora también se levantaba. Asumí la musa de las calles de Barranquilla, con el paso despierto de mis piernas para dirigirme a la estación del bus que me llevaría a mi trabajo, diciéndole por supuesto, “Buenos días” a todo el que me tropezaba en el camino, pero raro era el que me contestaba. Cuando voy en el bus, que a propósito llevaba un escándalo de “padre y señor mío” con champeta a bordo, interpreto el vasto silencio de una hermosa dama que sentada a mi lado, fluía ajena todas sus rosas, mientras arriba el sol parecía asomar sus primeras pavesas de mil ojos. ¿Cómo te llamas, preciosa?, le dije, respondiéndome tajantemente que a mí que me importaba.


Dos horas más tarde, comencé a intercambiar memorias con los amigos de la cátedra que fieles a sus dogmas, terminan a la larga, haciendo el trágico papel de hombres sabios porque sus alumnos parecen no interesarles dicha cátedra. Ahora entiendo el motivo por el cual la mayoría de los educandos, se alegra cuando oye decir de un rector que “mañana no habrá clases”. ¡Qué vaina, la escuela es una cárcel para muchos y prefieren según lo manifiestan sin tapujos “seguir metidos en Facebook escribiendo tantas estulticias”! (Aún recuerdo a mi gran amigo y colega universitario Julio César Castaño Bossio, quien con denodado esfuerzo a través de la enseñanza, daba cátedras de Gramática para la adecuada redacción de la Lengua Castellana y de la Literatura).

Luego de un apetitoso almuerzo y la consuetudinaria siesta, inicio el periplo de las actividades vespertinas.

Entro entonces, a las dos de la tarde en una entidad bancaria, y una de las empleadas, hace caso omiso a mi estimulante saludo cuando le digo: “Muy buenas tardes, señorita”. Al notar su indiferencia, saco un confite de mi bolsillo, se lo doy para ver si endulza su alma pero lo recibe, frunciendo su ceño con infundada ironía.

A las cinco de la tarde, me meto en las ondas hertzianas para despertar a una audiencia anestesiada con la música variada, pero mi esfuerzo resulta en vano.

Después, en la calle 72 con 48, a la muchacha de vestido pronto, también le robo decentemente su diálogo vespertino, pero me contesta con evasivos monosílabos. Voy entonces al parque Surí Salcedo, ese lugar que rompe sombras con sus chorros de luz enamorados y donde presos turpiales en jaulas gigantes, regalan sus tónicos conciertos a los instantes ingenuos y mi vista se tropieza con algunos “buscadores de la felicidad” quienes intentan cazar a sus respectivos amantes para gozárselos durante toda la noche.



De regreso a mi residencia, luego de una frugal cena, caigo pesadamente de cara a las estrellas ante tanta incultura de la mayoría de la gente, tanta falta de Urbanidad: ese conjunto de reglas, las cuales tenemos que observar y aplicar en nuestra vida: cordialidad, generosidad, elegancia a la hora de portarnos y expresarnos, como lo pregonó y aplicó en su “Compendio del manual de urbanidad y sus buenas maneras” , Manuel Antonio Carreño, ese gran músico, pedagogo y diplomático venezolano en 1853, quien a lo mejor a esta hora debe de estar revolcándose en su tumba.

Un importante “Compendio del manual de urbanidad y sus buenas maneras” que tuvo gran repercusión a nivel mundial, hasta el punto de que fue una obra aprobada para la enseñanza en las escuelas de instrucción primaria y secundaria de España y por supuesto de nuestro país, hasta cuando un presidente de cuyo nombre no quiero acordarme, lo sacó para producir como es lógico, la hecatombe inmoral que se refleja hoy en toda la piel del territorio nacional.

Tito Mejía Sarmiento*

Licenciado en Filología e idiomas, Universidad del Atlántico; locutor profesional; profesor de Tiempo Completo del Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla; poeta y escritor. Ganador del V Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, organizado por la Universidad Metropolitana de Barranquilla, en agosto de 2001.









domingo, 5 de julio de 2015



¡Ciudadanos hacen justicia por su propia cuenta!

¡Mucho cuidado con esa bomba de tiempo!

Por Tito Mejía Sarmiento




Por falta de credibilidad en las autoridades de nuestro país, las personas están tomando justicia por sus propias manos ante la presencia de cualquier acto delictivo, y esto a decir verdad, está trayendo consecuencias desastrosas. Lo más grave de todo, es que en algunos casos la fuerza pública, por ejemplo salva de las golpizas a algunos delincuentes, ladrones…, pero los dejan en libertad por falta de evidencias para judicializarlos por sus delitos y fechorías, lo que hace que el círculo vicioso de la impunidad sigue rondando estos hechos a diario en muchas ciudades de Colombia, mientras el tiempo expectora su amenaza y las aves en sus extensos vuelos se están llevando la paciencia de las gentes de bien que aún quedan en esta nación.


En los noticieros de televisión, redes sociales, casi todos los días abundan los videos de intentos de linchamientos a supuestos ladrones en diferentes ciudades de Colombia, donde turbas de personas neutralizan al hipotético delincuente para ajusticiarlo por su cuenta.


Según varios expertos en temas de seguridad, aseveran que la gente asume este tipo de actitudes “porque ya está cansada, porque las autoridades no están haciendo su trabajo”. “Cualquier ciudadano, frente a un hecho en flagrancia de algún delito, puede detener al delincuente”. Sin embargo, recomiendan que lo que deben hacer las personas, inmediatamente después de aprehenderlo “es ponerlo a disposición de las autoridades competentes como la Policía y la Fiscalía”.

El problema de asumir la justicia por las propias manos está, según Leonardo Díaz, psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, entrevistado por el periódico El Tiempo la semana pasada dejó entrever que “no es moralmente aceptable porque para eso las comunidades humanas hemos delegado, en las leyes, la aplicación de la justicia”.

“Lo único que se logra con este tipo de actitudes (los linchamientos) es que el delincuente se cohíba, pero, una vez superado ese miedo, puede volver a incurrir en el delito. Esto significa que aunque el individuo se golpee de manera brutal, como se aprecia en los videos, su comportamiento no va a cambiar “concluyó Díaz.

Muchas personas entrevistadas por este servidor en las calles de Barranquilla, hace 3 días conceptuaron que el estado colombiano se muestra indolente ante esta situación, que ya están cansados de tanta inseguridad en las casas y fuera de ellas.

Pero también es bien cierto, pienso yo acá muy humildemente que la justicia por mano propia no debe confundirse con el derecho que tiene una persona de defenderse ante una agresión hacia ella, a un tercero o a uno de sus bienes. Si el damnificado detiene al agresor configura un caso de arresto civil. Ello está previsto dentro del derecho cuando la autoridad no está presente. ¡Mucho atención amigos gobernantes que la luna saborea su reflejo, mientras alguien acecha el paso nervioso de las malas horas!



jueves, 11 de junio de 2015



Jairo Paba Salcedo
¡Después de la vida ese maldito dolor que llamamos muerte!

Por Tito Mejía Sarmiento

La noche del viernes 5 de junio de 2015, a las 7:25, levanté mis ojos al cielo barranquillero para hacer una jaculatoria. Noté que la luna no aparecía por ningún lado con la devoción errante de su nobleza eterna, como decían los poetas griegos en casi todas las noches del mes de junio. Esto me preocupó grandemente, porque yo también me dejo llevar por ese equilibrio de emociones fuertes, en muchas ocasiones. Entré en mi habitación enseguida como tratando de investigar ese vacío en el firmamento. Encendí mi computador y me tropiezo en el acto con varios mensajes: “Jairo Paba Salcedo acaba de morir, Murió el hijo de doña Cristy, El hombre del dedo arriba se nos fue, Fallece uno de los hijos favoritos de Dios”,…
Ahí quedé quieto, ensimismado lloré, porque me vinieron a la mente una seguidilla de recuerdos ligados con mi vecino de hace cuatro años en el Tabor, con quien hablaba casi todas las tardes, con este gigante de la Radio del Caribe que le dio brillo a la comunicación social:

1) “Recién vinculado a Radio Olímpica A.M., muchos oyentes llamaban a la estación, preguntando por ese locutor que arrastraba con su potente voz y nítida tonalidad, la consonante (R) erre (o ere, si se quiere precisar que representa el sonido vibrante simple) y que además, en sus turnos frecuentaba utilizar con mucho donaire refranes representativos de la Costa Norte de Colombia. Según nuestro director de entonces, Luis Altamiranda Sandoval, unos conceptos eran favorables en su gran mayoría y otros no. Altamiranda le tenía una fe inmensa a Jairo. Lo cierto es que en tan corto tiempo, Jairo se había constituido en el locutor más escuchado de Barranquilla en todas las capas sociales y por supuesto, el más cotizado y el mejor remunerado en toda la historia de la radiodifusión del Caribe. Lo demás lo conocen ustedes. Todas las emisoras querían a Jairo.

2) Hay un gesto muy humano de Jairo que lo tengo imbricado en mi alma para toda la vida: Mi primer hijo Nafer Alonso estaba hospitalizado en el Seguro de los Andes, debido a una méduloblastoma cerebelosa. Se necesitaba con urgencia una válvula de Hakim que no se conseguía en ninguna parte de la ciudad, para poder operarlo. Jairo fue a Cartagena, la compró de su propio peculio y se la regaló a mi hijo, quien desafortunadamente falleció en la intervención.

Algo me hermana contigo, líder; por lo sensible del momento se escapan entrecortadas las palabras, mi metáfora está además destruida y debo parar aquí por cuestión de espacio y tiempo. Guardo una vez más silencio, un silencio que parece extenso. Cada espacio de mi alma parece deshabitado, aún confundido con tu partida estoy, y es normal esta situación emocional en todo ser humano porque es con lo que a diario vivimos, tropezamos con los escombros que van quedando en la memoria y, por supuesto, ni siquiera los espejos de la realidad a veces los pueden descifrar.

Tú sabes que tengo mucho que contar de ti, mi admirado colega, y trataré hasta donde sea posible, narrarlo en un libro que titularé: “Jairo Paba Salcedo, el mejor locutor de cabina que parió el Caribe Colombiano en todos los tiempos”.

¡Ahora entiendo porque la luna no quiso salir la noche del 5 de junio de 2015 a las 7:25, ella también estaba triste, triste por ese dolor de vida, ese maldito dolor que llamamos muerte y que llegó precisamente un viernes para recordar! ¡Conmigo no se va a crear el olvido! ¡Dedo arriba, Jairo!...y, ¡Adiós como tú decías al finalizar cada turno! ¡Descansa en paz, mi pana que “el pájaro intenta alcanzar al pájaro que vuela con su nombre”, como dice el poeta argentino, Leopoldo Teuco Castilla!





miércoles, 13 de mayo de 2015

En la foto, Manuel Ramírez, este servidor, de pie,Roger Araújo, Rafael Xiqués y Sibeth Santana.

¡Cuando el recuerdo es rastro enorme que descansa sobre las órbitas del infinito!
¡Gracias, colega Roger Araújo Ensuncho por apodarme “Sensación”!

Por Tito Mejía Sarmiento

Corría el año 1975, cuando yo emprendía mis pinitos (turno de 12 medianoche a 5 de la madrugada) en la emisora Radio Reloj, “La pantera de Barranquilla” de la Cadena Caracol, que estaba ubicada frente a Bellas Artes, concretamente en la edificación denominada “La Perla”.
El Carnaval de Barranquilla estaba en toda su magnificencia, debido a que en su programación, sobresalía el reinado internacional con la participación de grandes beldades de varios países. A pesar de que yo entraba a laborar a las 12, trataba en todo sentido, de llegar temprano a la estación radial a las 9 de la noche porque vivía en ese entonces en mi natal Santo Tomás, Atlántico, y el transporte era demasiado pesado.



Varias emisoras se dieron cita aquella noche de carnaval en el teatro de Bellas Artes, donde se celebraba un encuentro con las reinas internacionales, y precisamente ahí, estaba como invitado especial por haber regresado de triunfar con la cadena Caracol en el mundial Alemania 1974, Roger Araújo Ensuncho, “El mundialista”, “El cañón del Caribe” comandando la tropilla de Radio Reloj que además contaba esa noche, con Sergio Ramírez, Luis Arias, Ley Martín, Mauricio Rieder, este servidor y la dirección del maestro, Carlos Consuengra Donado .

Cuando la luz de la luna parecía derramarse sobre las ramas de los almendros y robles en la entrada del teatro de Bellas Artes a las 10 de la noche, hizo su arribo la representante de Curazao, Neicy Bradford, quien a la postre se llevaría la corona ese año. Los colegas comenzaron a hacerle preguntas relacionadas con nuestras fiestas, pero la reina no respondía nada, al contrario estaba atragantada en el asombro de tantas preguntas que ella no podía responder por no saber Español. Alguien de la comitiva le dijo que ella sabía Inglés y Papiamento; en el acto le dije a Roger, que me diera un chance, que yo les servía de intérprete a todos mis colegas no solo de Radio Reloj sino de las otras estaciones. No pasaron 15 minutos de la entrevista en Inglés, cuando Roger soltó la expresión: ¡No joda, Tito, esta vaina es de Sensación!...Y “Sensación”, me quedé, bautizado para toda mi vida radial.



Muchos años después, sería su voz comercial en Colmundo Radio Barranquilla, donde pudo comprobar el tono sostenido de su prodigiosa voz y eximia dicción durante los 90 minutos de los partidos de fútbol y por supuesto, la precisa descripción relatora para beneplácito de la audiencia deportiva.



Roger se consagró narrando tres campeonatos mundiales de fútbol: Alemania, España e Italia, con la cadena Caracol. Tres Juegos Olímpicos, Moscú, Montreal y México. Diez vueltas a Colombia, cuatro vueltas a Francia, catorce Copas Libertadores, Juegos Bolivarianos, Centroamericanos y Panamericanos. Amén de ser un perfecto narrador de boxeo. Había laborado también en RCN, Emisora Atlántico, Todelar, Radio Tropical y El Minuto de Dios.

Su voz se apagó el martes 12 de mayo de 2015, en una clínica de Barranquilla, pero estoy seguro que quedará flotando para siempre en nuestros tímpanos como una bella metáfora que acosa la luz de la palabra, en medio de la escurridiza realidad.

¡Paz en tu tumba, gran colega Roger!... ¡Dame tu estilo, Roger!



¡Y gracias, Roger Araújo Ensuncho, por apodarme “Sensación”!



lunes, 4 de mayo de 2015



Carta abierta a mi hermano Nelson Ricardo Mejía Sarmiento


“Para que el recuerdo sea el invitado de todos los días”


Por Tito Mejía Sarmiento*

Querido NELSON:

En estos últimos días, cuando todos los medios de comunicación en Colombia, siguen ocupándose de tu caso, por la forma como te asesinaron alevosamente, fungiendo como alcalde popular de Santo Tomás – muy cerca de las dependencias del Departamento Administrativo de Seguridad (D. A .S.) - ¡Qué ironías tiene la vida! - en la ciudad de Barranquilla, el 29 de abril de 2004 y, cuando nadie estoy seguro puede limitar mi libertad conceptual, me dirijo a ti para decirte que, perdona que utilice la primera persona del singular, pero estas letras tienen tácito el plural de todos los que quieran adicionarse a ellas, mi vida durante estos once (11) años sin tu presencia, ha sido un inmenso mar de pena, angustia y dolor. La conciencia de la ineludible soledad me fustiga, pero también me motiva a la búsqueda tuya, me empuja a la región sombría que cada uno de nosotros llevamos dentro. De ahí, que guarde con sumo recelo tus videos, fotografías, apuntes, anécdotas, proyectos… Constituyen para mí, un gran referente de consulta habitual en el cual, siempre hallo la respuesta o al menos alguna pista, de lo que estoy buscando tiempos ha.

Amado hermano, todavía recuerdo aquel domingo 19 de febrero de 1983, cuando me pediste que te acompañara a la vecina población de Ponedera (Atlántico), donde ibas a ver en una finca a los hijos de unos humildes trabajadores, que estabas tratando para curarlos de unas alergias y otras enfermedades infectocontagiosas. Llegamos a las 11:30 de la mañana con un sol que acribillaba nuestros cuerpos y con una sed desértica a cuestas, después de haber caminado siete cuadras de donde el bus nos había dejado. El cuadro que vi fue conmovedor: unos niños de escasos cinco años, completamente desnutridos, catarrientos, mal vestidos y sin calzado al igual que sus padres, producto diría yo, de la explotación del hombre por el hombre en ese tránsito de la indiferencia estática. Media hora más tarde después de auscultar a los enfermos, observé que te quitaste los zapatos negros y se los diste a uno de los señores, pidiéndome al mismo tiempo que le regalara los míos a otro que estaba allí. Yo te dije: ¡NELSON, estos zapatos blancos me los estoy estrenando hoy. ¡Cómo así! – Dáselos, que tú tienes para comprarte otros, ellos no – me contradijiste en el acto.¡Saben qué, amables lectores! Nos regresamos para Santo Tomás, totalmente descalzos, y sin plata en los bolsillos porque les regaló para los medicamentos, también. Ahí comprendí que NELSON era lo que era y nada más.

También llevo imbricado en el alma aquel jueves 9 de septiembre de 1999, cuando el recibo de la luz llegó a mi residencia a la una de la tarde por un valor de $ 45.000 y con unas tijeras incorporadas anunciando el pago inmediato, debido a que tenía dos meses caídos. Yo solamente contaba, para decir verdad con $ 25.000 en el bolsillo y, enseguida pensé que la única persona que podría prestarme para completar el total a pagar, era precisamente NELSON, mi hermano, mi pana, quien para esa época atendía en horas de la tarde en su consultorio de la vecina población de Palmar de Varela.
Recuerdo que llegué a dicha localidad a las 3:00 p.m. en medio de una ligera llovizna, y en el consultorio había unos cuarenta pacientes: más infantes que adultos para ser más exacto. Y me dije para mis adentros: “aquí está mi salvación”. Esperé hasta las seis de la tarde, y en el preciso momento en que le iba a decir lo relacionado con el recibo de la luz, se presentaron dos jóvenes cargando a un señor de avanzada edad, que sangraba por su pierna izquierda, ya que lo había mordido una culebra venenosa en el corregimiento de Burrusco. Le vio la herida y ordenó que lo trasladaran urgentemente para Barranquilla, porque no tenía suero antiofídico ahí en el consultorio. En medio de su dolor, el paciente herido expresó que no tenía ni cinco centavos para irse a la capital del Atlántico porque era demasiado pobre. NELSON me miró y me dijo que le diera lo que tuviera, a lo que yo le argumenté que me había presentado a su consultorio a pedirle prestado $20.000 para completar el pago del dinero correspondiente al recibo de la luz, pues me la iban a cortar ese mismo día sino la pagaba enseguida. No me tocó otra que darle mis $ 25.000 al señor ante la solicitud del médico NELSON MEJIA. De regreso a casa le dije: “Ajá mi hermano, tanta gente y no paga, ¿qué?”—Así es, y cómo se hace si son pobres y yo tengo que darles, me respondió con una sonrisa en sus labios.
¡Saben qué amables lectores! Me cortaron la luz en mi residencia, pero me quedó una gran enseñanza de nobleza: El primero de mayo de 2004, durante el sepelio de NELSON, aquel señor de avanzada edad, el mismo que había sido mordido por la culebra venenosa, se me acercó llorando como un niño desconsolado y dándome un abrazo, me dijo que él se había salvado por ese médico tan humanitario y tan bueno que iban a enterrar, y que hubiese preferido ser mejor él, el muerto.




Es que ambos, amado hermano NELSON, teníamos mucho en común: “Tú procurabas hacer de la vida un canto a través de la Medicina y yo escuchaba y seguiré escuchando a la vida cantar en la poesía”. Difícil encontrar hermano mío, unas ejecutorias tan grandes como las tuyas para el bien de un pueblo en una jornada vital tan breve, y difícil además, concebir una vida con una mayor proyección. Tengo la sensación NELSON, de que todo lo que viviste, amaste y sufriste, lo hiciste con una intensidad que estaba relacionada con el corto tiempo de vida de que ibas a disponer: ¡46 años!
Los que te sobrevivimos, tenemos la obligación de mirar tu fugaz existencia con un profundo respeto, pero sobre todo quedamos con el imperativo de recoger tus banderas, de seguir tus ideales, de transformar nuestra indignación por el absurdo e inevitable suceso de tu asesinato, en energía progresista de nuestra realidad no sólo de Santo Tomás sino de toda esta Colombia sufrida.

Además, quiero manifestarte que he creado con todo lo que la gente me cuenta de ti, un océano maravilloso de anécdotas, convirtiéndome de paso, en una especie de notario marino de las mismas: “Para nada lo mataron, gritó a todo pulmón, una humilde mujer del barrio primero de mayo, porque todavía sigue haciéndonos favores”. “Yo me gané la lotería con el 0429” (fecha de tu homicidio) decía entre sollozos, otro joven de la Urbanización Camino Real. “Mi mamá se ganó una grabadora con el 2115 (registro médico tuyo) en una rifa” argumentaba una risueña señorita moradora del sector Siete de agosto…

Te cuento que Eloina, nuestra madre querida, ha perdido un poco la memoria y no es para menos, amén de toda la alegría que prodigaba con su natural vivacidad. En el mar de sus ojos, solo se balancean grandes olas de tristeza, hoy. Tres veces a la semana quiere ir al cementerio a regar y a sembrar nuevas flores y plantas en tu tumba porque muchos seguidores tuyos, en un acto que sobrepasa los límites de la fe en ti, se las llevan a sus casas para sanar, como en efecto sucede, a sus enfermos.

En cuanto al viejo Tito, te informo que falleció el 11 de abril del 2011, a las cuatro y diez de la madrugada en la Clínica Mediesp, producto de una fuerte gripe y una inclemente artritis que lo dejó inmóvil. Te cuento que a pesar de sus 92 años de edad, tenía su visión, audición y mente incólumes. Y cuando se veía rodeado por seres de tu misma sangre, preguntaba mucho por ti.

Tu esposa, tus hijos(as), tus otros hermanos(as), familiares y los habitantes de Santo Tomás, sumidos en el dolor, no alcanzan a comprender, en sus justas medidas, lo que pasó y entender, hasta qué punto, las personas están extrañamente unidas como hilos en esta urdimbre de acero que se relaciona con los destinos humanos.
Ellos como yo, no guardamos aversión en nuestro interior hacia los responsables de esta tragedia sino que seguimos llorando con sentimiento porque el llanto lava las ventanas del corazón, pero eso si, axiomáticamente, exigimos justicia tanto terrenal como divina, a pesar de que en nuestro país, cada día esa justicia parece desmoronarse por múltiples razones.
Te seguiré escribiendo hermano mío, porque la vida sin palabras es triste y las palabras sin vida son más tristes todavía y por supuesto, para que el recuerdo sea el invitado de todos los días.

*Poeta Colombiano

martes, 14 de abril de 2015





Mi casa

Alguien abrió la puerta.
Muchos se fueron,
menos la eternidad de mis viejos.


Tito Mejía Sarmiento

lunes, 13 de abril de 2015



Presentes ausencias

Por Tito Mejía Sarmiento



Humildemente retrato con la palabra, parte del universo vivencial de mi papá César Eurípides Mejía Pizarro, el incondicional amigo, el hombre de manos infinitas para todos los abrazos que hoy, hace exactamente cuatro (4) años, partió de este mundo.


Quiero decirles, amigos lectores, que todavía la soledad se llena con su rostro ausente. Por toda la amplia casa donde residía en la calle Granada hay un dolor múltiple, se avivan los asombros, se oye su voz ronquita: ¡Enciende la televisión para ver el noticiero! ¡Ven, negro Tito, vamos a practicar el Inglés para que no se me olvide!¡Pásame la novela “Un hombre destinado a mentir” de Ramón Molinares que le estoy dando la segunda lectura porque es emocionalmente maravillosa! ¡Compláceme con “Granada”, la canción que interpreta el tenor mejicano Alfonso Ortíz Tirado! ¡Llámate al mono Bibio, Rafael Visbal y a mi hermano Néstor para jugar dominó en el Nuevo Mundo, por favor! ¡Dame un trago de Sello Negro con soda! Esa misma voz apaciblemente baja que, mi madre Eloina, su compañera de toda la vida, la mujer que lo llenó de amor, hijos(as), nietos(as), bisnietos(as), amigos(as) parecen atrapar, pero que les resulta inabordable, es decir, todo un implícito rumor de pena o para ser más exacto, una revelación de la ausencia del ser.




De ninguna manera, esa mirada puesta en lo vivido de mi querido viejo, desplegará su cansancio en el filo de los días, jamás el ayer tallado en su presencia, volverá a nacer llevando la premura de su ser en el fondo del horizonte, pero el amor que le impregnó a toda su familia, si viajará aferrado a su sombra y no se atrasará por veloz que el tiempo intente escapar.
En los muchos años que lo traté muy de cerca, noté que mi viejo amado siempre estaba en el correcto territorio de la ternura. Por eso, su recuerdo será el primer invitado todos los días y por eso hoy, 11 de abril de 2015, unas lágrimas ruedan por mis mejillas porque como dijera el poeta Uruguayo Eduardo Espina: “La vida debe a la voz (en este caso la voz ronquita de mi viejo amado César Eurípides), su libertad entre ideas desacostumbradas.”




Santo Tomás, 11 de abril de 2015

martes, 3 de marzo de 2015






Homenaje al locutor Jairo Paba Salcedo, el líder de la radio

“El son es lo más sublime para el alma divertir, se debería de morir, quien por bueno no lo estime”

Ignacio Piñeiro



Por Tito Mejía Sarmiento

La brisa del domingo primero de marzo de 2015, parecía multiplicarse en el estadero “La Estación” y sus alrededores, en pleno corazón del populoso barrio “Las Palmas”. Cuando las manecillas de mi reloj marcaban las tres en punto de la tarde, ya no cabía un alma más en ese templo de la música salsa. Hombres y mujeres de todas las clases sociales se habían dado cita allí para rendirle un sincero homenaje a Jairo Paba Salcedo, según mi concepto, el mejor locutor de cabina que ha parido el caribe colombiano en todos los tiempos o como lo define el gran comentarista de béisbol, José Marenco: “Jairo Paba Salcedo, el hombre de voz recia y de gran personalidad que con su carisma y alegría se robó el corazón de Barranquilla”.

Un joven lanzaba al aire un desafío de baile cuando sonaba en la amplificación el tema “Mi negra va a gozar” de la orquesta Son de Paul Ortiz y otro invadía enseguida el centro de la pista. La multitud entró en un paroxismo total.

A las cinco en punto de la tarde como estaba previsto por los miembros del club social “Dinámicos”, hizo su arribo “el hijo de doña Cristi”, “el hombre del dedo arriba”, “el mismo que es ciento por ciento barranquillero, salserísimo, esquinero… Varios colegas de la radio como Luis Altamiranda, Mauricio Rider, Édgar García Ochoa (Flash), Juan Darío Chica, Víctor Buelvas, Lucho Meza, Adalberto Herrera, David Reyes(el ciclón) y este servidor, le hicimos una calle de honor en medio de una sonora ovación de aplausos que se extendió por más de cinco minutos. Jairo saludó con su poderosa voz al público presente, agradeciendo el aprecio que se le sigue teniendo en grado sumo, mientras dejaba fluir su humildad característica. Además, Paba Salcedo reiteró que seguiría difundiendo hasta más no poder, los diferentes ritmos caribeños que le dieron orígenes a un género musical especialmente rítmico y alegre que se conoce con el nombre de salsa desde hace muchos años.

Cuando la tarde se vio cercada por la noche y el arpón perfecto de los whiskies y cervezas hacía mella en algunos catadores, entraron en escenas los cantantes Ángel y Marlon, Charlie Gómez, los humoristas Joselo de Colombia y Lencho de las Mercedes, el fonomímico “Robocot”.

Al filo de la una de la mañana del día lunes dos de marzo, las cortinas metálicas de “La estación” se cerraron, mientras en el cielo, cinco nubes locas presagiaban una ventisca, algunas parejas de enamorados no podían evitar la sombra de besos y abrazos que irradiaba en su interior y que después de una larga jornada de buena salsa, se regaría a lo mejor en las alcobas, la misteriosa fronda del amor.

Posdata:

SALSA
La razón por la que fue bautizado con este término gastronómico se debe a un programa de radio en Venezuela que ofrecía habitualmente este tipo de música y que era patrocinado por una marca de salsa de tomate llamada Pampero. El presentador, Fidras Danilo Escalona, muy conocido en aquel país, introducía las canciones haciendo referencia a dicha salsa.



jueves, 29 de enero de 2015

Vergonzoso amor


“Vergonzoso amor”
Por Tito Mejía Sarmiento *


Se ha dicho en múltiples ocasiones que cuando se tiene la responsabilidad de presentar un libro, se asume un enorme compromiso, y si se trata del libro escrito por un hombre que anteriormente fue mi profesor en la Universidad del Atlántico y que ha sido amigo de toda la vida, como es el caso de Ramón Molinares Sarmiento, el compromiso es enormemente mayor, pero por encima de esa pretensión, está el verdadero compromiso con el arte, con la honestidad de las palabras.

En toda narrativa, el cuento goza de su propia historia. Con el correr de los días esa historia la podemos dividir en distintos momentos. El oficio de contar como es sabido, es una acción caracterizada por la narratología, es decir, la relación entre el contar, el contarnos, y el tiempo hallado que genera la identificación cultural del mismo cuento.

En el caso del libro: “Vergonzoso amor “de Ramón Molinares Sarmiento, encuentro en algunos relatos una identificación propia del Caribe Colombiano (concretamente la población de Santo Tomás de Villanueva, Atlántico), dividida también en varios momentos, con morfología, sintaxis y arquitectura distintas a otros del mismo autor, verbigracia: “Chartier y Carne de varón tierno”, premiados en el concurso “Noventa años del periódico El espectador” que también se incluyen en esta compilación, lógicamente, sin olvidar la universalidad que tácitamente implican. Además, el autor ha sabido adecuarse talentosamente a un método de análisis de la modernidad literaria que llaman y, que aflora por ejemplo en Cortázar, Chejov, Poe, Quiroga y hasta en el mismo Borges.

Quiero significar que en la mayoría de los cuentos, el estilo está determinado por una confabulación proverbialmente filosófica y lo más importante, con una implicación psicológica cargada en algunos casos de un lenguaje humorístico propio de la idiosincrasia del Caribe colombiano, en medio de un aprieto social que padecen los seres humanos por las circunstancias de la vida. Cito por ejemplo del cuento “El ocaso del viudo”:”Estela era de cuerpo escuálido y senos escasos. Desnuda, tendida sobre la cama, parecía un paisaje desolado, sin flores ni frutos redondos en los que detener la mirada, pero del que brotaban de forma inesperada humedales que delataban la intensidad del placer que le producían las caricias. Se le iluminaban los ojos y se le encendía la piel cuando mis labios, después de relamer las zonas desérticas de su larga y delgada figura, topaban con oasis en cuyas aguas saciaba mi desesperante sed de viudo viejo”.

--Pensé que era su nietecita, don Miguel, me dijo un lunes por la mañana, con la seguridad propia de quien ya había conquistado sus favores y podía permitirse hablar de ella con familiaridad. Esa mañana tuve deseos de romperle a golpes su agresiva sonrisa pero logré contenerme, seguro de que todos los que me odiaban gozarían con el escándalo y encontrarían en él una buena razón para escarnecerme. Preferí soportar la humillación en silencio, muy a pesar de que el soberbio muchacho continuaba de pie frente a mi escritorio y debía observar burlonamente, mientras yo simulaba leer un informe, los escasos cabellos que yo peinaba cuidadosamente para ocultar los amplios espacios de mi calva otoñal—





No puedo dejar de resaltar que el amor, la traición, la pobreza, la desigualdad social y por supuesto la muerte -una invitada indeseable-, son los temas recurrentes en los cuentos de Ramón Molinares Sarmiento, quien con una estructura narrativa equilibrada desde el comienzo, nudo y desenlace, determina el ritmo y la tensión del lector que no quiere despegarse del texto como sucede en el cuento “La muerte de un adolescente”:



”Todos supimos aquí en Villanueva que el causante de la muerte del adolescente Fabio Donado fue Patrocinio Reyes, pero nadie lo denunció ante el alcalde y sus dos policías, que no podían desconocer los detalles del crimen, de dominio público desde la misma noche de su ejecución. Durante el velorio, en el patio y en la puerta de la casa de la tía del difunto los comentarios se hacían en voz suave, casi inaudible, pues, en la confusión, la pena y la ira suscitadas por la inesperada muerte del adolescente no pudieron sobreponerse a lo vergonzoso de la causa que la produjo. Los pocos que pasaron de la ira contenida a la expresión en voz alta, los más educados, alegan quejosos ahora, siete lustros después del homicidio, que no hubo denuncia ni investigación formal de las autoridades ni condena para el culpable porque en Villanueva no sabemos obrar con espíritu de cuerpo frente al delito. Otros sostienen que la impunidad obedeció a la cobardía, al miedo que inspiraba Reyes, que mucho antes de poner las manos en el cuello del adolescente había protagonizado un hecho sangriento en Barranquilla. Desde temprana edad, Patrocinio Reyes tuvo fama de pendenciero; después, ya en la juventud, siguió siendo el mismo buscapleitos, el “desbaratabailes”, como le decían en el pueblo.

Una noche, en Barranquilla, ciudad que visitaba con frecuencia para vender allí bollos de yuca, sintiéndose vencido en una pelea a trompadas librada al pie de una venta de refrescos, agarró el punzón de picar el hielo y lo hundió hasta la empuñadura en el pecho del contrincante. Salió de la cárcel a los treinta años, después de permanecer ocho en ella, sinceramente arrepentido de haber cometido el crimen; anduvo entre los burdeles de la ciudad por algún tiempo y regresó a Villanueva con un niño de brazos que no tenía como él los ojos verdes ni nada que hiciera pensar que fuera de su sangre, pero a quien, con la ayuda de Encarnación, su madre, crio como un hijo legítimo, con la ternura que inspiran los huérfanos y el rigor de quien no deseaba ver repetido en el adoptado su destino de indeseable.

Fabio fue muerto en el rincón de un patio enmontado, aledaño a la casa de Encarnación, sin cerca en el lado que daba a la calle. Su cuerpo flaco, de vértebras salientes, cuya blancura ósea era casi perceptible a través de la piel que las cubría, quedó bocabajo, con el pantalón y el calzoncillo enrollados en los tobillos y una franela blanca de rayas negras que, subida como la tenía, sólo le tapaba la parte superior de la espalda.

El patio enmontado separaba la casa de Encarnación de la de la señora Eugenia, quien, todas las noches, antes de acostarse, a eso de las ocho, se instalaba en el fondo del solar de su casa a hacer sus necesidades mayores. Sentada en una bacinilla de peltre que colocaba sobre un banco de madera, la señora pudo ver en el patio vecino, a través de la cerca de palos amarrados con alambre, las siluetas de dos adolescentes que, al paso de la luz de luna, no tardó en identificar.

Primero observó las figuras con curiosidad, después con asombro, y finalmente con estupor: Alfredito tenía el tronco inclinado hacia delante, como en cuatro patas, con las nalgas desnudas y la cabeza apoyada en el tallo de un papayo; y detrás de él, también desnudo de la cintura para abajo, Fabio agitaba su cintura con un vigor que contrastaba con la fragilidad de su apariencia. Avergonzada de lo que veía, la señora Eugenia cerró los ojos; cuando los volvió a abrir, Fabio, suspendido en el aire, en vilo, guindaba de unas manos fuertes que, detrás suyo, le apretaban la garganta. Cuando, con la lengua afuera, el muchacho dejó de patalear y fue lanzado como un pollo flaco contra el tallo del papayo, la señora Eugenia columbró el brillo de los ojos verdes de Patrocinio Reyes.

Lo visto por la señora Eugenia pasó en seguida a todos los oídos, a todos los labios, pero el homicida no fue denunciado ante las autoridades porque, como siguen sosteniendo algunos, el pueblo entero no pudo resolver la discordia establecida entre la muerte del adolescente y su causa: un crimen y una relación amorosa entre muchachos eran más o menos lo mismo para los villanueveros de entonces”.

Además, el autor Ramón Molinares Sarmiento nos presenta en sus cuentos “Vergonzoso amor y Larga espera”, con una asombrosa finura los triunfos y decepciones de sus personajes, apuntando al universo imaginativo y atrayente de los mismos con una unidad de espacio y tiempo (Cronotopo) formalmente funcional con el propósito de lograr al máximo el efecto final que parece más bien una sentencia donde vibra el yo penetrante con el yo habitual:

“Yo vi las lágrimas que brotaban de sus ojos cuando el café quedó silencioso y vacío.



Desde aquel día se convirtió en un hombre solitario y triste. Más de quince años lo vimos arrastrarse por esta cuadra. Dicen que no volvió a salir de esta calle porque lo apenaba la cicatriz que le cruzaba el rostro, pero yo creo que lo que más lo avergonzaba era que la bailadora de tangos siguiera todavía con el poder de conmover su alma”. (Vergonzoso amor).





“Danilo Cruz no pudo cumplir con sus obligaciones de varón en su primera noche de casado ni en las casi cien de intentos fallidos que le siguieron.

Virgen como era, como debía ser entonces en Villanueva la mujer que subía al altar para contraer matrimonio, Rosa Agustina esperó con curiosidad, quizá con algo de ansiedad y temor, que el hombre tomara la iniciativa, sin hacer un gesto que lo ayudara a sobreponerse al desaliento. Huraño él, habituado a la soledad de los campos, a hablarles en voz alta a las gallinas, a los cerdos, a las vacas que ordeñaba y al manso animal que lo llevaba al rancho por la mañana y lo traía de vuelta al pueblo en la tarde, Danilo quedó estupefacto, sin decir una palabra, sudando a chorros ante su esposa, la primera mujer que veía desnuda en su vida. Sin experiencia en las artes amatorias, ajeno a los prolegómenos de la cópula, desacostumbrado a dar y recibir caricias cuando se desfogaba en los montes, Danilo no buscó el beso de la desposada porque nada sentía en el miembro viril, cuya extendida dureza es lo que más incita a buscarlo.

La madre de Rosa Agustina, que había hecho construir en el patio de la casa una habitación para el matrimonio, fue la primera en darse cuenta de que su hija no había sido feliz en su primera noche de casada. Lo presintió cuando, en la mañana, todavía entre oscuro y claro, Danilo no la miró a los ojos al recibir la taza de café negro que le ofreció; y lo comprobó cuando, ya habiéndose despedido el yerno, que salió de prisa porque tenía que ir a darles de comer a los animales de su rancho, entró al cuarto de la hija y la encontró pensativa, con los ojos cansados, todavía desnuda bajo la sábana blanca y sin mancha que la cubría. La interrogó con la mirada, sin ocultar su ingrato presentimiento, y como Rosa Agustina cerrara los ojos y permaneciera callada, insistió en voz baja, sentándose a su lado: ¿te dolió mucho?

-No, mamá, no me hizo nada, déjame dormir.

- A veces sucede, se da con más frecuencia de lo que una cree; los hombres son unos tontos, se asustan la primera vez, debes tener paciencia, después verás que no te dejará dormir, querrá hacerlo de noche y de día, no le vayas a contar a nadie.

Pero Rosa Agustina tuvo la debilidad de contarle a la que consideraba su mejor amiga, ésta le contó a su madre, que a su vez le contó a la vecina, de modo que antes del mediodía se sabía en todo el pueblo que el matrimonio no se había consumado”.(Larga espera).



Como colofón, los lectores de estos cuentos deben tener presente que, por muy similares que sean a la realidad, e incluso apoyados en un hecho vivido, oído, o leído, lo que van a percibir es algo que fragua y recrea en la fantasía del buen narrador Ramón Molinares Sarmiento y que como tal hecho imaginario, él quiere por supuesto transmitirlo o en su defecto, como al mismo escritor argentino Adolfo Bioy Casares le pasara en su cuento “Las vísperas de Fausto”, venderle el alma a Mefistófeles. (Deténganse un buen rato en el cuento “El portador de la luz “y vivirán esa experiencia). Esto según el crítico y cuentista argentino Carlos Mastrángelo, “ no obsta para que todo cuento tenga que ser verdadero, pero no en el sentido de que la historia que en él se cuenta haya sucedido o corresponda a una realidad exterior (verdad histórica), sino, mejor, verosímil en cuanto que logrado, conseguido, plausible, creíble o, dicho de otra manera, coherente y satisfactorio para el lector, dadas la cohesión interna y la armonización de los elementos que lo integran, al conseguir el autor que los sucesos relatados sean “reales”, es decir, funcionen con total plenitud dentro de ese mundo real que es el creado por el texto”. A más de un lector le ha ocurrido todo eso cuando han leído algunos cuentos de Julio Cortázar, Alberto Pineta, Luisa Mercedes Levinson, Guillermo Tedio, Adolfo Ariza Navarro, Juan Carlos Céspedes, Aurelio Pizarro, Pedro Conrado…

Mil felicitaciones a Ramón Molinares Sarmiento porque los tinos en este libro titulado “Vergonzoso amor”, terminaron siendo más numerosos que los desaciertos.

Tito Mejía Sarmiento *

Ha publicado los libros de poemas: El ojo ciego del planeta, (1992); Visionarios, (1993); La suma de las noches, (1998); Crónica de los días, (2003); Confesión anclada en la soledad de mi alcoba, (2005); De la ciudad y sus amores ajenos, (2013).