jueves, 11 de junio de 2015



Jairo Paba Salcedo
¡Después de la vida ese maldito dolor que llamamos muerte!

Por Tito Mejía Sarmiento

La noche del viernes 5 de junio de 2015, a las 7:25, levanté mis ojos al cielo barranquillero para hacer una jaculatoria. Noté que la luna no aparecía por ningún lado con la devoción errante de su nobleza eterna, como decían los poetas griegos en casi todas las noches del mes de junio. Esto me preocupó grandemente, porque yo también me dejo llevar por ese equilibrio de emociones fuertes, en muchas ocasiones. Entré en mi habitación enseguida como tratando de investigar ese vacío en el firmamento. Encendí mi computador y me tropiezo en el acto con varios mensajes: “Jairo Paba Salcedo acaba de morir, Murió el hijo de doña Cristy, El hombre del dedo arriba se nos fue, Fallece uno de los hijos favoritos de Dios”,…
Ahí quedé quieto, ensimismado lloré, porque me vinieron a la mente una seguidilla de recuerdos ligados con mi vecino de hace cuatro años en el Tabor, con quien hablaba casi todas las tardes, con este gigante de la Radio del Caribe que le dio brillo a la comunicación social:

1) “Recién vinculado a Radio Olímpica A.M., muchos oyentes llamaban a la estación, preguntando por ese locutor que arrastraba con su potente voz y nítida tonalidad, la consonante (R) erre (o ere, si se quiere precisar que representa el sonido vibrante simple) y que además, en sus turnos frecuentaba utilizar con mucho donaire refranes representativos de la Costa Norte de Colombia. Según nuestro director de entonces, Luis Altamiranda Sandoval, unos conceptos eran favorables en su gran mayoría y otros no. Altamiranda le tenía una fe inmensa a Jairo. Lo cierto es que en tan corto tiempo, Jairo se había constituido en el locutor más escuchado de Barranquilla en todas las capas sociales y por supuesto, el más cotizado y el mejor remunerado en toda la historia de la radiodifusión del Caribe. Lo demás lo conocen ustedes. Todas las emisoras querían a Jairo.

2) Hay un gesto muy humano de Jairo que lo tengo imbricado en mi alma para toda la vida: Mi primer hijo Nafer Alonso estaba hospitalizado en el Seguro de los Andes, debido a una méduloblastoma cerebelosa. Se necesitaba con urgencia una válvula de Hakim que no se conseguía en ninguna parte de la ciudad, para poder operarlo. Jairo fue a Cartagena, la compró de su propio peculio y se la regaló a mi hijo, quien desafortunadamente falleció en la intervención.

Algo me hermana contigo, líder; por lo sensible del momento se escapan entrecortadas las palabras, mi metáfora está además destruida y debo parar aquí por cuestión de espacio y tiempo. Guardo una vez más silencio, un silencio que parece extenso. Cada espacio de mi alma parece deshabitado, aún confundido con tu partida estoy, y es normal esta situación emocional en todo ser humano porque es con lo que a diario vivimos, tropezamos con los escombros que van quedando en la memoria y, por supuesto, ni siquiera los espejos de la realidad a veces los pueden descifrar.

Tú sabes que tengo mucho que contar de ti, mi admirado colega, y trataré hasta donde sea posible, narrarlo en un libro que titularé: “Jairo Paba Salcedo, el mejor locutor de cabina que parió el Caribe Colombiano en todos los tiempos”.

¡Ahora entiendo porque la luna no quiso salir la noche del 5 de junio de 2015 a las 7:25, ella también estaba triste, triste por ese dolor de vida, ese maldito dolor que llamamos muerte y que llegó precisamente un viernes para recordar! ¡Conmigo no se va a crear el olvido! ¡Dedo arriba, Jairo!...y, ¡Adiós como tú decías al finalizar cada turno! ¡Descansa en paz, mi pana que “el pájaro intenta alcanzar al pájaro que vuela con su nombre”, como dice el poeta argentino, Leopoldo Teuco Castilla!