domingo, 15 de mayo de 2016



La incapacidad de recordar la palabra correcta
¡Estoy muy preocupado porque desde hace varios días, se me están olvidando como por arte de magia, algunas palabras a pesar de tenerlas ya en la punta de mi lengua!

Por Tito Mejía Sarmiento*

Un amigo de tertulias literarias, parrandas…, y cuyo nombre no voy a revelar por razones obvias, últimamente cuando hablamos me dice: “Estoy muy preocupado porque desde hace varios días, se me están olvidando como por arte de magia, algunas palabras a pesar de tenerlas ya en la punta de mi lengua”.

La desesperación de mi amigo se vuelve superlativa porque él está convencido desde todo punto de vista que es Alzhéimer, esa enfermedad mental progresiva que según los especialistas se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral; las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal, espacial y el deterioro intelectual y personal.

Mi amigo me manifiesta con temor que el Alzhéimer parece que lo estuviera encerrando en un cuadrilátero del cual no puede bajarse y lo peor, según él, varios miembros de su familia ya están bañándose en el piélago de ese monstruo de irreverente olvido.

Entonces, yo para hacerle un gordo favor le digo ¡qué alzhéimer ni qué carajo!, ¡que no se preocupe que eso es algo que la mayoría de las personas experimenta!; es decir, el, habitualmente, natural proceso de verbalizar unas frases, palabras (por ejemplo, “la cosa esa” cuando se refiere a nombres propios) que ocasionalmente usamos y que de algún modo, se queda atrancado debido a un molesto bloqueo mental que probablemente queremos emplear tratando de ganar tiempo, mientras llenamos el vacío de las palabras olvidadas.

Además, lo animo diciéndole que eso hace parte de una situación letológica. (Una palabra moderna derivada del griego lethe, olvido y logos, lenguaje y le recuerdo unos libros que dicen que en la mitología griega, Lethe era también uno de los cinco ríos del mundo subterráneo, donde las almas de los muertos bebían para olvidar todos los recuerdos terrenales y Lete o Leteo, cuyo nombre significa olvido, era una divinidad nacida del Éride ,conocida también conocida como la Discordia, concebida como una abstracción, y hermana de Hipno , el sueño- y Tánato , la muerte-).

Cabe destacar que la utilización del término letológica se atribuyó popularmente a Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo a principios del siglo XX, pero los primeros registros datan de la edición de 1915 del Diccionario Dorland Enciclopédico Ilustrado de Medicina, que definió letológica como la "incapacidad de recordar la palabra correcta".

Para darle colofón a esta no muy extensa apreciación conceptual, le manifiesto a mi temeroso amigo que nuestras mentes son asociativas y se cimientan con base en unos modelos de indagación interconectados, por eso, para que podamos recordar una palabra depende de unos generosos patrones con otras partes importantes de informaciones sobre todo lexicales, por ejemplo en vez de “embrollo”, acudimos minutos más tarde a “enredo, maraña, lío, caos, barullo” y así sucesivamente.

Por eso, mi estimado amigo, no te preocupes tanto y te recuerdo de paso lo que dice la gran poeta italiana María Paz Argentieri, en uno de sus versos del poema Prólogo:

“Si coges los numerosos cabos
de cualquier hilo
e intentas contarlos
entre los dedos te quedan
deshilachados, pero
vuelven al origen
de la madeja informe”.

¡Ah y se me olvidaba algo, tú eres y serás siempre, uno de mis mejores amigos de esta y de todas las vidas!

Tito Mejía Sarmiento*

Licenciado en Filología e Idiomas, Universidad del Atlántico; Poeta, locutor y docente de tiempo completo en el Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla.

Ganador del Quinto Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, 2001