jueves, 21 de abril de 2011

A la memoria de mi padre, César Eurípides Mejía Pizarro


¡Orgulloso me siento de ti, papá!


Imposible silenciar tu voz de mis oídos, papá. Borrar tu imagen de mi memoria, también es imposible. Desprender tu abrazo de mi cuerpo, es mucho más que imposible. Tu piel es mi piel, viejo Tito.
Recojo el abril de tu vida para la mía, mi viejo amado. Tus consejos jamás se gastarán, te lo juro, porque los guardaré en mi corazón, y tu inteligencia de contador empírico, y hablante de dos idiomas (español e inglés) mucho menos, porque será el manual de presencias para los días que me siguen en esta carrera febril sin metas, mi contertulio amado.
Ahora cuando acudo a los predios de mi infancia, me acuerdo de ti, enseñándome cómo manejar la primera bicicleta “Royal florido” que me trajo el niño Dios por los años 60, mientras Cipriano, Arnaldo y Nelson se desdoblaban en cólera porque sus barcos piratas no querían partir de aquel puerto imaginario de la alberca que tenía mi abuela María Guadalupe en aquel inmenso patio de arena blanca de su casa.
Cómo olvidarme papá, de la cotidianidad de tu mundo interior que transportabas a la esfera de la ternura de la vieja Eloina, quien entre otras cosas, te aguantó durante muchos años las travesuras del Casanova enamorador que fuiste y quien ahora tan débil y triste, te va a esperar impaciente en la terraza de la casa como si te hubieras ido de viaje. Te va a estar esperando para que bailes con ella magistralmente, la canción “El Guayacán” interpretada por Lizandro Meza que tanto te gustaba y el vals “Los bosques de Viena” de Johann Strauss.
¡Papá, yo quiero ser tu yo, disperso en mil amores!
Viejo Tito, en estos momentos la razón se levanta, rompe los esquemas tangibles y la tristeza por otro lado, toca el portón de las angustias, traspasa el tiempo de evocaciones viejas con su aguda lanza, mientras las huellas de la vida quedan impresas en los ojos del alma para siempre con sus lágrimas furtivas y rebeldes.
Entonces, sólo quedarán entre otras cosas, las fotografías sonrientes de épocas festivas, extrañas y el cenicero con el último cigarro que fumaste mientras jugabas dominó todos los domingos en El Nuevo Mundo con tus amigos Rafael Visbal, el mono Bibio, mis tíos Néstor y Gustavo entre otros , la infaltable botella de menticol y la libreta de apuntes con tu rosario de palabras en la mesita de noche , en un intento de amor sin despedida, viejo hermoso.
Y también por supuesto, quedarán Bertha, Vilma, Mirna, Libia, Germán, Alex, Alejandra y Kito escuchando tus pasos con un amor verdadero y transitando caminos sin tus manos por el resto de la casa. Me queda un olvido repleto de recuerdos que eres tú, papá querido. ¡Qué orgulloso me siento de ti, papá! ¡Te amaré siempre, mi querido viejo Tito!

Tu hijo, Tito Mejía Sarmiento.
Poeta Colombiano