lunes, 26 de diciembre de 2016

¡Calíope, una voz para dulcificar el oído!

¡Calíope, una voz para dulcificar el oído!

Por Tito Mejía Sarmiento


Qué iría a pensar Calíope, musa de la poesía épica y la elocuencia en la mitología griega, la misma de la  bella voz, que, Carol Mendoza Mattos,  una humilde  y agraciada adolescente de 17 años, nacida en el barrio 7 de abril, en plenos extramuros de la ciudad de Barranquilla, recientemente bachiller del Instituto Técnico Nacional de Comercio, resultase ganadora, adornándose con su patronímico,  de la primera edición del programa concurso "La Voz Teens" del canal Caracol televisión, al obtener el 58% de la votación de los colombianos.


Emocionada al conocer el veredicto final que la hacía acreedora de una beca universitaria y la grabación de un disco compacto con Universal Studios, en Estados Unidos, Carol o mejor Calíope dio gracias  a Dios, a sus  progenitores, familiares, amigos(as),  profesores de técnica vocal, y por supuesto  a Goyo, (mentora en el programa), cantante de Chocquitown, banda del género Hip Hop y de música alternativa  por confiar en sus capacidades histriónicas.

Digno de resaltar las ganas superlativas de esta nueva estrella que ahora brilla con luz propia en el firmamento colombiano  y que además dulcifica con su canto el oído del buen melómano, su superación cada día, en salir adelante con su talento, a pesar de los momentos adversos que le ha tocado enfrentar en la vida.


En nombre de  nuestro querido plantel, Instituto Técnico Nacional de Comercio,  donde cursó sus estudios y al cual representó en  diferentes concursos de canto tanto en Inglés   como en Español, que ganó con sobradas razones debido a su polivalente calidad interpretativa, queremos enviarle  una imborrable tarjeta de gratitud y felicitación por haberlo puesto en la cúspide y de paso, extendemos como siempre nuestra voz de aliento para que siga cosechando éxitos en lo sucesivo.

De seguro que muchas puertas oficiales que Calíope tocó y que nunca se abrieron, a lo mejor, de hoy en adelante se abrirán como las alas del cisne real, con el firme propósito, tal vez,  de   ganar indulgencias ajenas en la elasticidad de ciertas memorias.

Una vez más te decimos, humilde Carol o mejor Calíope, cuando tienes el mundo a tus pies: Don´t stop until you get it enough! (¡No te detengas hasta que consigas lo suficiente!).


martes, 6 de diciembre de 2016

Santo Tomás dentro de mí

Por Tito Mejía Sarmiento

Nací en Santo Tomás. Soy de los tantos nativos que aman a este terruño por distintas razones, casi siempre razones definitivas como las que tuvieron a lo mejor, los   hermanos Becerra para fundarlo hace más de 300 años, pero ya pocos recuerdan también es cierto, la suma de anécdotas o los referentes pasados con sus respectivas transparencias de estilos. Santo Tomás como casi todos los pueblos del Atlántico nace y se desarrolla gracias a la tenacidad de sus gentes, muy a pesar de quienes lo planifican, lo gobiernan, con muy raras excepciones, bajo los más grandes impulsos políticos descarados y egoístas, dicen amarlo con cierto desparpajo.           

Yo crecí con la triste sensación de que lo único que sucedía en mi pueblo eran los flagelantes del viernes santo, hasta cuando una gama de escritores e historiadores oriundos de ahí, como Ricardo Guardiola, (q.e.p.d.), Ramón Molinares, Mario Molinares, Roberto Sarmiento, Aurelio Pizarro, Pedro Conrado, Pedro Badillo, Pablo Caballero, Iván Fontalvo, Adalberto Charris,(q.e.p.d.),Tatiana Guardiola, Amelia Bolaños,Vera Judith Villa, José Ramón Mejía, entre otros, con una precisión matemática, argumentaron lo contrario. Hoy se siguen viendo los flagelantes pero hay otro color bajo el cielo tomasino. Es decir, ya no nos cuesta agacharnos   para recoger el equipaje. 



En Santo Tomás, uno puede maravillarse o estremecerse a diario porque converge un todo con errores y aciertos. Las diversas equivalencias culturales que han inmigrado, han soportado además procesos de cambios que forjan identidades inyectadas de lo local, lo forastero que, entre otras cosas, han producido como es lógico, una pluralidad sociocultural que comparte el mismo escenario cercano al Río Magdalena. De este modo, los habitantes de este pedazo de tierra, nos reinventamos la cultura y cada rama del arte en sus distintas expresiones como un desafío esencial todos los días. Basta con visitar las entrañas de una casa cualquiera para comprobar la inmensa hospitalidad consensuada que se le viene encima. 

De una calle a otra se cambia de paisaje. Junto a una casa de estilo moderno adornada con árboles de mango en su frente, puede haber otra con un estilo semi-colonial o neo clásico convocando a la memoria. Es como si la historia de nuestro pueblo se edificara cada día, independientemente que  nuestro municipio ha venido creciendo como un adagio, como un movimiento  de generación en generación a lo largo de los años. El más rico y el más pobre, la más mundana y la más pura reflejan su protagonismo por unas calles que conducen a un mundo de realismo mágico sin final que está dentro de mí, como una honda reflexión de la existencia humana, nunca abstracta, sino personificada que emociona a todos los aquí nacimos, crecimos y vivimos con una inmensa capacidad de aguante.


lunes, 7 de noviembre de 2016





Lluvia de pandillas



Por Tito Mejía Sarmiento

Recuerdo con mucho regodeo en los días juveniles de mi amado pueblo, Santo Tomás, un hermoso estribillo cuando empezaban a caer las primeras gotas de un aguacero:

¡Qué llueva, qué llueva

la Virgen de la cueva!

¡Qué llueva, qué llueva

la Virgen de la cueva!

Los pajaritos cantan,

la luna se levanta...

Era como si todos los amigos de la cuadra en la Calle Granada, nos conectáramos entre sí, los pensamientos que, generalmente también, se producían sin intervención de los sentidos o de agentes físicos celebrados, para encontrarnos en dicho lugar y jugar varios partidos de fútbol hasta cuando la lluvia cesara.

Hoy muchos años después, asomado a la ventana del apartamento donde resido, cuando veo un cúmulo de nubes que anuncian la proximidad de la lluvia en Barranquilla, solo atino a recitar con mucho dolor, un verso anglosajón muy conocido para espantarla, para que se aleje rápido, haciéndole eso sí, la respectiva variación traductora del original, para poder adaptarlo con la realidad que se está viviendo en nuestra urbe: el enfrentamiento entre muchachos de la misma edad (13,14,15), que ha cobrado en lo que va corrido del año 2016, más de 16 personas asesinadas por las llamadas “pandillas juveniles” que, entre otras cosas, se citan a través de las redes sociales para encontrarse en determinado punto de algunos barrios localizados en los extramuros de la ciudad, no para recrearse jugando fútbol sino para matarse con cualquier tipo de armas ante la impotencia de las autoridades que ven como el tejido social se va agrietando, mientras las personas de bien pegan un estentóreo grito en el cielo para ver quién le da solución a este problema que está tomando desvíos superlativos:

Rain Rain go away,

Come another day,

Little Arthur wants to play,

Rain Rain go away!



¡Lluvia, lluvia aléjate!

¡Vuelve otro día que Arturito quiere jugar!

¡Vuelve otro día!



Rain,Rain go away,

Come again another day,

because Boys want to kill themselves!

¡Lluvia, lluvia aléjate!

¡Vuelve otro día,

que los muchachos de Barranquilla

entre sí se quieren matar!

Ante la preocupación generalizada de la sociedad barranquillera, he consultado con dos especialistas en la materia, el sociólogo y escritor Pedro Conrado Cúdriz y la psicóloga Vanina Mejía Berdugo para conocer las posibles causas y efectos que llevan a esos muchachos de la presente generación a actuar de esa forma irracional y, para ver hasta donde es factible, se puede coadyuvar a ponerle coto a esta desagradable situación social que afea el bello rostro de Barranquilla ante los ojos del mundo.

Pedro Conrado Cúdriz: “Es cierto que este grupo de población es un problema para la sociedad y el Estado colombiano: en el estadio, en el barrio, en la escuela, o en cualquier otro lugar donde opera contra el mundo. Las preguntas que nos hacemos diariamente son: ¿Por qué viven desintegrados de la sociedad? ¿Cómo ocurrió este fenómeno? ¿Es nuevo? ¿Obedece al crecimiento urbano? ¿Simplemente es una fuerza caótica de la sociedad excluyente como la nuestra? Si hablamos de una sociedad de clase, entonces estamos hablando de una sociedad desintegrada, fragmentada por los que tienen más y no por los que tienen menos; mejor dicho, hablamos de una sociedad excluyente. <Por allá lejos queda el barrio La Chinita>, dicen las “personas de bien,” por ejemplo. O sea, por allá viven los más pobres, los más jodidos. ¿Qué significa esto? Pues, que somos inmezclables. Pero también que el modelo neoliberal colombiano no tiene interés en incluir, en mezclar las poblaciones con bienestar con las demás; es decir, en resolverle la vida a millones de colombianos que viven como zombis en la miseria. Este es nuestro apartheid, nuestra tragedia, tratar de construir una sociedad basada en la regulación social de clases para negar, lo que es imposible de hacer invisible, porque los pandilleros son seres humanos, que sienten y piensan, son también sentipensantes. Estoy recordando a Gustavo Petro, cuando era alcalde de Bogotá, que trató de romper esta estructura de clase intentando construir un barrio de pobres (que palabra de sufrida y fea) en un barrio de “clase”. Ese es el origen de la enfermedad social y mental de la sociedad colombiana.”



Vanina Mejía Berdugo: “ Si bien es cierto que el fenómeno social de las pandillas juveniles se ha venido presentando desde hace mucho tiempo en diferentes sectores de Barranquilla, con estilos, lenguajes, argumentos propios e inclusive con acciones únicas para poder atemorizar a los que sus miembros desean ser o consideran para ellos sus víctimas, también es muy cierto que, hoy en día, la nueva modalidad que se está imponiendo en la ciudad, es el enfrentamiento de algunos muchachos mientras llueve. Ustedes se preguntarán ¿Por qué bajo la lluvia? ¿Acaso hay algún estudio que demuestre la existencia de una estrecha relación entre el comportamiento agresivo de esos jóvenes y la lluvia? Ningún estudio ha demostrado lo anterior. Sin embargo, desde el punto de vista del enfoque social, esas denominadas “Pandillas” necesitan ser reconocidas, identificadas por algún factor, es decir ellas condicionan proyectar o manejar sus propias identidades o imágenes. Para los jóvenes que conforman dichas pandillas, es muy fundamental, que la comunidad en general e incluso sus propios enemigos de turno, puedan avistar en ellos un estilo de vida, marca o quizás modalidad que los reconozca para ser “ultra famosos”. De tal forma, que enfrentarse bajo la lluvia, es como invadir el lado más expresivo (catarsis) que un ser humano puede tener al momento de mojarse y/o bañarse libremente. Para nadie es un secreto que en una ciudad como Barranquilla, por costumbre o idiosincrasia, el agua caída del cielo representa alegría, gusto, nostalgia… Y es ahí, en ese instante, donde los jóvenes, precisamente, se liberan de todo. Así que, para esos grupos tratar de invadir la tranquilidad de una comunidad, los ayuda a sentirse como los verdaderos protagonistas o héroes del fenómeno social bajo la lluvia. La identidad y el vínculo en esos grupos, son los dos grandes factores que desencadenan el desarrollo de habilidades específicas en los mismos, para luego tomar acciones de enfrentamientos, riñas y por supuesto, muertes… El proceso de poder reinventarse (tomarse a la fuerza) viene a ser el principal mecanismo que lleva a manejar esas nuevas modalidades en la urbe: grupos reconocidos que necesitan crear espacios, para que sus víctimas y la comunidad en general “respeten sus leyes”, durante la caída de un fuerte aguacero.

El foco de atención para intervenir oportunamente a esos jóvenes, es crearles espacios diferentes, donde ellos pueden expresar sus propias conjeturas, para proyectarlos como gente de bien. Sumado a eso, se necesita plantear un proyecto de vida donde se sustente en cada uno: ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero? ¿Cómo me veo en algunos años? Y además, enseñarles la importancia de los grupos. Concientizarlos del valor que recobran, crear nuevas habilidades en los mismos para un estilo de vida diferente desde el punto de vida personal y social.



sábado, 24 de septiembre de 2016

Diálogo vespertino con mi madre.



Diálogo vespertino con mi madre Eloina, el día que cumplió otro año más de vida (21 de octubre de 2016)
Por Tito Mejía Sarmiento





_

¿Qué dice la mujer más hermosa del mundo y que con mucho amor me trajo a la vida?

_ ¿Y usted quién es?

_ ¡Soy tu hijo, Tito César Mejía Sarmiento!

_ ¡Pa´ joderte! ¡Tito es más bonito que tú!

…Pero mamá, ¿Yo soy Tito?... ¡Tu negro bonito, como tú siempre me has dicho!

Sonríe de momento, como tratando de apartar el Alzhéimer que desde hace 10 años, la tiene acorralada y suelta una pregunta: ¿Por qué tanta gente hoy, aquí en la casa?

_ ¡Estás cumpliendo años, mi amor! Y por eso, todos tus hijos, tus hijas, tus vecinos (as) estamos aquí para felicitarte.

_ ¡Eso es mentira! ¿Y por qué no está el sinvergüenza de tu papá? (Basta aclarar, que mi papá César Eurípides Mejía Pizarro, murió el 11 de abril de 2011)

_ ¡A lo mejor viene ahorita, mama!

_Estoy segura que no viene por estar enamorando a otras en el paseo Bolívar. Siempre lo ven por allá. ¿Niño, por qué no vas y le dices que venga? Dile que si no se ve tan viejo para estar todavía enamorando, muchachitas.

…En esos instantes, entra en la sala mi hermano Cipriano, el mayor y le dice: ¡Felicitaciones, Eloina!

_ ¡Otro que viene a joder con que cumplo años, hoy!

Mamá se levanta del sofá como tratando de buscar en la cocina a Vilma, mi hermana menor, la persona con quien más se identifica en sus ratos de lucidez. (Obvias razones, Vilma desde hace varios años, es la que más cuida de ella en el pueblo, mientras Cipriano, Bertha y yo que residimos en la capital, solo acostumbramos verla por cuestiones de trabajo, sábado, domingos y festivos, pero eso sí, estamos pendiente de ella a través de Vilma y por supuesto de Arnaldo, el hijo consentido de mi mamá, que también vive en Santo Tomás).


De pronto, suena en la voz de Javier Solis, la primera estrofa de una ranchera:

“Estas son las mañanitas que cantaba el rey David,
hoy por ser día de tu santo, te las cantamos aquí.
Despierta mi bien despierta,
mira que ya amaneció…
Ya los pajaritos cantan
la luna ya se metió…”

En el mar de los ojos de mi madre, se balancean grandes olas de tristeza, al terminar la melodía, y quizás como recobrando el don de la ubicuidad temporal por un instante, se mira en el espejo gigante que cuelga en la pared de la sala y sonríe al verse reflejada tan bella en otro rostro. Es decir, mamá parece ser la que huye, pero también la que se queda.

_ ¿Y cuántos años cumples hoy, entonces, mamá?_

_Todos los que usted quiera, señor_

Batiéndose como toda una leona para sacudir las palabras del deseo estancadas en su mente, y llevando en su memoria la huella de un ser querido que conoce y que lucha por momentos hallar su verdadero nombre, lanza una detonante pregunta que a todos nos parte el alma:

_ ¿Si ustedes dicen que yo estoy cumpliendo años hoy, por qué no veo a mi hijo Nelson, acá?_

Finalmente tragándome todo el aire ante semejante pregunta, opté por señalarle con mi dedo índice derecho, un retrato donde aparece mi hermano Nelson habitado de ilusiones. Mientras tanto, afuera la noche se hacía inmensa.

(A mi hermano Nelson Ricardo Mejía Sarmiento, lo asesinaron vilmente por la espalda cuando fungía como alcalde de Santo Tomás, el 29 de abril de 2004, frente a las instalaciones del D.A.S., en Barranquilla, siendo presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez).





¡Basta ya de tanta guerra!¡Votemos por el sí, este domingo 2 de octubre de 2016!
                                                                                  Con quién sueñas, abuelo Francisco
                                                                                                                    ahora que llevas
                                                                                                             tantos días de siesta.
                                                                                                                                  G.A.G.

Por Tito Mejía Sarmiento
Nos acostumbramos a buscar la muerte en los ojos de todos, solíamos pasar más tiempo en los cementerios que en nuestras propias casa, es decir, teníamos el sello de la parca en la solapa, nos volvimos paranoicos desde todo punto de vista, de ver tantos ríos de sangre que se desbordaron en las noches de vigilia sobre la palabra abandonada por el miedo. Y para decir verdad, todavía es la hora, que muchas personas no conocen el paradero de sus familiares por tanta guerra en derredor de toda la geografía nacional, pero llegó la hora de decir: ¡Basta ya de tanta guerra! ¡Votemos por el sí, este domingo 2 de octubre de 2016!
Personalmente, padecí los estragos de la violencia cuando el 29 de abril de 2004, a escasos metros del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), en  Barranquilla, asesinaron cobardemente por la espalda a mi hermano, el médico Nelson Mejía Sarmiento (un hombre como dijera el día de su sepelio, el escritor Ramón Molinares,  de puertas abiertas, por donde, sin pedir permiso entraba todo el quería a cualquier hora del día o de la noche), cuando fungía como alcalde de Santo Tomás, siendo presidente de nuestro país Álvaro Uribe Vélez, pero al igual que la mayoría de los colombianos, quisiera con todas las ansias de mi alma, vivir y envejecer por largo tiempo de la forma más pacífica posible, ser un poeta sin miedo, un poeta que pueda contar las estrellas completas de un cielo apacible todas las noches, mientras una leve brisa se mueva también bajo la luna y los pájaros cierren alegres sus alas para descansar en  sus nidos.   
Así como nuestros abuelos compartieron hace muchísimos años, el agua fresca de las tinajas, respetuosamente les digo a mis conciudadanos, que compartamos  también en una especie de Santo Grial, este domingo 2 de octubre de 2016, cuando el haya salido victorioso en el plebiscito, para asimismo acabar con tantos años de guerra fratricida en nuestra amada Colombia.
¡Entonces, bienvenida la paz que tanto hemos anhelado y que se calle la  multípara rechifla de las balas asesinas!


domingo, 4 de septiembre de 2016


¡Virginia De la Hoz, una metáfora de vida!

Por Tito Mejía Sarmiento

¡No  quiero llanto ante la infinita partida de una sencilla y humilde mujer de 94 años! Antes por el contrario, deberíamos darle gracias a la vida por haberla tenido por mucho tiempo con nosotros, por hacernos  felices con su bondad a toda prueba, con su sonrisa que clamaba el goce constante de los días. Para “Viñe”, mi suegra, no había tristeza en el vasto océano de los momentos adversos, entonces para qué llorar. ¡Nada de eso!
Primero pensaba y después actuaba con la paciencia jobiana para acertar en todo el centro de la diana.

Fui testigo en múltiples ocasiones de sus apuntes optimistas, su conciencia de mesura, su vocación proverbial, su entrega de amor total para propios y extraños,  su capacidad de observación cotidiana para hablar de emocionantes anécdotas de su pasado reciente y por supuesto del presente, por la  sencilla razón de que  su experiencia personal, su lucidez mental impecable, su envidiable audición, su visión cristalina  le permitían un  entorno tangible de la realidad acumulada de los días que vivió.

¡Por eso, no lloremos hoy! El mensaje es claro: la tristeza, como las tormentas, acaba por disiparse. Únicamente hay que mantenerse firme y soportar los embates de la tempestad mientras esta dure, como dice el poeta José Alcaraz.
¡Recordemos a la viejita linda y risueña por lo que fue, no por lo que uno crea que va a ser, eso sí, todos los  días recordémosla porque el olvido también tiene memoria! ¡Recordémosla con afecto y recogimiento, sin llorar, para que no nos pase como aquel  niño al que se le escapó un globo y comenzó a pedir ayuda, entonces las personas en vez de recobrarle su globo, lo que hicieron fue burlarse de él por la forma  como ascendía más el globo en el horizonte. 

¡La vieja “Viñe” fue, es y será para todos nosotros, la luz del verso que todo lo aclara aunque pase el tiempo! “Viñe” aparecerá  cada vez  que nos miremos   en el espejo de la casa que una vez habitó.
Como supongo que cada uno de ustedes: hijos, hijas, nietos, bisnietos, tataranietos y demás familiares  tienen un bonito recuerdo de “Viñe”, yo me quedo mientras miro la tarde que pierdo, con su   muletilla preferida: ¡Gea!
“Viñe” encontró en todos nosotros su recompensa, por eso atesoró muchas ganancias.
¡Hasta siempre, amada “Viñe”!
Palabras pronunciadas en el sepelio.

Santo Tomás, 10 de agosto de 2016

miércoles, 3 de agosto de 2016

Have a wonderful year and a prosperous carnival! ¡Feliz año y próspero carnaval!

 Por Tito Mejía Sarmiento

“Se fue en paz, con muy poco sufrimiento y rematando con un feliz año y próspero carnaval para todos”.

Ese fue el primer mensaje con el que me tropecé en el inbox de mi Facebook, la madrugada del 27 de julio de 2016. Según palabras de su hija María, el gran Teo Pérez Quintero, (hijo del famosísimo lector de noticias, narrador de boxeo y beisbol, Marcos Pérez Caicedo), había agonizado hacía pocos momentos de una penosa enfermedad, en Miami (EE.UU).

Juro que quedé anonadado por un buen rato, mientras lloraba por el amigo, a quien había conocido cuando trabajé en el Grupo Radial Colombiano de Barranquilla, gerenciado por su hermano, el también destacado locutor y periodista Marcos Pérez Quintero, a comienzo de los años noventa. Ahí, en esa cadena, Teo y quien escribe, servimos de traductores en Inglés, en los partidos de beisbol profesional colombiano narrados por Marcos Junior.

Si preciso más, la primera vez que lo conocí fue en la biblioteca departamental, hoy Meira del Mar, investigando sobre un trabajo que le había colocado un profesor de Lengua Castellana del Liceo de Cervantes, de donde salió egresado en 1976. Desde entonces seguí su trayectoria profesional en Colombia y los Estados Unidos, hasta el día de hoy, jalonada con la obtención de logros universitarios: Ciencias políticas y una laureada especialización en Finanzas en Manhattan College.

Con todo, aparte de los juicios para hilvanar este fragmentario panegírico, pero globalmente unitario además, Teo era poseedor de una voz privilegiada, tenía fluidez para unir pensamiento y palabra, es decir, lograba la frase exacta para el momento preciso. Como gran defensor y combativo que era del idioma Castellano, siempre nos decía que no nos olvidáramos de las palabras claves porque en cualquier instante las íbamos a necesitar ya que ellas eran como esas prendas guardadas en el ropero que a veces nos salvan cuando añaden jovialidad e improvisación.


Por algo, el reconocido locutor y periodista Abel González Chávez no escatimó esfuerzo para vincularlo en la nómina de Satélite, programa difundido por Emisora Atlántico con la conexión internacional a través del corredor americano. Emocionantes “los combates argumentales” sobre cualquier tema que Teo sostenía con el “cubano” José Marenco, el historiador Pepe Sánchez y por supuesto, Abel, el conductor del programa que se difunde de lunes a viernes en la franja de una a tres de la tarde.


No voy a apoyarme de un tajo en la premisa de que todo ser humano cuando muere es bueno, pero Teo, si lo era. Amén de ser una persona extraordinaria y genial, amaba el carnaval en todas sus manifestaciones. Apreciaba mucho sus amistades y las quería a cada instante. Su vida puede que se haya acabado pero su memoria y recuerdos vivirán por siempre y, golpearán el silencio con su inconmovible reposo que, causará como es lógico, una herida imposible de cerrar en la alborada de su esposa Yaneth, su hija María, sus hermanos y de sus amigos que tanto lo valorábamos.
Parodiando al poeta, traductor, crítico y lingüista español, Gabriel Ferrater Soler, el gran Teo será: “el recuerdo que tenemos ahora: ídolo impaciente para la fe sumisa del después".
Till we meet again, dear friend, Teo! ¡Hasta siempre querido amigo, Teo!

sábado, 9 de julio de 2016

¡Lao y Víctor Herrera, cuando la noticia corre por las venas!
Por Tito Mejía Sarmiento*

Lao y Víctor se despiertan ahora más temprano que nunca (tres y treinta de la madrugada) en sus respectivas residencias, dándole muchas gracias a DIOS (son unos creyentes empedernidos) y sin la necesidad de un reloj despertador. El motivo de este madrugón es encontrarse otra vez en las comunicaciones, o mejor para “enfrentarse en la difusión de sus  noticieros en el horario de 5:00 a 9:00 a.m., en su primera y única emisión. Víctor en Radio Tropical de la cadena Radial La Libertad y Lao en Radio el Sol RCN y Radio 1 FM Estéreo”.
Pero también vale la pena aclarar a los lectores que, “esa levantada tempranera”, no es una mera coincidencia, más bien parece una inveterada costumbre que proviene de don Víctor Herrera De la Espriella, su padre, uno de los hombres más cultos de Barranquilla, quien les inculcaba que “había que levantarse lo más temprano posible de lunes a viernes bajo los efectos motivadores del gran hacedor del universo, para realizar las tareas escolares y para estar enterados de todos los aconteceres orbitales”. Y quien aún a sus 103 años de vida vividos a plenitud, les recuerda con vigor la frase del escritor y maestro del periodismo polaco Ryszard Kapuscinki que - “para uno poder  escribir una hoja tiene que haberse leído cien” –
“Nuestro padre, el mismo de las famosas efemérides difundidas a través del radio - periódico “Informando” del siempre recordado Marcos Pérez Caicedo, es el mejor consejero  que tenemos y de  él aprendemos, como es lógico, al pie de la letra las grandes lecciones de la vida”, responden al unísono estos dos importantes valores de la radio y la televisión del Caribe Colombiano, nacidos en una humilde vivienda del barrio Los Andes, hace más de cincuenta y seis años.
Cabe destacar que cuando la ciudad aún tiene en sus entrañas el peso acumulado de miles instantes reprimidos, Lao y Víctor, los hermanos Herrera, hacen ejercicios diafragmáticos, guturales, se dan el consagrado baño, saborean el aroma de una humeante taza de café caliente, se llaman por teléfono entre sí, se visten con la pulcritud de los hombres caribeños, se miran al espejo sin el lastre de ser otros sino ellos mismos, para luego a las cinco en punto de la mañana, “estar prestos en la lectura de las noticias, entrevistas y  comentarios” , y respondiendo como es lógico durante la emisión del noticiero, todas las inquietudes y solicitudes de la audiencia como si hicieran parte de un verdadero canto gregoriano de los caballeros crucíferos en la antigua Roma. Entonces, los oyentes empiezan a llamar a sus respectivas líneas telefónicas, “armándose una troyana guerra conceptual” con epítetos, particularidades… por supuesto, sin pasiones.., gracias a estos dos hermanos de carne y huesos nacidos, repito,  en una humilde vivienda del barrio los Andes, cuando en  nuestra ciudad se podía dormir con las ventanas abiertas para que la brisa caribeña entrase por ellas sin pedir permiso.




Trayectoria
Sentados en el patio de la casa de Víctor que está situada en el populoso barrio El Prado, con la presencia de su padre y bajo la tímida sombra de un cúmulo de helechos y palmiches que sirve de testigo mudo de esta entrevista, más unas eróticas gotas de  lluvia que caen,  y los no muy lejanos retratos de pintores colombianos que ornan el ambiente, Víctor y Lao cuentan a los lectores de la revista  “La Urraka” sobre la respectiva trayectoria en la radiodifusión colombiana de cada uno:
Lao: “Arranqué en la radio en 1974, comentándole a Tomás Barraza Manotas en La Voz de la Patria, quien más tarde me  insinuó que narrara fútbol. Así lo hice y me fui para Caracol Cúcuta, regresé a Barranquilla, narrando para Emisora Atlántico, pasé a RCN en Santa Marta, Medellín, Cali, Pro - deportivo Sutatenza en Bogotá con Armando Moncada Campuzano. Trabajé después en Todelar Barranquilla, donde tú, mi querido Tito, fuiste a propósito mi voz comercial al lado de Luís Alberto “Cheo” Feliciano y Efraín Peñate Rodríguez. Años más tarde, me dediqué a la lectura de noticias en Caracol y después en Radio Tropical, donde estuve vinculado varios años, en Barranquilla Estéreo un corto tiempo, y ahora en Radio el Sol RCN y Radio 1 FM Estéreo.  Además, narré varias peleas de boxeo por  campeonatos mundiales, recuerdo aquella memorable por el título mosca entre  Fidel Bassa y  Dave McAuley en Belfast, Irlanda del Norte, al lado de los desaparecidos colegas Fabio Poveda Márquez y Ernesto McCausland. Aquello, fue realmente épico por muchos aspectos: el clima, los jueces, el público, el idioma Inglés, del cual, Fabio y yo no sabíamos ni jota, de vaina McCausland que lo hablaba perfectamente. Fui elegido concejal de mi ciudad Barranquilla con unos proyectos cristalizados”.

Víctor: “Fundamentalmente, me inicié en calidad de director deportivo en Todelar Barranquilla, años después pasé al Grupo Radial Colombiano,  luego a Caracol, haciéndole comentarios con mi hermano Joao a Edgar Perea Arias. Entonces, hice un cambio en mi vida radial y salté como editor político al periódico La Libertad. Pero Tito, tú sabes que el gusanillo de la radio es incesante y regresé a ella como reportero de la mañana en  Caracol al lado de Rafael Sarmiento Coley. Incursioné a la televisión, y allí me fui abriendo paso en el periodismo social, fui el director Regional de noticias en Caracol Radio. En Telecaribe hago  “Tertulia Caribe” con Martín Tapias. Ahora estoy desde hace bastante rato en Radio Tropical con mi noticiero. Además, soy abogado pero nunca he ejercido el Derecho  y con el ánimo de superarme cada día más, terminé  una maestría en Comunicación Social con énfasis en nuevas tecnologías”.



Los Noticieros Radiales de hoy en la ciudad
Parecen escarbar en los recodos de sus mentes para no herir susceptibilidades por algún nombre omitido, antes de hablar de los colegas que leen noticias o tienen sus espacios como apoyándose en la famosa sentencia del novelista israelita David Grossman: “Si humillas a alguien nunca tendrás un buen vecino.”
Lao: “Casi todos los periodistas  que dirigen noticieros en nuestra ciudad tienen mundo, han sabido aprovechar la tecnología, tienen categoría, tocan temas profundos porque tienen facilidad conceptual, respetan al oyente, sientan su posición ante cualquier adversidad sin dejarse torcer. Por ejemplo, Jorge Cura Amar es un excelente profesional, incansable, digno de admirar indudablemente. Otro admirable es Osvaldo  Sampayo Cobo y Víctor López, en fin hay  mucha gente buena que viene abriendo surcos en las noticias, pero no hay un buen lector de noticias como Marcos Pérez Caicedo, Gustavo Castillo García, Ventura Díaz Mejía, tres monstruos de la época pasada”.
Víctor: “Hay una generación de gente en el periodismo noticioso que está trabajando con principios mucho más éticos, con más tecnología, verbo y gracia: Jorge Cura Amar, un ejemplo de un  extranjero que es bien recibido en nuestra ciudad por su calidad, excelente profesional que le sirve mucho a Barranquilla, Osvaldo Sampayo Cobo que se acaba de ganar otro premio nacional de periodismo, Henry Forero Jaramillo, Eduardo Hernández, quien a mi modo de escuchar tiene la mejor dicción en la lectura de noticias,  el mismo Ricardo Díaz De la Rosa, entre otros. En fin, hay de donde escoger  sin lugar a dudas”

Sueños por cumplir
Catalogados por sus admiradores como unos locutores y periodistas destinados a la continua búsqueda de mejoras para la ciudad y el Caribe colombiano e innovadores a escala social que poseen una visión muy amplia, dicen simultáneamente que el gran proyecto o sueño que tienen en mente es: “Trabajar juntos en un noticiero de televisión con un nuevo plan de vida, un ritmo diferente de lunes a viernes, y en  donde podamos decir las cosas sin ningunas limitaciones”.

Tito Mejía Sarmiento*
Licenciado en Filología e Idiomas, Universidad del Atlántico; poeta, locutor y docente de tiempo completo en el Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla.
Ganador del Quinto Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, 2001.




martes, 14 de junio de 2016



“El proletariado de los dioses”

“El cronista no tiene la verdad absoluta pues la verdad más valiosa es la que le cuentan sus personajes”

Juan Villoro



Por Tito Mejía Sarmiento*

Luego de haber leído con mucho detenimiento todas las crónicas que componen este libro, me queda la seductora sensación de que hay muy buenos cronistas en el Caribe Colombiano, entre ellos Paul Brito, que hacen distinción al género narrativo con el sano propósito de revalorarlo críticamente desde la configuración de nuestros días sin afectar como es lógico la credibilidad tradicional.



Quedé fascinado. Y lo manifiesto, no por ser su amigo, porque por encima de los compromisos de la amistad está la responsabilidad con la palabra, con la literatura o con el propio arte. Por algo, los entendidos en la materia: Ramón Molinares, Alberto Salcedo Ramos, Heriberto Fiorillo, Álvaro Suescún, Juan Isaza, Iván Bernal, Joaquín Mattos Omar, Pedro Conrado y Michael David Durán no dudaron tampoco en derramar en los diferentes medios de comunicación, un torrencial aguacero de buenos calificativos acerca del mismo.

Entonces, se me hace imperativo recomendar con lealtad lectora este texto por múltiples razones. La primera, porque en las aristas del relato hegemónico de cada crónica por ejemplo, comienzan a aparecer toda clase de personajes donde la omnisciencia del narrador los acompaña con buen tino en lugares por los cuales se mueven: colegios, centros comerciales, iglesias, gimnasios, pueblos lejanos de las urbe…, entendiendo que ellos no en todas partes se comportan de la misma forma.

Algo destacable por parte de Paul Brito es que sitúa en el centro a la gente común e incluso a su propio padre “el canario Brito” con distintos formatos: un día mi padre zarpó de las Islas Canarias, su tierra natal cuando tenía 19 años de edad para establecerse en América pensando que el mundo era redondo, redondo como un balón de fútbol (El manglar y el canario); unos jubilados jubilosos que recuerdan el cliché de que los viejos terminan siendo niños de nuevo (Jubilados jubilosos); o de unos pobres relojeros que dan la impresión de que el tiempo se estuviera agotando (El oficio de reparar el tiempo); unos muchachos que viven en los extramuros de la ciudad que se dedican a domar el tiempo a través del compás de su propio cuerpo bailando el breakdance (Instrucciones para quebrarse los huesos), y terminan haciendo, como es lógico, el trágico papel de hombres sabios de su propia persistencia.

La segunda razón, por la manera como fueron escritas las 14 historias, teniendo en cuenta los tres tipos de crónicas que se conocen: narrativa, descriptiva y argumentativa con una enorme profundización filosófica, permitiéndole a cada uno de sus personajes la ética que todo cronista debe respetar, ya que por lógica, es una condición sine qua non para percibir el universo literario que se desea, es decir, acá la vida misma gana con el encantamiento de la Literatura: Las manías, como las olas remolcan una promesa pero también una reclamación. El mar le concede a quien está en la playa todas las olas que mueren a sus pies, como un reflujo de las miles de generaciones que lo antecedieron, y los miles de impulsos y afanes que aún se agitan en su sangre (Maestros de la repetición).

Además, “El proletariado de los dioses” es un libro de viajes con atractivas metáforas

donde el estilo personal del autor está repleto de unos elementos valorativos que transportan al lector hacia donde él quiere y lo retorna satisfecho a su lugar de origen: parece mentira que una cosa tan inasible como el viento, tan abstracta, le cambie el rostro a la ciudad, modifique el comportamiento de sus habitantes, desfigure sus modales, los arrincone en la ridiculez y que el responsable ni siquiera se pueda señalar con el dedo (Una historia al viento). Y que ese mismo viento haga que un calvo agarre los tres pelos que lamen su cráneo y trate afanosamente de pegárselos de nuevo, pero la brisa burlona no se lo permita.

Paul Brito a lo Juan Villoro, reconocido escritor de México, tuvo que aventurarse a experimentar todo lo que implica escribir un texto de crónicas, debió tomarse todo el tiempo necesario para reconocer e interpretar la realidad, y también emprender la gran odisea para apropiarse de los hechos y espacios justos que se involucraron con los protagonistas de “El proletariado de los dioses”.

Gracias, Paul Brito por darnos a conocer tu libro, a mí personalmente, me sirvió para interpretar otro valor agregado acerca de la crónica. Por algo, es tan grande y secreto el techo del mundo que a él mismo le sacamos las verdades sin que se dé cuenta.


Tito Mejía Sarmiento*
Licenciado en Filología e Idiomas, Universidad del Atlántico; poeta, locutor y docente de tiempo completo en el Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla.
Ganador del Quinto Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, 2001.

domingo, 15 de mayo de 2016



La incapacidad de recordar la palabra correcta
¡Estoy muy preocupado porque desde hace varios días, se me están olvidando como por arte de magia, algunas palabras a pesar de tenerlas ya en la punta de mi lengua!

Por Tito Mejía Sarmiento*

Un amigo de tertulias literarias, parrandas…, y cuyo nombre no voy a revelar por razones obvias, últimamente cuando hablamos me dice: “Estoy muy preocupado porque desde hace varios días, se me están olvidando como por arte de magia, algunas palabras a pesar de tenerlas ya en la punta de mi lengua”.

La desesperación de mi amigo se vuelve superlativa porque él está convencido desde todo punto de vista que es Alzhéimer, esa enfermedad mental progresiva que según los especialistas se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral; las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal, espacial y el deterioro intelectual y personal.

Mi amigo me manifiesta con temor que el Alzhéimer parece que lo estuviera encerrando en un cuadrilátero del cual no puede bajarse y lo peor, según él, varios miembros de su familia ya están bañándose en el piélago de ese monstruo de irreverente olvido.

Entonces, yo para hacerle un gordo favor le digo ¡qué alzhéimer ni qué carajo!, ¡que no se preocupe que eso es algo que la mayoría de las personas experimenta!; es decir, el, habitualmente, natural proceso de verbalizar unas frases, palabras (por ejemplo, “la cosa esa” cuando se refiere a nombres propios) que ocasionalmente usamos y que de algún modo, se queda atrancado debido a un molesto bloqueo mental que probablemente queremos emplear tratando de ganar tiempo, mientras llenamos el vacío de las palabras olvidadas.

Además, lo animo diciéndole que eso hace parte de una situación letológica. (Una palabra moderna derivada del griego lethe, olvido y logos, lenguaje y le recuerdo unos libros que dicen que en la mitología griega, Lethe era también uno de los cinco ríos del mundo subterráneo, donde las almas de los muertos bebían para olvidar todos los recuerdos terrenales y Lete o Leteo, cuyo nombre significa olvido, era una divinidad nacida del Éride ,conocida también conocida como la Discordia, concebida como una abstracción, y hermana de Hipno , el sueño- y Tánato , la muerte-).

Cabe destacar que la utilización del término letológica se atribuyó popularmente a Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo a principios del siglo XX, pero los primeros registros datan de la edición de 1915 del Diccionario Dorland Enciclopédico Ilustrado de Medicina, que definió letológica como la "incapacidad de recordar la palabra correcta".

Para darle colofón a esta no muy extensa apreciación conceptual, le manifiesto a mi temeroso amigo que nuestras mentes son asociativas y se cimientan con base en unos modelos de indagación interconectados, por eso, para que podamos recordar una palabra depende de unos generosos patrones con otras partes importantes de informaciones sobre todo lexicales, por ejemplo en vez de “embrollo”, acudimos minutos más tarde a “enredo, maraña, lío, caos, barullo” y así sucesivamente.

Por eso, mi estimado amigo, no te preocupes tanto y te recuerdo de paso lo que dice la gran poeta italiana María Paz Argentieri, en uno de sus versos del poema Prólogo:

“Si coges los numerosos cabos
de cualquier hilo
e intentas contarlos
entre los dedos te quedan
deshilachados, pero
vuelven al origen
de la madeja informe”.

¡Ah y se me olvidaba algo, tú eres y serás siempre, uno de mis mejores amigos de esta y de todas las vidas!

Tito Mejía Sarmiento*

Licenciado en Filología e Idiomas, Universidad del Atlántico; Poeta, locutor y docente de tiempo completo en el Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla.

Ganador del Quinto Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, 2001









lunes, 11 de abril de 2016

¡Para que el recuerdo sea el primer invitado de todos los días!

¡Para que el recuerdo sea el primer  invitado de todos los días!
Por Tito Mejía Sarmiento *
“Hay personas que nunca se van, que los pueblos no dejan ir, que permanecen en los parajes más secretos de la memoria colectiva”. (Ramón Molinares Sarmiento)

Este 29 de abril de 2016, se cumplen 12 años del infame asesinato de mi hermano Nelson Ricardo  Mejía Sarmiento, a pocos metros de las instalaciones del DAS en Barranquilla, cuando fungía como alcalde de Santo Tomás, Atlántico, siendo presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez.
Se han escrito tantas páginas acerca de él, algunas clamando verdad y justicia por su asesinato; otras reconociendo al gran líder carismático que, según opinión de muchos, sentó un precedente sobre una forma de hacer política en Santo Tomás, guiada bajo los principios de honradez y honestidad teniendo como fin último el bienestar del pueblo, pero la página que nos interesa a todos, especialmente a los familiares, es decir,  sobre los autores que dieron la orden o determinaron acabar con la vida de mi hermano, aquel maldito 29 de abril de 2004, ya no se dice  absolutamente nada de nada. ¡Todo sigue en la impunidad! Por eso, mi madre querida Eloina Sarmiento Charris, a pesar de haber perdido un poco la memoria a sus 87 años de vida y no es para menos, con justa razón  se pregunta mientras en el  mar de sus ojos, solo se balancean grandes olas de tristeza: ¿Entonces, quién mató a mi hijo Nelson?
En la búsqueda de esa respuesta comienzo a incorporar un collage de textos, fotos, novelas, poesías, panegíricos que parecen inconexos pero que juntos transmiten, un universo personal, tangible, con inquietudes, virtudes... Hago un pequeño recorrido aleatorio (instantes de su vida) que me parece fundamentalísimo y que de alguna manera siento que lo define:

Veo a Nelson, el niño enjuto, de orejas que llegan al cielo, simulando curar con unos alambres eléctricos que hacen las veces de estetoscopio, a otros niños de su edad en la cuadra de la calle Independencia (casa marcada con el número 1262, donde nació el 14 de junio de 1956) como presagiando quizás, ese universo hipocrático que lo esperaría años más tarde para satisfacción personal, familiar y de la sociedad, esa sociedad que lo anidó para siempre en su corazón y que lleva en los ojos desde aquel trágico 29 de abril de 2004,  un rebelde dolor que todo el mundo mira.

Después de haber culminado su bachillerato en el colegio diversificado Oriental de Santo Tomás a los 16 años de edad, Nelson viaja a la ciudad de Cuenca,  capital de Azuay en la vecina República del Ecuador con el inmenso propósito de estudiar Medicina, carrera a la cual le haría el amor todos los días sucesivos de su existencia para mitigar el dolor de sus semejantes en un derroche vital al servicio de la amistad sin límites.

En aquella fría capital ecuatoriana, Nelson a pesar de los “apuros económicos” por los que atraviesa, le imprime a su ángulo de estudio un giro de ciento ochenta grados, para ocupar los primeros puestos en casi todos los semestres en la famosa Universidad Estatal de Cuenca.

Latente está en mis retinas cuando yo trabajaba en Valledupar entre los años 70s, y parte de los 80s, su inconfundible escritura con la letra (L) meciéndose de izquierda a derecha y viceversa, solicitándome a través de una extensa misiva que le enviara mensualmente más de cinco mil Sucres (moneda de aquel entonces) por la devaluación del peso colombiano ya que necesitaba comprar unos libros de Medicina con énfasis en Pediatría, su fuerte académico y en donde encontró ríos de límpidas y sosegadas linfas que abreviaron su ávida sed de saber,  de aladas ideas y de pensamientos profundos.

El 18 de agosto de 1982,  Nelson recibe el título de Doctor en  Medicina y  Cirugía.
A la ceremonia de graduación asistió mi madre Eloina Sarmiento Charris, quien de regreso a nuestro terruño por la vía aérea, mostraba orgullosamente a los pasajeros que se sentaron cerca de su silla, el diploma de su hijo médico. Y no era para menos, su vientre había parido tal vez como dice el connotado escritor Ramón Molinares Sarmiento en uno de sus relatos publicados en la prensa de Barranquilla: “Nelson fue y será uno de los mejores médicos de Santo Tomás en toda su historia. Y nunca antes este pueblo de más de veinte mil habitantes había convertido a un hombre en objeto de tanto amor. Nelson era un corazón de puertas abiertas, por donde, sin pedir permiso, entraba todo el que quería a cualquier hora del día o de la noche. En ese corazón tan grande como una casa, el desamparado sabía que podía encontrar y hacer suyo lo que necesitaba de la alacena o del armario de los medicamentos”.

Sin ser yo ningún arúspice  creo que mi hermano Nelson curaba con sus ojos llenos de afectos y su voz baritonal, específicamente cuando se trataba de infantes. Porque no hay, no pasa por la mente del hombre ni un solo concepto que no sea afectivo, en grado mínimo o en grado sumo. Y el  médico Nelson Ricardo Mejía Sarmiento al intuir una realidad cualquiera, su querencia estaba implícita en su misma comprensión con los pacientes, a quienes veía como tales y no como clientes. Definitivamente, Santo Tomás y otros  pueblos circunvecinos tenían en Nelson a un filántropo de tiempo completo.

Y no se puede dejar a un lado, la significativa influencia que Eros ejerció sobre Nelson, galán de noble estirpe, que una veintena de hermosas mujeres configuran su producción idílica como un cáliz maravilloso que permite apurar los ensueños de la pasión.
Puedo afirmar que Nelson antes que amar a mujer alguna,  jugó su febril corazón al azar y se lo ganó el mismo amor. Nelson tenía una idea perfeccionista del Romanticismo, y por eso se enamoró muchísimas veces, en busca de ese amor ideal que sólo lograba encontrar bajo la madrugada de sus ojos.  
En un país angustiado y salpicado por la crisis social y la guerra, Nelson llegó a ser elegido dos veces alcalde popular de Santo Tomás para los períodos constitucionales  de 1995 a 1997 y de 2004 a 2007 (obteniendo las más altas votaciones en  la historia del pueblo tomasino y realizando una magnífica labor en su primera administración: ¡Ahí están las obras, ante los ojos de todos!) pero unas balas asesinas acabaron cobardemente con él, aquel 29 de abril de 2004 a las 12:45 de la tarde. 
Segundos después, la vida a todos los habitantes de la población se le vino encima como un volcán de iracunda erupción que todo el mundo conoce. Y el pueblo que es soberano y constituyente primario no se convirtió en el payaso de la realidad y supo interpretar la historia, eligiéndolo nuevamente por tercera ocasión aun estando muerto,  en la persona de su esposa Onésima Beyeh Cura, el domingo 27 de junio de 2004.   

¡Cómo borrar de mis retinas, su ataúd cubierto de flores, panegíricos, canciones, poesías, afiches y estampas entregadas por desconocidos y desconocidas que también lloraban su muerte!
¡Cómo olvidar a la multitud vivándolo, aplaudiéndolo y pidiendo justicia bajo el torrencial aguacero de aquel primero de mayo de 2004. Ni aquellos abrazos solidarios que recibí esa mañana, de personas que al estrechar mi cuerpo, se sentían a lo mejor un poco más cerca de Nelson!
Si el sentido de la vida es llegar a ser querido, sé que partió pleno.
¡Nelson ya no está, eso es cierto! Lo más terrible de la muerte es el propio vacío, la ausencia eterna de su materia. Ya no puedo volver a abrazarlo, mamarle gallo, pelear con él… Tampoco podemos seguir añorando a Nelson sin ser consecuentes con las reflexiones y retos que nos legó. Su erguida herencia ante todo creativa, combativa, trabajadora, emplaza a todos los tomasinos y tomasinas de hoy a investigar para la sana discusión, para no dejar en el estricto pretérito los hechos que construyeron y cambiaron a nuestra amada tierra tomasina antes y después del gran líder llamado Nelson Ricardo Mejía Sarmiento.

Nelson no sabía que lo iban a matar. Lo que sí sabía, es que un grupo de amigos escritores como Ramón Molinares Sarmiento, Pedro Conrado Cúdriz, Aurelio Pizarro Meola, Roberto Sarmiento Fontalvo,  Manuel Guillermo Ortega (Guillermo Tedio),  Moisés Fontalvo Escorcia, Aurelio Pizarro Meola, Edwin Navarro Bravo  y yo lo íbamos a recordar para siempre, y que parodiando al maestro Héctor Abad Faciolince, lucharíamos por rescatarlo del olvido al menos por unos cuantos años más, que no se sabe cuánto duren, con el poder evocador de las palabras para que el alba, se haga alba en la eterna cantata de sueños, y de paso los recuerdos se conviertan en poemas cuando el viento empiece a abrazar vivencias y las golondrinas pueblen los inviernos de nuevo en las copas de los árboles, para que su memoria sea la memoria de otras memorias y por supuesto, para que ¡para que el recuerdo sea el primer invitado de todos los días!
Tito Mejía Sarmiento* Poeta, Locutor profesional, Licenciado en Filología e Idiomas (Universidad del Atlántico). Docente de tiempo completo en el Instenalco de Barranquilla.


  

sábado, 27 de febrero de 2016

A la memoria del locutor, Gustavo Castillo García, fallecido el 17 de febrero de 2016, en Barranquilla. Esta entrevista me la concedió el 9 de octubre de 2010)





(A la memoria del locutor, Gustavo Castillo García,   fallecido el 17 de febrero de 2016, en Barranquilla. Esta entrevista me la concedió el 9 de octubre de 2010)

Siempre seré el número 1: Gustavo Castillo García
Por Tito Mejía Sarmiento


“Inventé la cuña: Tarde o temprano su radio será un Phillips y Murcia se lo vende en la calle de Jesús_ Marcos Pérez me fregó después porque sacó otra agregándole. ‘”Philco se lo fía”, recuerda Gustavo Castillo.


Con su chispeante buen humor, Gustavo Castillo García recuerda que él nació “en Magangué, la tierra del coroncoro muelón, pero los mejores momentos de mi vida han transcurrido en Barranquilla, en donde siempre seré el número uno en el periodismo radial, y ni hablar del peluquín, doña Obdulia”. Era, en esos años de 1960 a 1990, el dueño de la sintonía radial. Además, cuña que se convirtiera en éxito era producto del talento de este genial locutor. La cita estaba planeada con tres días de antelación para un día de septiembre a las nueve de la mañana, gracias a los contactos de los colegas Eduardo Hernández Vega, Julio Castaño Bossio y Pepe Sánchez.
Hicimos sonar el timbre en tres ocasiones en una casa del barrio Paraíso de Barranquilla, antes de que apareciera Gustavo Castillo García en compañía de Jorge Iván, uno de los seis hijos del matrimonio con la agraciada dama manizalita Ruth Valencia de Castillo.
Tarde o temprano.
En la amplia sala de su casa se exhiben hoy estratégicamente varias clases de aquellos radios de la época de oro de las emisoras radiales, sobre todo uno marca Phillips, “el mismo de… Tarde o temprano su radio será un Phillips y Murcia se lo vende en la calle de Jesús”, como decía el jingle grabado con la voz del carismático hombre de radio nacido el 5 de marzo de 1932 en Magangué, Bolívar.
Se miró azaroso en el espejo grande que cuelga en la pared de la sala como retrotrayendo al hombre bohémico de 30 años atrás, que como casi todo hombre caribe se pegaba sus escapadas porque no era ningún santo, pero eso sí, no abandonaba para nada su exitosa labor periodística. Según algunos de sus colegas más allegados como Rafael Sarmiento Coley y Ricardo Díaz De la Rosa: “Paralizaba, más que todo en la mañana, a la ciudad y sus alrededores con su noticiero ‘La Costa en Noticias’.
Este ícono de la radio colombiana, hoy retirado en sus cuarteles de invierno, acaparaba una influyente audiencia producto de su inigualable manera de leer las noticias, ornadas con inigualable chispa humorística, un poco de sensacionalismo y expectativas que al fin y al cabo le sirvió para realizar varias campañas en pro de Barranquilla, como la adquisición de nuevas máquinas para el Cuerpo de Bomberos, construcción de escuelas, donación de sillas de ruedas y hasta féretros para la gente de bajos recursos.
Hombre de partido.
Durante la entrevista luce un pantalón blanco con suéter rojo, haciendo alusión al Partido Liberal al que ha pertenecido desde hace mucho tiempo. Se mira un poco asombrado el tinturado negro de sus cabellos, y siente inmensa felicidad ante la solicitud de la entrevista para El Heraldo y revista La Urraka, órganos informativos que lee sagradamente, y la que toma como un reconocido homenaje a su carrera profesional: “¡No joda!, al fin se acordaron de mí”, dice con una sonrisa de felicidad plena en su rostro.
Los pininos.
“Me inicié como locutor en Transmisora Caldas de Manizales. No preciso la fecha exacta, solo recuerdo que estaba en la plenitud de mi juventud. Cuatro años después me vine para Barranquilla contratado por el empresario antioqueño Gustavo Cardona Agudelo, quien me vinculó a Emisoras Variedades. Después pasé a la Cadena Radial del Caribe (CRC), de Hernando Francisco Bossa. Luego estuve en Riomar de Todelar, La Voz de la Patria, de los hermanos Vasallo, unos italianos que lograron imponerle a su emisora un sonido con tonalidad perfecta, a pesar de estar en amplitud modulada. En La Voz de la Patria duré alrededor de 11 años. Estuve vinculado también a Radio Libertad, de don Roberto Esper Rebaje; Emisoras ABC y Radio Reloj de la cadena Caracol, entre otras estaciones radiales”.
La novia de Barranquilla
Su agitada vida radial no se limitó al simple oficio de ‘locutor de cabina’. También dejó una brillante impronta en la animación de programas en vivo. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, ‘Aquí la Costa’, ‘La Tómbola Murcia’ o ‘Las cosas de mi tierra’?, programas que fueron creados y dirigidos por este fabuloso hombre de la radio colombiana, de donde surgieron grandes figuras de la décima, el humor y el canto como Manuel Rodríguez, Rodriguito; Orfelio Lara, Facundo Arzuza, Gabriel Segura, Luis Bernal, Mingo Martínez, el compae Manué, Nelson Pinedo, Alci Acosta y la queridísima Esther Forero, la gran compositora e intérprete de muchos éxitos, a quien bautizó como La novia de Barranquilla, cometiendo de paso, en uno de esos chispazos suyos, un gazapo idiomático que hasta hoy ningún filólogo o lingüista se ha atrevido a contradecir en cuanto a su género, siendo que novia y Barranquilla, pertenecen al femenino.
Castillo García recuerda que “un domingo, cuando presentaba el programa en el radioteatro de La Voz de La Patria, llegó Esthercita Forero vestida toda de blanco, y sin pensarlo dos veces dije a los presentes y oyentes: “Con ustedes, la novia de Barranquilla, Esther Forero… y así se quedó para siempre”.
Cuando se le pregunta por el colega a quien más agradezca por algún aporte en su carrera de locutor, por momentos se queda pensativo, cierra los ojos y se agarra el bigote con su mano derecha para responder: “Hay un hombre que yo quiero muchísimo. Ese es Ventura Díaz Mejía. Me tendió la mano cuando más lo necesitaba. Con el actual Embajador de Colombia en Jamaica fundé el ‘Diario hablado’ (la manta que no respeta pinta). También aprecio a Édgar Perea Arias, Abel González Chávez, Tomás Barraza Manotas, con quienes formé, siendo su director, aquel famoso grupo cuyo eslogan era: ¡Tranquilos, que el equipo gana!
Sobre el Carnaval tiene una anécdota que nunca olvida. “Cuando la reina fue la inolvidable Julieta Deivis Pereira, bajo los efectos de un guayabo trepidante le hice un inolvidable estribillo o lema: “En los carnavales de Julieta que nadie más se meta”, que más tarde se convirtió en una recordada canción grabada por los Hermanos Martelo”.
Ficción futurista
En medio del diálogo empieza a recordar episodios de su infancia. Su voz parece esconderse entre la fragilidad de las palabras, como una ilusión de espesa hojarasca que apresa madrugadas mezquinas de su tierra natal, allá por los años cincuenta, cuando bajo la misma luz de los primeros rayos del sol, los pescadores del río Magdalena se disputaban la subienda de enero y febrero en un alucinante portal caribeño que envidiaría hasta el más desprevenido poeta. Entonces, saca fuerzas del diafragma como lo hacía delante del micrófono:
“Les recomiendo a los nuevos colegas que se preparen, que lean, que se informen, para que mañana más tarde no les metan el dedo en la boca. Que se lean las veces que quieran ‘Cien años de Soledad’, de Gabriel García Márquez, donde se plantea magistralmente una realidad ficticia o una ficticia realidad, y otra novela muy hermosa: ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley, donde uno puede capturar al vuelo una ficción futurista de carácter visionario y pesimista de una sociedad regida por un sistema de castas, y donde se imagina una sustancia o droga llamada soma, utilizada con fines totalitarios”.