domingo, 5 de enero de 2014






Armando Cabrera Pertúz, el buen docente, el gran amigo, el mamador de gallo, “el excelso mentador de madres” y el economista librepensador


Por Tito Mejía Sarmiento


Los pájaros exponen su libertad bajo la canícula de aquella mañana del 18 de agosto de 1976. Un joven cenceño, con bigotes bien cuidados al estilo Bienvenido Granda y siempre preocupado por justificarse de ser lo que era, un economista titulado de la Universidad del Atlántico, llega a la sede del Instituto Técnico Nacional de Comercio de Barranquilla, ubicada en la carrera 62 No. 52-85, con una carpeta en su mano derecha, pletórico de ilusiones preguntando por el señor rector, Pedro Cabrera De la Cruz (Q.E.P.D.). Viste un jean Caribú con camisa verde oliva y zapatos deportivos. En la puerta, el siempre recordado conserje Luchito Báez Portillo, lo hace pasar hasta la secretaría donde una agraciada señorita llamada Aminta García Osorio, quien apostada a la ventana, observa la vista crispada por los árboles que se aferra al otro lado de la vía, lo presenta minutos más tarde ante el señor rector.

Empieza a laborar en calidad de profesor de tiempo completo en el área de comerciales, ganándose en tan poco tiempo, la admiración de estudiantes, docentes, padres de familia, por su invaluable gnoseología en las cuestiones relacionadas con el funcionamiento de la Economía, con un espíritu emprendedor y creativo para el desarrollo de las empresas, además de los análisis de riesgos en aquellas competencias relacionadas con la comprensión, interpretación y aplicaciones contables...

El profesor Armando Cabrera Pertúz sabe bien que el Estado, para hacer ciudadanos, deshace individuos y, a voz armada con el pensamiento de Marx, de Mao y de Lenin, deja al descubierto su puño y los nervios de la palabra lacerante, alza este folleto contra la realidad, para arrojarlo al corazón de la conciencia sucia de aquella época.

Sus amigos y colegas Julio Castaño Bossio, Carlos Peña Palacio y el extinto Fulvio Bolaños De la Hoz, lo pintaban tal cual yo percibía que era, 15 años más tarde cuando comencé a trabajar en el INSTENALCO: un hombre adorador de la vida, solidario a toda prueba, entendiendo perfectamente quizás aquel mensaje bíblico que reza: “La mano que da nunca estará vacía”, mamador de gallo, excelso “mentador de madres” o “rabito de lobo” como lo calificó hace siete años, su incondicional amigo, Alfredo Marún Chaffi , amén de ser propietario de una alegría única, es decir, un verdadero rompedor de las garras del hastío.

He visto pasar la plenitud de su alma en nuestro amado colegio los días laborales, inclusive sábados y domingos, el todo de sus gestos y de su modo, he sido además, cómplice y parroquiano de sus actuaciones incansables en la búsqueda de las prácticas empresariales remuneradas para sus educandos. Armando siempre ha tratado de ayudar a cuanto ser se le atraviese por su senda en busca de alguna solicitud, sin nada a cambio, con su sonrisa constante, su calidad humana y su concepción librepensadora.

Hoy están de fiesta las despedidas, los tragos de whisky, las viandas, el baile y, la nostalgia posiblemente, espera, pero la vida, estoy seguro al colega Armando, también se le abrirá de par en par, con un horizonte nuevo y apacible donde repose y se derrame luego, su palabra audaz que será la dueña de su secreto en las madrugadas con espejos de amor y complacencias al lado de los suyos que tanto lo aman.

¡Gracias, profesor Armando, por ser como eres!



Barranquilla, 29 de diciembre de 2013