viernes, 1 de noviembre de 2013





Ante la tumba de mi hermano Nelson
Si hay un elemento simbólico que soporte con admirable consistencia y cotidianeidad tanto la fantasía como la realidad, ése es el cementerio”. JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Por Tito Mejía Sarmiento

 Estoy de nuevo frente a ti, hermano._ _ Cuéntame todos tus secretos que ya está bueno de silencios y necesito con urgencia apedrear la impunidad en este país donde la inseguridad parece ser su única divisa y en donde se siente que rigiera sólo la mentira espesa. _ _ Mi presencia aquí, Nelson, no es un simple pleonasmo incorrecto porque siempre mueren los otros, pero tú no, además, vivir no es otra cosa que desconocer el límite real de lo que somos, mi amado y eterno hermano._ _ Piensa también en esa gente que aún te ama y que diariamente te visita, la gente que pone sus ojos en los míos para llorar juntos por ti, la misma gente que en un acto de fe poco usual se lleva el agua de los floreros de tu tumba para sus casas y en corto tiempo, espera asombrada, como en efecto ha sucedido, sanar a sus enfermos, como en la trova de los elfos nórdicos, en una especie fabular de un nuevo retorno hacia la vida. _ _ Piensa, piensa, piensa, te lo digo tres veces, en esa gente, doctor Mejía._ _ Sé que estás ahí encerrado, hermano mío, en un impreciso panteón desde el primero de mayo del 2004, aunque para decir verdad, el 29 de abril del mismo año, fecha cuando dispararon con felonía en dos ocasiones en tu cabeza frente las instalaciones del DAS(¡Qué ironía, el departamento administrativo de seguridad de Barranquilla!), te fuiste para Yaure (África), donde ahora regalas con un afán encomiable como lo hacías aquí en Santo Tomás, un cúmulo de afectos a propios y extraños, que brotan de tu hermoso corazón de puertas abiertas durante las horas del día, noche, madrugada, sin titubear los pensamientos de médico eficiente._ _ ¿Qué por qué vengo tanto, tanto, tanto, a hablar contigo, aquí a la tumba?_ ¡Pues, simplemente, Nelson, para que me digas quién fue “el intelectual” que dio la orden de acabar con tus sueños, y por una simple razón lógica: te conozco mejor que la mayoría de los “vivos”, y sé que algún día me lo dirás! ¡No, no, no, te preocupes, gran líder carismático, no te preocupes, que ninguno de nosotros va a tomar represalia contra nadie! _ Amado hermano, sólo queremos que se acabe para siempre ese nido de incontables deterioros que se hallan incrustados en ese absurdo recurrente al que llamamos justicia_ ¿Ahora sí comprendes mis jaculatorias, alcalde de siempre? ¡Ah! ¡Ahora si me entiendes, pana mío! ¡Eso es! _ Escúchame bien, Nelson Ricardo, escúchame, escúchame, porque ya me voy y va a caer al parecer un fuerte aguacero: Ni la vieja Eloina, esa madre que sufre en silencio como una amante inédita que se hunde en los espejos de las calzadas, y que ve morir el sol bajo sus párpados todas las tardes con su dolor infinito, ni tu esposa, ni tus hijas, ni tus hijos, primordialmente Kelvin, ese inteligente y apuesto muchacho que tú dejaste plantado sobre la faz de la tierra y que ahora vive de tus humildes y altivas huellas, sobre todo cuando las madrugadas comienzan a coser el día, ni todos tus hermanos(as) deseamos violencia, Nelson. _ ¡Nada de eso! _Te repito, únicamente queremos saber la verdad acerca de tu homicidio para que el alba, se haga alba en la eterna cantata de sueños, y de paso los recuerdos se conviertan en poemas cuando el viento empiece a abrazar vivencias y las golondrinas pueblen los inviernos en el patio de nuestra casa de nuevo. ¡Empieza, empieza, empieza, Nelson, a contarme tus secretos, para que tu memoria sea la memoria de otras memorias!






TITO MEJÍA SARMIENTO