miércoles, 14 de octubre de 2009

NUEVOS POEMAS ERÓTICOS DE TITO MEJIA SARMIENTO

Hoy cumple 66 años la soledad

“A todas las meretrices del mundo que lo dieron todo,
y jubilación no tuvieron”
T.M.S.
Esa mujer que ves ahora,expectativa fue de una épocadonde anidaba la alegría,
corporal instante de materia encendida.Tan supremamente hermosa era,que muchos quedábamos atrapados
en su devorante lecho,
mientras la historia pasaba por nosotros
como toda una soberana .Esa mujer que ves ahora,
fue la meretriz lujosa de la comarca,arrogante a veces,
círculo vicioso
al momento del cobro.

Esa mujer que ves,
silueta etérea,
cascada sin agua,
y que le han crecido arrugas
en los labios más nobles,
le conozco bien,
bregó con los agravios y pecados,y de paso, se lavó las manos en silencioen el barranco azul de sus pupilas.

Esa mujer,
le conozco bien,
ahora, recorre las calles del silencio
en busca quizás,
del milagroso cristal de Murano,
que le haga redimir las ansias
que los milenios le han cerrado,
y hoy vaga como puta,
sin amor,
sin nada,
alimentada de una soledad terminalbajo un turbado bostezo de inquietud.

TITO MEJIA SARMIENTO

MAGIA
Tengo la vara
que me abre el camino
donde empieza tu desorden
de hembra sedienta y repetible.
Allí, donde todo lo dinamitas
con exactitud y de acuerdo a las circunstancias
cuando se viene la noche
o cuando la brisa se detiene para lavar su manto,
indagando de paso
los motivos de los orgasmos infinitos
y después encantada me dices “alabado seas, amor”
hasta cuando te quedas dormida
en el sueño más profundo de todos los deseos,
y yo me quedo entonces,
pensando en la magia que siempre te hechiza
y que de cualquier manera,
de ella te dejas arrastrarcon la misma fascinación de mi propia fantasía.
TITO MEJIA SARMIENTO









CONCUBINA


Con una cuerdame ató a la cabecera de la cama
mientras caía una pertinaz lluvia
aquel cinco de septiembre
del año 2004 en los extramuros de la ciudad.
Con la sed del esclavo encubridor
me dejé arrastrar
por sus ansias de mujer felina.Inundó primero,
con toda la fuerza de su boca,mi perpleja daga,
que se endurecía eclipsada
en cada arremetida
por el giratorio cursor
en la proa de sus gruesos labios.

Noté enseguida con suma facilidad,
que la felicidad cabía en sus ojos
cuando yo succionaba incómodamente
como animal atrapado en su red,
la sombra de sus orondos senos
que parecían explotar
anulando la esencia de las cosas sacras,
y que hasta ese momento habíamos conservado.

No pasaron veinte minutos,
cuando hizo derramar mi simiente
sobre la hermosura de su cara,
que ahora daba la impresión
de una muñeca vestida de nieve.

Le pedía que me soltara,
que esto era cosa de dos,
pero hacía caso omiso,
argumentándome,
que se sentía como la concubina de un emperador,
y era precisamente eso: una concubina.
Entonces, abrió con los dedos
en toda su extensión,
el surco de su radiante y poblada noche,
y sin titubear, se metió en mí
hasta el sol de hoy,
desatando la más afanosa tormenta
que jamás dos cuerpos tendidos
en un área no proporcional
a sus confines
hayan experimentado,
para atarse en el mismo punto.

TITO MEJIA SARMIENTO









AFINIDAD


El serpentino ritmo
de tus caderas me acelera.
Mi sexo
se abisma más y más
en la adolescente isla de tu piel.
Entonces,
yo con el gemido de voraz amante,
diluvio una, diluvio dos, diluvio tres veces.
Y tú,
te quedas sin voz
al intentar pronunciar
mi nombre de fondo cómplice,
una, dos veces, también crecida,
en la acústica intemperie.
TITO MEJIA SARMIENTO









SEPTUAGENARIO

.
…Y la quietud clama por nacer
Dina Posada

-Levántate y anda
monstruo placentero-
le escuché decir
a aquella morena mujer
de casi dos metros de estatura,
quien sacada como de una caldera de Vulcano
daba vueltas completamente desnuda
por toda la alcoba, desesperada.
-Siento estar tratando de levantar
algo que a lo mejor
ya está al otro lado del abismo-
continuó diciendo,
aumentando su desconcierto
y el tono de su grave voz.
Ella, con lengua bajante insistía, insistía;
pero el tiempo con sus ataques
había roto las memorias
de aquel hombre
que ahora vestido de pudor y nostalgia,
velaba y callaba por su propia impotencia,
y además, creía tener ahora más miedo,
que la gente leyera
y releyera este poema donde
consta la verdad de su flaqueza,
a pesar de haberme pedido
que ocultara su identidad
por encima de toda perturbación.
Creo que, a estas alturas,
(diez años después)
ni el lienzo de preguntas que de la boca
(descarga carnal )
de aquella hermosa mujer salían,
ni el soplo alentador de Orión,
ni todo el psicoanálisis de Freud,
podrían sacar el temor encerrado
en aquel profeta que había perdido su realidad
entre tantas cuentas vencidas
y que hoy forman una dársena cada vez más profunda
cuando el amor se convierte en hembra.
TITO MEJIA SARMIENTO

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