jueves, 10 de mayo de 2018


Dirceu Darío Carrillo Caballero

El alma de la mayoría de los moradores de la Urbanización Universal, Primera Etapa de Barranquilla, está inmensamente dolida por el lamentable fallecimiento de Dirceu Darío Carrillo Caballero, ocurrido en la mañana del miércoles 9 de mayo de 2018, en la vía que conduce a Palomino, Guajira.
Sabemos que todos tenemos que morir, solo que algunas veces puede ser más triste, más pronto como en el caso de este joven tecnólogo de profesión egresado del Sena, Barranquilla e Itsa de Soledad.

No quiero imaginarme como estará su padre, Humberto Carrillo o qué pensará su progenitora Martha Caballero, en estos momentos que sin lugar a dudas se eternizarán de padecimiento a partir de hoy. Enseguida me acuerdo del escritor y neurólogo Austriaco  Sigmund Freud, en la carta a Luis Binswanger, psiquiatra Suizo, escrita a raíz de la muerte de un hijo de éste, dice: “Sabemos que el agudo dolor que sentimos después de una pérdida semejante llegará a su fin, pero permaneceremos inconsolables y nunca encontraremos un sustituto”. Todo eso, porque la muerte transporta a los familiares a una crisis transcendental profunda que solo será superada con los hermosos recuerdos y emociones de Dirceu.
Por ejemplo, de mi mente jamás se  borrará, cuando él llegaba a mi residencia casi todas las noches para  que le explicara un trabajo de Inglés y yo le “mamaba gallo” cuando pronunciaba ciertas oraciones con su voz casi siempre velada de gruñidos. 

Tampoco olvidaré, cuando me decía que lo llevara a los estudios de Tropicana Estéreo, para ver en directo cómo yo  hacía el programa “El Concierto de la Salsa”, en el horario de seis a nueve de la noche de lunes a viernes. Dirceu, sin temor a equivocarme, era uno de los jóvenes en Colombia, que más conocimientos tenía del género Salsa, amén de una voluminosa discoteca  que cuidaba con sumo recelo.

Y también, en este banco de recuerdos, vivo está Dirceu, motivando anualmente los campeonatos de béisbol y fútbol inter barrios, en varias categorías, siempre mostrando su inimitable humildad acompañada de su infinita sonrisa. Yo siempre le decía que él era el dueño del corazón del barrio, porque siempre aparecía sonriendo en las fotografías.

¡Hasta siempre adolescente amigo, que una parte tuya quedará cautiva para siempre en nuestros corazones y jamás la deformará el olvido!
Un abrazo solidario, en nombre de los moradores de nuestra Urbanización, a todos sus familiares.
Tito Mejía Sarmiento, docente, locutor, poeta (Colombia).



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