jueves, 1 de febrero de 2018



¡Lupita, la perrita Chihuahua de corazón grande!

Por Tito Mejía Sarmiento


El 13 de agosto del año 2005, en medio de una inesperada brisa glotona de las ocho en punto de la noche que, intentaba penetrar en la casa cada vez que abríamos puertas y ventanas, Jerime, una de mis hijas se presentó con un bolso amarillo de cuyo interior salía un timorato gemido. De inmediato, le pregunte qué había ahí, y ella con recelo al ver mi ceño fruncido, respondió que una perrita chihuahua que le había regalado la famosa cosmetóloga y esteticista barranquillera, Magaly Vergara.


Al comienzo, manifiesto con sinceridad que no estuve de acuerdo con la traída de Lupita a casa, ese fue el nombre con el cual fue bautizada por Jerime, pero con el correr de los días, Lupita empezó a ganarse no solo el cariño mío sino de toda la familia. Es decir, se convirtió en la dueña y consentida de la casa por su inteligencia sui géneris, devoción, bondad, enormes ojos y por supuesto, su arrollador carisma canino. Amén de su estado de alerta y tamaño que entre otras cosas, la hicieron rápidamente adaptable a una variedad de ambientes en derredor de la casa, a pesar de su fragilidad física.



Todos en nuestro hogar, teníamos que ver con el cuidado y cariño de Lupita, tanto es así que cada miembro de la familia, la llamaba de distintas maneras y ella acudía con inusitada atención a la respectiva solicitud, por ejemplo, Myriam le decía: “Guadalupe del Cristo”, mi otra hija Cinthya le redujo su nombre en “Pita” y yo, “Kunderito de papá”. De cualquier forma, Lupita centró toda su devoción precisamente en Jerime, su verdadera ama, la que todos los días, la bañaba, le daba de comer, la sacaba a caminar, la dormía, la pechichaba, la socializó cabalmente o para decirlo mejor de otra manera, le estableció una fábrica de amor porque sabía que la raza chihuahua tiende a tener una naturaleza de clanes, prefiriendo la compañía de otros chihuahuas y no de personas, pero mi hija Jerime con el paso del tiempo se convirtió en su compañera fiel, así la luna tratara de derramar más casi todas las noches, su luz color de viejo saxofón a través de la ventana del primer cuarto y unos carpines dorados del acuario de la sala, burbujearan sin descanso sus policrómicos líquidos.



Lupita llegó a conocer con toda su documentación canina en regla, gracias a su dueña Jerime, varias ciudades de la Costa Caribe, del interior del país, incluso traspasó las fronteras hasta Ureña, en la República Bolivariana de Venezuela para una época decembrina. Pero como dice un verso del poeta Pablo Antonio Cuadra: “… la muerte desde los tiempos antiguos ronda con un nuevo silencio y con un nuevo dolor”, nuestra Lupita, la perrita chihuahua de corazón grande, murió producto de los achaques de su edad, ciega y lastimosamente de una caída que se dio cuando nadie estaba en casa, a pesar de los ingentes esfuerzos de los veterinarios por salvar su vida, el 16 de enero de 2018, dejándonos en el alma una persistente nostalgia sobre todo en cada una de las veladas del ocaso.


Tito Mejía Sarmiento, poeta, locutor y docente Colombiano

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