De izquierda derecha, Julio Castaño Bossio, Tito Mejía y Wilfredo Lafaurie
Julio César Castaño Bossio, el gran maestro, el amigo sincero
"Julio César Castaño Bossio, uno
de los maestros clave en mi largo y todavía incipiente aprendizaje"
Joaquín Mattos Omar, Poeta y columnista del periódico El Heraldo
Por Tito Mejía Sarmiento
Colega
y amigo, Julio César Castaño Bossio, mi deuda para contigo es inmensa.
El contacto de tantos años con tu sencillez, con el rigor de tu inteligencia,
con tu riquísima cultura, con tu conversación-siempre circunscrita a lo
universal-con tu prosa clara y aplacada, con tu honestidad a toda prueba;
digo que el contacto contigo, se cuenta entre los bienes más puntuales que me
ha dado la vida sin lugar a dudas.
Tu
legado, no sólo para aquellos que hemos tenido la fortuna de conocerte, sino
para la sociedad y la cultura de nuestro querido Instituto Técnico Nacional de
Comercio de Barranquilla, del Instituto Pestalozzi, de la Universidad del
Atlántico, de la Universidad Autónoma…, seguirá siendo aquella visión grandiosa del universo y sin
exageración, del propio hombre que anima en tu pensamiento y en tus invaluables
conocimientos.
Quiero
manifestar, sin hiperbolizar que, Julio César es un sincero crítico
de arte, excelente gestor cultural, avezado asesor literario, un intelectual
que casi siempre evade las adulaciones, pero hoy le voy a agradecer que
haga una excepción conmigo, porque guardarme esta emoción que en
estos momentos me embarga, podría resultarme perjudicial.
A
pesar de que hoy 7 de noviembre de 2014, culmina su extraordinaria carrera
pedagógica en nuestra institución por razones obvias (retiro forzoso), tengo la
plena convicción que sus enseñanzas, sus sabios consejos e infinita bondad
estarán siempre a la orden del día para todo aquel o aquella que así lo
requiera, probablemente, como una manera de asentar esa oleada de
contraposiciones que compone nuestra subsistencia o como dice el nuevo premio nobel de literatura
2014, el francés Patrick Modiano, en un hermoso ensayo sobre la amistad, “para
no seguir viviendo aislado como cuando uno conoce un vecino y sabe, además, que
vive tan solo como uno. Más aún: como no comunicarle que uno existe y le manda un
papelito diciéndole: aquí estoy, amigo mío, amigo del alma, aquí estoy para
ayudarte en lo que fuere.”
El
colega Julio César parece tener el
don de la ubicuidad cuando se trata de dar una voz de aliento a sus amigos(as),
en los momentos adversos de la existencia, dispuesto además, a cruzar las fronteras cuando uno se
lo solicita. Tengo muchas evidencias, pero el espacio no lo permite.
Para terminar esta
semblanza del gran educador Julio César Castaño Bossio, nacido en Arjona,
Bolívar, egresado de la Universidad del
Atlántico en Filología e Idiomas y con un cúmulo de especializaciones, anexo la
visión que sobre él tiene Carlos de la Hoz Albor, hoy gran escritor, excelente
docente y uno de los tantos alumnos que tuvo el profesor Castaño durante su
extenso quehacer pedagógico. La visión es tomada del libro “Cuaderno de
apuntes”, página 157:
“El profesor Julio César Castaño Bossio se
levantaba a lo sumo un metro y medio del suelo. Pero cuando leía, lo que hacía
muy a menudo en sus clases, su firme voz sugerente era capaz de abrir puertas
que conducía a mundos muy diferentes al desgastado por la rutina que nos
rodeaba. Además, el trato con sus estudiantes era siempre amplio y cordial y
eso, de alguna manera, había borrado la distancia a veces infranqueable que por
ese entonces muchos de los maestros trazaban para alejarse de la vida de los
discípulos y limitar su relación con ellos a los salones de clase. Un día llegó
al salón con un libro del poeta español Federico García Lorca que, según
contó, acababa de comprar. En el rostro se le notaba que ese autor lo tenía
maravillado. Al comenzar la clase nos leyó un poema en el que hay unos versos
que yo nunca he olvidado. No es que me dijeran nada en especial y hasta podría
asegurar que nunca más me volví a tropezar en mis lecturas con aquellas
palabras, pues este autor español no se encuentra entre mis devociones. Pero la
manera como el profesor Castaño leyó el poema (sería más exacto decir: como lo
entregó a nuestros sentidos),sumado al valor que le dábamos a él como persona,
crearon un conjunto de emociones que afectó mi memoria y mi sensibilidad para
siempre: ¡Si muero, /dejad el balcón abierto!, dicen aquellas dos líneas que yo
estaría dispuesto a convertir en mi epitafio solo para honrar a aquel maestro
al que me une la gratitud eterna de haberme iniciado, con ese gesto de aquel
día y otros en los que era pródigo, en la religión de la lectura.”
¡Larga
vida para ti y los tuyos, apreciado profesor y amigo!
Y
como dijera a sus tropas tu tocayo Julio César, el emperador, al cruzar el río
Rubicón: ¡Alea iactaest, es decir, La Suerte Está Echada!
Postdata: Llegaron
muchos, muchísimos mensajes de agradecimiento para el gran maestro y amigo
sincero, Julio César Castaño Bossio, pero por cuestiones de espacio, solo
aparecen estos. Presento disculpas a los demás.
Nelsy
Cecilia Guerrero Sánchez: ¡Profe, como ese, creo que ya no vengan. Tal vez, en
otra vida!
Alejandra
Gutiérrez Sánchez: “El maestro Castaño fue alguien importante en mi vida,
ayudándome a forjar como persona y profesional”. ¡Gracias por topármelo en el
bachillerato y en la Universidad!
Edna
Martínez:”Mi profe favorito, no sabe cuánto de bueno me enseñó, y no hablo de
conocimientos sino de la visión, del criterio propio, del desafío del mundo”.
Yomi
Martínez: “Julio Castaño Bossio, excelente profesor de Español y
Literatura, gran amigo de los estudiantes. Le tengo un gran aprecio. Hace
muchos años que no lo veo”.
Martín
Mendoza Juliao:”Más allá de impartir sus grandiosos conocimientos, un ser
humano a carta cabal. No se le escapaba nada cuando corregía los exámenes”.
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