“Todo
está podrido, pero huele bien”, la novela que no se logró publicar
Por Tito
Mejía Sarmiento
A raíz de
su fallecimiento, el pasado mes de abril de 2019, el escritor, periodista
y compositor, Juan Carlos Rueda Gómez, no pudo ver cristalizado el sueño de
publicar su primera y única novela “Todo está podrido, pero huele bien”.
“Juanca” como se le conocía en los medios radiales, impresos y televisivos, me
dio la oportunidad de que leyese, corrigiese y analizase su obra escrita en
borrador y de ella extraje una pequeña síntesis que en su momento le envié al
correo:
En esta,
su primera novela, el escritor colombiano Juan Carlos Rueda no utiliza la
técnica tradicional de configuraciones narrativas, pero hace reflejar de
entrada al mejor estilo de Jodi Ellen Malpas y Julio Cortázar, que sus
personajes no pierdan enlaces ni coincidencias del tiempo al momento de
transitar por la misma narración, permitiéndole al lector no separar sus ojos
activos de la historia, que ocurre, a propósito, en una ciudad del Caribe que
se convierte, dicho sea de paso, en una burbuja muy particular con un referente
netamente erótico, en medio de un mundo de crueldad y dolor en que viven muchos
seres humanos quienes, aunque formen parte de una familia, de un grupo
social o de un gremio, realmente viven solos en medio de la multitud y terminan
siendo víctimas de su propia ruindad, mezquindad sin límites… Y,
por qué no decirlo, de su inusitada irresponsabilidad frente a las personas
vulnerables, a quienes ignoran porque están demasiado ocupadas en satisfacer
sus necesidades, lujos y ambiciones personales: “Por un lado una joven de buena
familia llamada Érika, criada con todas las comodidades, educada en un buen
colegio y una excelente universidad, anda jugando a la femme fatale, a la
hembra liberada que decide acosar a un profesor universitario, Freddy Jiménez
para que la desvirgue.
Por el
otro, Astrith, una niña pueblerina de doce años, indefensa, huérfana de padre,
que es presa fácil de unos desalmados paramilitares que la someten a todas las
vejaciones posibles.
Además de
la aquiescencia y celibato de Jesús Adrián, párroco de la iglesia que ama
muchas mujeres en el propio confesonario.
Por
último, Isaura y Vanessa, mujeres que lo contemplan todo por
amor y que no tienen más opción que interpretar a la fuerza un rol
para el cual no les han permitido siquiera ensayar. Mucho menos negarse a
aceptarlo bien a fondo con un escenario donde cada día y cada noche todo se va
pudriendo, inevitablemente, inexorablemente aunque huela bien”.
“Todo
está podrido, pero huele bien” es una novela contemplada en el telescopio que
desarregla y arregla los fragmentos para hacerlos una totalidad fascinante.
Entonces, más allá de nuestra realidad y del pretexto premonitorio del
desenlace político y erótico, esta obra nos hace mirar en un espejo donde solo
logramos enturbiarlo.
Posdata:
Ojalá, uno de sus hijos toque puertas y logre el objetivo de publicar la novela
para que la memoria de Juanca siga cazando historias.
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