(A
la memoria del locutor, Gustavo Castillo García, fallecido el 17 de febrero de 2016, en
Barranquilla. Esta entrevista me la concedió el 9 de octubre de 2010)
Siempre
seré el número 1: Gustavo Castillo García
Por
Tito Mejía Sarmiento
“Inventé la cuña: Tarde o temprano su radio será un Phillips y Murcia se lo vende en la calle de Jesús_ Marcos Pérez me fregó después porque sacó otra agregándole. ‘”Philco se lo fía”, recuerda Gustavo Castillo.
Con su chispeante buen humor, Gustavo Castillo García recuerda que él nació “en Magangué, la tierra del coroncoro muelón, pero los mejores momentos de mi vida han transcurrido en Barranquilla, en donde siempre seré el número uno en el periodismo radial, y ni hablar del peluquín, doña Obdulia”. Era, en esos años de 1960 a 1990, el dueño de la sintonía radial. Además, cuña que se convirtiera en éxito era producto del talento de este genial locutor. La cita estaba planeada con tres días de antelación para un día de septiembre a las nueve de la mañana, gracias a los contactos de los colegas Eduardo Hernández Vega, Julio Castaño Bossio y Pepe Sánchez.
“Inventé la cuña: Tarde o temprano su radio será un Phillips y Murcia se lo vende en la calle de Jesús_ Marcos Pérez me fregó después porque sacó otra agregándole. ‘”Philco se lo fía”, recuerda Gustavo Castillo.
Con su chispeante buen humor, Gustavo Castillo García recuerda que él nació “en Magangué, la tierra del coroncoro muelón, pero los mejores momentos de mi vida han transcurrido en Barranquilla, en donde siempre seré el número uno en el periodismo radial, y ni hablar del peluquín, doña Obdulia”. Era, en esos años de 1960 a 1990, el dueño de la sintonía radial. Además, cuña que se convirtiera en éxito era producto del talento de este genial locutor. La cita estaba planeada con tres días de antelación para un día de septiembre a las nueve de la mañana, gracias a los contactos de los colegas Eduardo Hernández Vega, Julio Castaño Bossio y Pepe Sánchez.
Hicimos sonar el timbre en
tres ocasiones en una casa del barrio Paraíso de Barranquilla, antes de que
apareciera Gustavo Castillo García en compañía de Jorge Iván, uno de los seis
hijos del matrimonio con la agraciada dama manizalita Ruth Valencia de
Castillo.
Tarde
o temprano.
En la amplia sala de su casa
se exhiben hoy estratégicamente varias clases de aquellos radios de la época de
oro de las emisoras radiales, sobre todo uno marca Phillips, “el mismo de…
Tarde o temprano su radio será un Phillips y Murcia se lo vende en la calle de
Jesús”, como decía el jingle grabado con la voz del carismático hombre de radio
nacido el 5 de marzo de 1932 en Magangué, Bolívar.
Se miró azaroso en el espejo
grande que cuelga en la pared de la sala como retrotrayendo al hombre bohémico
de 30 años atrás, que como casi todo hombre caribe se pegaba sus escapadas
porque no era ningún santo, pero eso sí, no abandonaba para nada su exitosa
labor periodística. Según algunos de sus colegas más allegados como Rafael
Sarmiento Coley y Ricardo Díaz De la Rosa: “Paralizaba, más que todo en la
mañana, a la ciudad y sus alrededores con su noticiero ‘La Costa en Noticias’.
Este ícono de la radio
colombiana, hoy retirado en sus cuarteles de invierno, acaparaba una influyente
audiencia producto de su inigualable manera de leer las noticias, ornadas con
inigualable chispa humorística, un poco de sensacionalismo y expectativas que
al fin y al cabo le sirvió para realizar varias campañas en pro de
Barranquilla, como la adquisición de nuevas máquinas para el Cuerpo de
Bomberos, construcción de escuelas, donación de sillas de ruedas y hasta
féretros para la gente de bajos recursos.
Hombre
de partido.
Durante la entrevista luce
un pantalón blanco con suéter rojo, haciendo alusión al Partido Liberal al que
ha pertenecido desde hace mucho tiempo. Se mira un poco asombrado el tinturado
negro de sus cabellos, y siente inmensa felicidad ante la solicitud de la
entrevista para El Heraldo y revista La Urraka, órganos informativos que lee
sagradamente, y la que toma como un reconocido homenaje a su carrera profesional:
“¡No
joda!, al fin se acordaron de mí”, dice con una sonrisa de felicidad
plena en su rostro.
Los
pininos.
“Me inicié como locutor en
Transmisora Caldas de Manizales. No preciso la fecha exacta, solo recuerdo que
estaba en la plenitud de mi juventud. Cuatro años después me vine para
Barranquilla contratado por el empresario antioqueño Gustavo Cardona Agudelo,
quien me vinculó a Emisoras Variedades. Después pasé a la Cadena Radial del
Caribe (CRC), de Hernando Francisco Bossa. Luego estuve en Riomar de Todelar,
La Voz de la Patria, de los hermanos Vasallo, unos italianos que lograron
imponerle a su emisora un sonido con tonalidad perfecta, a pesar de estar en
amplitud modulada. En La Voz de la Patria duré alrededor de 11 años. Estuve
vinculado también a Radio Libertad, de don Roberto Esper Rebaje; Emisoras ABC y
Radio Reloj de la cadena Caracol, entre otras estaciones radiales”.
La
novia de Barranquilla
Su agitada vida radial no se
limitó al simple oficio de ‘locutor de cabina’. También dejó una brillante
impronta en la animación de programas en vivo. ¿Quién no recuerda, por ejemplo,
‘Aquí la Costa’, ‘La Tómbola Murcia’ o ‘Las cosas de mi tierra’?, programas que
fueron creados y dirigidos por este fabuloso hombre de la radio colombiana, de
donde surgieron grandes figuras de la décima, el humor y el canto como Manuel
Rodríguez, Rodriguito; Orfelio Lara, Facundo Arzuza, Gabriel Segura, Luis
Bernal, Mingo Martínez, el compae Manué, Nelson Pinedo, Alci Acosta y la
queridísima Esther Forero, la gran compositora e intérprete de muchos éxitos, a
quien bautizó como La novia de Barranquilla, cometiendo de paso, en uno de esos
chispazos suyos, un gazapo idiomático que hasta hoy ningún filólogo o lingüista
se ha atrevido a contradecir en cuanto a su género, siendo que novia y
Barranquilla, pertenecen al femenino.
Castillo García recuerda que
“un
domingo, cuando presentaba el programa en el radioteatro de La Voz de La Patria,
llegó Esthercita Forero vestida toda de blanco, y sin pensarlo dos veces dije a
los presentes y oyentes: “Con ustedes, la novia de Barranquilla, Esther Forero…
y así se quedó para siempre”.
Cuando se le pregunta por el
colega a quien más agradezca por algún aporte en su carrera de locutor, por
momentos se queda pensativo, cierra los ojos y se agarra el bigote con su mano
derecha para responder: “Hay un hombre que yo quiero muchísimo. Ese
es Ventura Díaz Mejía. Me tendió la mano cuando más lo necesitaba. Con el
actual Embajador de Colombia en Jamaica fundé el ‘Diario hablado’ (la manta que
no respeta pinta). También aprecio a Édgar Perea Arias, Abel González Chávez,
Tomás Barraza Manotas, con quienes formé, siendo su director, aquel famoso
grupo cuyo eslogan era: ¡Tranquilos, que el equipo gana!
Sobre el Carnaval tiene una
anécdota que nunca olvida. “Cuando la reina fue la inolvidable Julieta
Deivis Pereira, bajo los efectos de un guayabo trepidante le hice un
inolvidable estribillo o lema: “En los carnavales de Julieta que nadie más se
meta”, que más tarde se convirtió en una recordada canción grabada por los
Hermanos Martelo”.
Ficción
futurista
En medio del diálogo empieza
a recordar episodios de su infancia. Su voz parece esconderse entre la
fragilidad de las palabras, como una ilusión de espesa hojarasca que apresa
madrugadas mezquinas de su tierra natal, allá por los años cincuenta, cuando
bajo la misma luz de los primeros rayos del sol, los pescadores del río
Magdalena se disputaban la subienda de enero y febrero en un alucinante portal
caribeño que envidiaría hasta el más desprevenido poeta. Entonces, saca fuerzas
del diafragma como lo hacía delante del micrófono:
“Les recomiendo a los nuevos
colegas que se preparen, que lean, que se informen, para que mañana más tarde
no les metan el dedo en la boca. Que se lean las veces que quieran ‘Cien años
de Soledad’, de Gabriel García Márquez, donde se plantea magistralmente una
realidad ficticia o una ficticia realidad, y otra novela muy hermosa: ‘Un mundo
feliz’, de Aldous Huxley, donde uno puede capturar al vuelo una ficción
futurista de carácter visionario y pesimista de una sociedad regida por un
sistema de castas, y donde se imagina una sustancia o droga llamada soma,
utilizada con fines totalitarios”.
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