Gustavo Barros González, el cantante original de “Que me
coma el tigre”
Por
Tito Mejía Sarmiento *
De
una casa pintada en su totalidad de blanco en el barrio San Nicolás de
Barranquilla, emana una voz a capela con un dejo de nostalgia, mientras en
el cielo en ese preciso momento cruza rauda una bandada de pájaros, en el
atardecer del 5 de enero de 2016:
“Tú lo que quieres es que me coma el tigre,
que me coma el tigre,
que me coma el tigre,
mi carne morena.
Tú lo que quieres es que me coma el tigre,
que me coma el tigre, que me coma el tigre,
mi carne está
buena.
Tú lo que quieres es que me coma el tigre,
que me coma el tigre, que me coma el tigre,
mi carne es sabrosa.
Tú lo que quieres es que me coma el tigre,
que me coma el tigre, que me coma el tigre,
déjate de cosa…
Entonces, me subo en el árbol, me subo en la loma,
me tiro en el río.
El tigre se sube en el árbol, se sube en la loma, se tira
en el río.
Entonces, me salgo del río, me meto en tu casa donde
no me vea.
El tigre se sale del río, se mete en tu casa, la cosa está fea”.
Es
la voz de un hombre que hoy, a pesar de sus 76 años a cuestas, sigue en la
brega de la música tropical colombiana con su propia agrupación “La Cuqui Band”,
alegrando las fiestas en clubes sociales de la Arenosa y varios rincones del departamento del
Atlántico.
Me
recibe efusivamente haciéndome pasar a su hogar. Hogar construido a punta de
voz. Un hogar que no posee vigas ni cimientos, solo el vibrato de su voz lo sostiene.
Es decir, la música ahí está apresada en los hilos de los días. Su esposa Ana
Santos y cuatro de sus trece hijos del matrimonio, allí presentes, me miran
sorprendidos como diciéndose para sus adentros: ¡Al fin se acordaron de Gustavo Barros González, el cantante original
de Que me coma el tigre!
Sí,
el mismo que viste y calza, Gustavo Barros González, el intérprete de una
de las canciones más populares de
Colombia, compuesta por Eugenio García Cueto, quien entre otras cosas, le
incluyó una especie de epanadiplosis en una de sus estrofas. Esa melodía fue grabada por Nelson Díaz y el combo de Duque
Palomino en 1968 (Sello Tropical), para ser más exacto, en
pleno carnaval de Barranquilla, presidido
por la bellísima y alegre soberana Rocío García Bossa.
Matemáticas o Música
Después
de haber recibido el título de bachiller otorgado por el Colegio Barranquilla
para varones, Gustavo Barros González sentía que el gusanillo de la música le hacía cosquillas por dentro, muy a pesar de
que sus padres al ver los buenos resultados obtenidos por él en Matemáticas, le
insinuaban una licenciatura en esa área,
en la Universidad del Atlántico, pero Gustavo, el enjuto adolescente nacido un
9 de marzo en el barrio Abajo de Barranquilla, sabía perfectamente que las
puertas de su pequeño universo de aquel entonces, estaban abiertas de par en
par en el templo de la musa Euterpe:
“A pesar de que los profesores me decían Pitágoras, no
estudié Matemáticas. No lo pensé dos veces, lo mío era la música. Pasaba de
fiesta en fiesta, esperando que me dieran la oportunidad de cantar en el grupo
del maestro Over López, el padre de la dinastía musical de los López, acá en
Curramba. A ese señor le debo mucho, me recomendó con el maestro Carlos Ariza
Cotes, el mismo director de Ariza y su combo, aquel famoso grupo compuesto por
un formato de saxofón, bajo, guitarras eléctricas y percusión, además me ayudó a moldear mi voz. Óigala, amigo
periodista, como suena todavía:
¡Son, son, son, ay que rico son, descarga en saxofón!
¡Baila, baila,
baila pa´gozar, esta es la descarga para vacilar!”...
Del Grill Jimmy
Lounge a Discos Tropical
La
tarde del debut en el famoso Grill Jimmy
Lounge de propiedad de Alberto Navarro, en los bajos del Hotel Majestic en
Barranquilla, parecía agitar el oleaje
de las horas con frenesí cuando esta joven promesa del canto popular
interpretaba sus primeras canciones con
Ariza y su combo. Entre el selecto público se hallaba una persona muy querida
en la sociedad barranquillera de la época, don Emilio Fortú (dueño de Discos
Tropical), quien no dudó en contratarlos enseguida para grabar en su casa
discográfica:
“A la semana siguiente ya estábamos grabando nuestro
primer larga duración (L.P.), de donde se destacaron los éxitos: Descarga en saxofón
y Alicia adorada. La lluvia de contratos no se hizo esperar. Recuerdo que
tocábamos los fines de semana en dos partes, primero desde las dos de la tarde hasta las siete de la noche en el
bar – restaurante El escorpión (propiedad de Salvador Jassir) en Puerto
Colombia, donde muchas veces alternamos con
Pacho Galán, Aníbal Velásquez, Arístides Marimón, La Protesta de
Colombia dirigida por el pianista Mario Fontalvo con las voces de Johnny Arzuza y el Joe
Arroyo, un jovencito, tenor lírico que más tarde se convertiría en el mejor cantante de Colombia en todos los
tiempos y segundo, a las nueve de la noche sonábamos con mucho sabor en el
Jimmy Lounge. Años sucesivos, grabaríamos más long plays con verdaderos sucesos musicales como:
Caracoles de colores, La Borrachona, hasta cuando el maestro Ariza fue contratado por un buen billete en
exclusiva para Discos Fuentes. Se fue
sin decirnos nada. Luego, Nelson Díaz, un gran saxofonista soprano, Duque
Palomino y yo nos quedamos acá en el Sello Tropical; formamos un gran Combo
también con saxo, clarinete, bajo, guitarras, percusión y le incorporamos
violines. Empezamos a grabar varios
temas y como dicen por ahí, se vino una choricera de éxitos: Chili, Cañaveral, Joselina,
Triste desengaño y por supuesto, el jonrón: Que me coma el tigre, melodía que a
propósito fue incluida a última hora en la pasta fonográfica, por la
insistencia de su compositor, un señor Eugenio García Cueto. Recuerdo como si
fuera hoy mismo, todo lo que hizo ese compositor para que le grabaran su
canción y fíjate lo que son las cosas de la vida, resultó siendo el éxito de
ese L.P. y la canción del carnaval del 68. Fue tan clamorosa la influencia que
logró alcanzar ese tema, que su fama trascendió las fronteras nacionales. Fue
grabado en muchas otras versiones en nuestro
país y el exterior por grandes orquestas y famosos intérpretes como Diomedes
Díaz, Lola Flores, Alberto Maraví, Lucho Argaín con la Sonora Dinamita y Charros
de Lumaco... Gracias a esa canción a todos nos fue muy bien, incluyendo a su
compositor que años más tarde, le grabarían Nuncira Machado, Manuel Villanueva,
Joe Arroyo, Los Blanco de Venezuela
otros éxitos como la Mula baya, el Marinero, las Arepas”.
Más apoyo a la música
de la tierra
Este
cantor que trabajó
en Bogotá para el acreditado grill La Muela (Séptima con 18) del
sargento Pinto Barros, que también estuvo vinculado a la nómina de los Platinos
del maestro Álvaro Cárdenas Román en Cartagena, el trovador alegre que gracia a
su voz (la que aún cuida como si fuese una niña consentida) , logró educar a
todos sus hijos, el sonero de baja estatura, pero gigante de corazón, el que
sigue vigente y siente una profunda admiración por el cantante Juan Piña y los
desaparecidos Tony Zúñiga y Joe Arroyo, por los compositores Adolfo Echeverría y Adolfo
Pacheco Anillo, ahora llora aplastando como un niño su nariz contra el vitral
de la ventana, cuando se refiere a las
emisoras de frecuencia modulada que solo programan champeta, reggaetón, merengue y casi
nada de la música tropical colombiana, llámese porro, fandango, cumbia, merecumbé,
salsa y paseíto:
“Da tristeza lo
que están haciendo los programadores de la banda F.M. con nuestros músicos de
la costa y de toda la nación. Es decir, desprecian el gran potencial de un Checo Acosta, Juan Piña,
Álvaro Ricardo, Chelito de Castro, Edwin Gómez, el Pin Ojeda, Pelusa y su banda
Caramba, Tupamaros, Niche, Guayacán, Sensación orquesta, Fruko y sus tesos…
Agradeciéndole
su deferencia, salí de su residencia, sintiendo a mis espaldas el eco de su
voz:
“Entonces, me subo en el árbol, me subo en la loma, me tiro en el río.
El tigre se sube en el árbol, se sube en la loma, se tira
en el río.
Entonces, me salgo del río, me meto en tu casa donde
no me vea.
El
tigre se sale del río, se mete en tu
casa, la cosa está fea”.
De regreso a mi hogar me
puse a pensar en medio del coqueteo de una
leve brisa nocturna que seducía en esos instantes, en un bello verso del poeta salvadoreño, Jorge
Galán: “Ahí donde las épocas del mundo se volvieron memoria de la dicha para
dejarnos solos”.
¡Así están los músicos de nuestra patria, solos! ¡No
pueden avanzar lo que quisieran porque el desierto que pretenden transitar se
vuelve más extendido!
¡Si no hacemos algo, entonces sí, se los comerá el tigre!
*Locutor, poeta,
docente y escritor
Felicitaciones. Saludes desde Medellín. Soy nieto de Nelson Diaz.
ResponderEliminarhoy m pregunta mi viejo x tu abuelo
EliminarGracias por la lectura.
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