Dirceu
Darío Carrillo Caballero
El alma de la mayoría de los
moradores de la Urbanización Universal, Primera Etapa de Barranquilla, está
inmensamente dolida por el lamentable fallecimiento de Dirceu Darío Carrillo
Caballero, ocurrido en la mañana del miércoles 9 de mayo de 2018, en la vía que
conduce a Palomino, Guajira.
Sabemos que todos tenemos que
morir, solo que algunas veces puede ser más triste, más pronto como en el caso
de este joven tecnólogo de profesión egresado del Sena, Barranquilla e Itsa de
Soledad.
No quiero imaginarme como
estará su padre, Humberto Carrillo o qué pensará su progenitora Martha
Caballero, en estos momentos que sin lugar a dudas se eternizarán de
padecimiento a partir de hoy. Enseguida me acuerdo del escritor y neurólogo Austriaco
Sigmund Freud, en la carta a Luis Binswanger,
psiquiatra Suizo, escrita a raíz de la muerte de un hijo de éste, dice: “Sabemos
que el agudo dolor que sentimos después de una pérdida semejante llegará a su
fin, pero permaneceremos inconsolables y nunca encontraremos un sustituto”.
Todo eso, porque la muerte transporta a los familiares a una crisis
transcendental profunda que solo será superada con los hermosos recuerdos y
emociones de Dirceu.
Por ejemplo, de mi mente jamás
se borrará, cuando él llegaba a mi
residencia casi todas las noches para
que le explicara un trabajo de Inglés y yo le “mamaba gallo” cuando
pronunciaba ciertas oraciones con su voz casi siempre velada de gruñidos.
Tampoco olvidaré, cuando me decía que
lo llevara a los estudios de Tropicana Estéreo, para ver en directo cómo
yo hacía el programa “El Concierto de la
Salsa”, en el horario de seis a nueve de la noche de lunes a viernes. Dirceu,
sin temor a equivocarme, era uno de los jóvenes en Colombia, que más
conocimientos tenía del género Salsa, amén de una voluminosa discoteca que cuidaba con sumo recelo.
Y también, en este banco de
recuerdos, vivo está Dirceu, motivando anualmente los campeonatos de béisbol y fútbol
inter barrios, en varias categorías, siempre mostrando su inimitable humildad
acompañada de su infinita sonrisa. Yo siempre le decía que él era el dueño del
corazón del barrio, porque siempre aparecía sonriendo en las fotografías.
¡Hasta siempre adolescente
amigo, que una parte tuya quedará cautiva para siempre en nuestros corazones y
jamás la deformará el olvido!
Un abrazo solidario, en nombre
de los moradores de nuestra Urbanización, a todos sus familiares.
Tito
Mejía Sarmiento, docente, locutor, poeta (Colombia).
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