Otra carta para mi hermano, el médico
Nelson Ricardo Mejía Sarmiento, en Yaure (África)
“Las
distancias se acortan cuando se agiganta el amor” (T.M.S.)
Amado
hermano:
Espero
que al recibo de esta, estés bien allá en la tierra de nuestros ancestros y que
todos tus anhelos se cumplan de acuerdo a las posibilidades espirituales.
Otro
abril que se nos vino en encima sin ti, ahora con una Barranquilla sin rostros en sus calles, por temor al Coronavirus.
El gobierno decretó aislamiento total. A pesar de todo, cabalgamos y seguimos
soñando mientras pasa la vida bajo el prosaico espejo de la incertidumbre.
Desde
el 29 de abril de 2004, fecha en que te fuiste no por determinación propia sino
acosado por oscuras fuerzas del mal, nosotros no hemos dejado de pensar en ti. En
nuestras casas sigue impregnada después de 16 años, la bondad de tu alma, tu
sonrisa enamoradora acompañada del categórico guiño de ojo y los aromas de tus perfumes favoritos:
“Montana y Solo”. En tu finca La juntera, mi amado hermano, algunas noches se
alcanzan a ver unos que otros fantasmas
con sentimientos encontrados, y ya pocos gallos finos anuncian profecías y
cuando Onésima, tu fiel esposa la visita con cualquiera de tus hijos, ella fervorosamente se acuerda de aquella
sentencia que en una ocasión le exteriorizaste casi llorando , que, cuidara a
la familia, que te esperara, que incluso no se casara ni se comprometiera con
nadie porque aún tú, mi amado Nelson, la ibas a seguir amando desde Yaure,
África, porque las distancias se acortan cuando se agiganta el amor de muerte y
de memoria.
Me
imagino que todavía sigues curando allá en Yaure, niños y niñas con la misma
devoción como lo hacías acá en Colombia, mañana, tarde, noche e incluso hasta
cuando la madrugada amenaza la otredad del silencio y sin cobrar a lo mejor un solo peso a sus padres que entre otras
cosas, no tendrán de donde, es más,
seguirás regalando los medicamentos. Definitivamente
sigues siendo un gran humanista, hermano mío.
No puedo negarlo, hermano mío, porque me
conoces demasiado, así que te lo revelo abiertamente: aquel 29 de abril de 2004,
ha sido el peor día de mi vida y por supuesto, el de nuestra familia. Fue
terrible verte tirado en el piso envuelto entre sábanas blancas que se
volvieron rojas por la sangre que de tu cabeza emanaba, producto de dos
disparos que hiciera un sicario pagado por encargo, que a lo mejor creyó
haberte aniquilado cuando lo que consiguió fue inmortalizarte.
Por
ahí vi en una de las tantas fotos que me
mandaste, un pendón que cuelga en la pared de tu consultorio, con la escritura
de un poema que te dediqué:
TU VOZ,
NELSON, TU VOZ
Tu voz, la que no cesa en el camino,
en el camino de los sin tierra,
en el camino inclusive de los que la tienen.
Tu voz en el gorjeo de un turpial perdido de
su árbol
y en otras aves que construyen la noche.
Tu voz en el sueño de un amor no nacido,
esa misma voz que vibra en las alcobas
sepultando madrugadas.
Tu voz
en las piedras de los ríos,
en el
llanto de una madre que amamanta a su hijo,
en el
corazón imaginario del padre.
La voz que brota en el campo de semillas
secas
y golpea con su fusta la oscura espalda.
Tu voz, hermano mío,
que aún puedo acariciar con mis dos manos
para matar el miedo que se hace humo en el
aire lento del mañana.
Tu voz, la misma voz de tupida presencia en
el murmullo de la memoria.
Quiero decirte a
manera de colofón, “cuñao”, que muchas personas entre otras: Marlene Salas, Elodia
Fontalvo, Sucelly Ariza, Rita Jaraba, conocida en todo el pueblo como “La
Patona”, Edwin Navarro, Moisés Fontalvo, Frensis Salcedo, Aquileo Pérez, Juan Ramón
“El Yoyi” Fontalvo, Ramón Molinares, Pedro Conrado, Julio Lara, Aurelio
Pizarro, Iván Fontalvo, José Alfredo Fruto, Carlos Taibel, Pedro Badillo,
Freddy Quant, Felix Pizarro, “EL Capi” Muriel preguntan por ti cuando me ven,
les muestro unas fotos que mandas y, me piden que les de tu dirección en Yaure,
para cruzar cartas también contigo, dizque para encender las luces del ático de
la juventud entre las azoteas de las noches venideras, porque tú te ves cada
día más
joven a pesar de que el tiempo vuela y vuela alrededor de los momentos vacíos, allí donde quizás, se
esconde la añoranza del deseo.
Saludos de Cipriano,
Nardy, Vilma, Celeste (está muy enferma), Libia, Mirna, quienes siempre están
pendientes de las fraternales cartas que tú me remites, a pesar del empapado
encierro en casa, por temor como te escribo al principio de esta misiva, del
coronavirus que sigue en el mundo ablandado los días y se deja morder
provocativamente como fruta fresca para atesorar víctimas mortales.
¡Hasta la próxima!
¡Te amo, hermano!
Tito
Mejía Sarmiento
Barranquilla,
(2020), en otro abril de nuestras tristezas.
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