El gran momento de la
izquierda en Colombia
Por Tito Mejía Sarmiento
Ya comenzaron a lanzarse
como patos al agua, varios precandidatos para las elecciones del 2018, a la
presidencia de Colombia, prometiendo lo humano y lo divino, como si la gente
“comiera ya de esas carretas”. Y algunos con un cinismo enorme porque después de
pertenecer a los partidos políticos que han mancillado durante largos años a
los habitantes de la nación, verbo y gracia, Liberalismo, Conservatismo, Centro
Democrático, Cambio Radical, Partido de La U., ahora pretenden a toda prueba,
recolectar las firmas necesarias para respaldar sus aspiraciones
presidenciales. Es decir, otra trampa mortal para nosotros. Bien lo dijo el
columnista Felipe Morales Mogollón que “la proliferación de esas candidaturas
deja en evidencia que no necesariamente se trata de una alternativa
democrática, sino, por el contrario, una forma de pasarse por la faja la
normatividad, la ley…”, así que ojo al parche, amigos y amigas, como decimos en
el Caribe Colombiano.
Tengo la plena convicción
por la crisis de partidos en grado sumo que está atravesando el país con tanta
corrupción gubernamental, violencia en las calles, hambre en los hogares…, que
ha llegado el gran momento para que un candidato del ala izquierdista llegue al
primer solio presidencial.
Los candidatos de la
izquierda, solo deben tener táctica política (aunar esfuerzos, dejar las
fragmentaciones a un costado) y sobre todo, mucho cuidado con sus vidas para
que no corran con la misma suerte de muchos líderes: Gaitán Ayala, Galán
Sarmiento, Pizarro LeonGómez, Gómez Hurtado, Pardo Leal, Jaramillo Ossa, Cepeda
Vargas que cayeron bajo las balas asesinas del fascismo, grupos
paramilitares y de la propia derecha obstinada de esta nación.
La gran mayoría de los
colombianos conoce hasta la saciedad que los partidos tradicionales están
sobreviviendo desde varios años gracias a la burocracia, al manejo de las
famosas mermeladas, pero ya dejan mucho que desear como partidos desde el
aspecto ideológico y organizativo. Y ni hablar de las primíparas organizaciones
políticas que todavía les falta mucha melena para recogerse los moños.
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