martes, 14 de abril de 2015





Mi casa

Alguien abrió la puerta.
Muchos se fueron,
menos la eternidad de mis viejos.


Tito Mejía Sarmiento

lunes, 13 de abril de 2015



Presentes ausencias

Por Tito Mejía Sarmiento



Humildemente retrato con la palabra, parte del universo vivencial de mi papá César Eurípides Mejía Pizarro, el incondicional amigo, el hombre de manos infinitas para todos los abrazos que hoy, hace exactamente cuatro (4) años, partió de este mundo.


Quiero decirles, amigos lectores, que todavía la soledad se llena con su rostro ausente. Por toda la amplia casa donde residía en la calle Granada hay un dolor múltiple, se avivan los asombros, se oye su voz ronquita: ¡Enciende la televisión para ver el noticiero! ¡Ven, negro Tito, vamos a practicar el Inglés para que no se me olvide!¡Pásame la novela “Un hombre destinado a mentir” de Ramón Molinares que le estoy dando la segunda lectura porque es emocionalmente maravillosa! ¡Compláceme con “Granada”, la canción que interpreta el tenor mejicano Alfonso Ortíz Tirado! ¡Llámate al mono Bibio, Rafael Visbal y a mi hermano Néstor para jugar dominó en el Nuevo Mundo, por favor! ¡Dame un trago de Sello Negro con soda! Esa misma voz apaciblemente baja que, mi madre Eloina, su compañera de toda la vida, la mujer que lo llenó de amor, hijos(as), nietos(as), bisnietos(as), amigos(as) parecen atrapar, pero que les resulta inabordable, es decir, todo un implícito rumor de pena o para ser más exacto, una revelación de la ausencia del ser.




De ninguna manera, esa mirada puesta en lo vivido de mi querido viejo, desplegará su cansancio en el filo de los días, jamás el ayer tallado en su presencia, volverá a nacer llevando la premura de su ser en el fondo del horizonte, pero el amor que le impregnó a toda su familia, si viajará aferrado a su sombra y no se atrasará por veloz que el tiempo intente escapar.
En los muchos años que lo traté muy de cerca, noté que mi viejo amado siempre estaba en el correcto territorio de la ternura. Por eso, su recuerdo será el primer invitado todos los días y por eso hoy, 11 de abril de 2015, unas lágrimas ruedan por mis mejillas porque como dijera el poeta Uruguayo Eduardo Espina: “La vida debe a la voz (en este caso la voz ronquita de mi viejo amado César Eurípides), su libertad entre ideas desacostumbradas.”




Santo Tomás, 11 de abril de 2015